“En las culturas negras la transformación del pelo y las pelucas no están estigmatizados”
Sinónimo de feminidad, emblema identitario, símbolo de estatus o herramienta política: el cambiante valor cultural de la melena se convierte en protagonista de exposiciones y libros esta primavera.
Un simple retazo de melena, que no quedaba completamente cubierto, desencadenó las mayores revueltas civiles en años en Irán. Sucedía el pasado otoño, cuando Masha Amini, de solo 22 años, fallecía tres días después de ser detenida por la policía de la moral en Teherán, acusada de llevar mal colocado el velo obligatorio. “La protesta contra el régimen islamista tomó la forma de mechones de cabello cortado”, explica Denis Bruna, comisario jefe del departamento de moda del Museo de Artes Decorativas de París, “es costumbre en ciertas regiones iraníes que las mujeres se corten el pelo en señal de ...
Un simple retazo de melena, que no quedaba completamente cubierto, desencadenó las mayores revueltas civiles en años en Irán. Sucedía el pasado otoño, cuando Masha Amini, de solo 22 años, fallecía tres días después de ser detenida por la policía de la moral en Teherán, acusada de llevar mal colocado el velo obligatorio. “La protesta contra el régimen islamista tomó la forma de mechones de cabello cortado”, explica Denis Bruna, comisario jefe del departamento de moda del Museo de Artes Decorativas de París, “es costumbre en ciertas regiones iraníes que las mujeres se corten el pelo en señal de duelo colectivo”. Precisamente una imagen de la revolución iraní cierra la última exposición del museo, Des cheveux et des poils (algo así como ‘De melenas y pelos’, hasta el 17 de septiembre), comisariada por Bruna: “Los eventos revelan hasta qué punto el cabello puede ser aterrador cuando está expuesto, por su potencial erótico o por la libertad que encarna. Prueba, por si fuera necesario, de que las elecciones en torno a la melena van mucho más allá de ser simples fenómenos de moda”.
El pelo tiene varias funciones, desde las biológicas más elementales hasta muchas otras sociales, para comunicar por ejemplo identidad o estatus. Más allá de la belleza física de peinados y arreglos capilares, su poder e impacto instantáneo son indiscutibles. Sobre estas fibras de queratina planean cuestiones de género o raza. Natural o en pelucas, este último un artilugio que ya dominaban con destreza los antiguos egipcios de clase alta. Ellos lo usaban como un complemento más, como hoy lo hacen muchas mujeres negras, cuenta la académica Emma Dabiri en No me toques el pelo. Origen e historia del cabello afro (Capitán Swing): “En la mayoría de las culturas negras, la transformación frecuente y drástica del pelo es algo típico, y llevar pelo artificial, pelucas incluidas, no está estigmatizado tradicionalmente del mismo modo que lo está en la cultura dominante”.
El pelo afro, por lo general, crece hacia arriba. La feminidad sigue siendo un proyecto culturalmente concreto y no se diseña teniendo en mente el aspecto físico de la mujer negra.
El estigma en realidad es reciente en la cultura occidental. Así lo señala el comisario Bruna: “Revisando la historia me sorprendió el comercio de cabello falso para hacer pelucas y postizos. Los peluqueros iban a los pueblos y al campo a cortar el pelo a las mujeres a cambio de una moneda o una cinta. Sucedió especialmente en la Edad Media, cuando también se cortaba el pelo de los muertos. Otra anécdota asombrosa es sobre la reina Margarita de Navarra, esposa del francés Enrique IV, que empleaba a guardias del este de Francia porque tenían el pelo largo y rubio. Regularmente les cortaba el pelo para hacerse sus postizos”. Maria Antonieta, presente en la exhibición con varias obras que aluden a su peluquero preferido, Léonard Autié, elevó este accesorio al paroxismo: que el pueblo coma pasteles, pero sin gluten, porque la monarca mandaba blanquear todas sus pelucas con la harina que hubiera alimentado a varias familias.
Aunque si hay una idea transversal que planea sobre toda la historia de las melenas esa es la de la feminidad, algo que también puede rastrearse milenios atrás, recuerda Bruna: “San Pablo, en la Primera Epístola a los Corintios, ya dice que las mujeres deben dejarse crecer el cabello largo, pero que deben ocultarlo y cubrirlo. Durante mucho tiempo esto fue interpretado por los moralistas cristianos como llevar velo. Pero en el siglo XVI, con el gran desarrollo de las cortes y de los poderes seculares, la moda cobró importancia y los peinados se convirtieron en moda. El cabello de las mujeres se hizo cada vez más visible”. El peinado se cruzó con la tendencia, aunque en contadas ocasiones ésta dictaba que se llevara corto. “Entre 1795 y 1810, alrededor de 1920, y luego en la década de 1960”, dice el historiador. “Se podría decir que la feminidad es una construcción cultural en torno a varios puntos recurrentes del cuerpo de las mujeres: la cintura delgada, el pecho ancho y, por supuesto, el pelo largo”.
Un constructo que se erige con una mirada muy específica: “Para niñas y mujeres, la feminidad va estrechamente ligada al pelo”, añade Emma Dabiri. “Durante mucho tiempo, el pelo largo y suelto fue uno de los indicadores más potentes de ser mujer. Pero el pelo afro no crece así; por lo general, crece hacia arriba. Por supuesto, la feminidad, igual que la belleza, sigue siendo un proyecto culturalmente concreto, y desde luego no se diseña teniendo en mente el aspecto físico de una mujer negra”. Lo decía Chimamanda Ngozi Adichie en Americanah: “El pelo es la metáfora perfecta para la raza”. Raza, género, clase y revoluciones que se siguen trenzando con melenas cargadas de significados.
Para niñas y mujeres, la feminidad va estrechamente ligada al pelo.
Modelo: Caila Leon (Uno Models). Maquillaje: Gato (Kasteel Management). Peluquería: Fernando Torrent (Another Agency) para Goldwell. Manicura: Bárbara Peruyero (Cool). Asistentes de fotografía: Brian J. Páez y David Martínez. Asistente de estilismo: Rubén Cortés. Asistente de peluquería: María Limón.