¿Por qué despierta desconfianza la mesoterapia?
El problema, según varios especialistas, no son las técnicas, sino algunas clínicas.
Suena bien. Reducir la celulitis sin pisar un quirófano, sin anestesia y por unos 450 euros. La mesoterapia –un tratamiento basado en inyecciones intradérmicas– ha ido ganando adeptos desde su aparición en 1952. Pero también detractores. El Ministerio de Sanidad francés la prohibió el pasado abril, para levantar su restricción cuatro meses después. ¿Por qué tanto ir y venir con una técnica que tiene tanta solera?
Hace un par de años, el mismo Ministerio de Sanidad galo solicitó un informe sobre el sector estético a la Alta Autoridad Sanitaria. Les preoc...
Suena bien. Reducir la celulitis sin pisar un quirófano, sin anestesia y por unos 450 euros. La mesoterapia –un tratamiento basado en inyecciones intradérmicas– ha ido ganando adeptos desde su aparición en 1952. Pero también detractores. El Ministerio de Sanidad francés la prohibió el pasado abril, para levantar su restricción cuatro meses después. ¿Por qué tanto ir y venir con una técnica que tiene tanta solera?
Hace un par de años, el mismo Ministerio de Sanidad galo solicitó un informe sobre el sector estético a la Alta Autoridad Sanitaria. Les preocupaban varias quejas de médicos y pacientes. «En sus pesquisas encontraron complicaciones graves en 23 personas y redactaron un informe», relata Jesús Benito Ruiz, cirujano plástico de la Clínica Tres Torres y director médico de Antiaging Group Barcelona. El documento levantó ampollas. Los efectos secundarios iban desde necrosis a hematomas pasando por infecciones. La Dirección General de Sanidad, dependiente del Ministerio de Sanidad, prohibió varias técnicas de lipólisis (es decir, de destrucción de la grasa y no de extracción, como la liposucción) mediante un decreto. Entre las mismas se incluyó la mesoterapia. «En la lista negra había procedimientos como el lipostabil o las infiltraciones por solución hiposmolar. También se vetó el lipoláser, la radiofrecuencia, la ultracavitación o la carboxiterapia. Unas técnicas no invasivas [es decir, sin agujas] que provocaron reacciones leves como eritemas [enrojecimientos]», relata Benito Ruiz. El argumento del Gobierno francés: una cosa es sufrir para estar bello y otra muy distinta poner en riesgo la salud. «Al tratarse de técnicas estéticas y no curativas (es decir, no dirigidas a combatir una enfermedad) el Estado decidió prohibirlas», afirma el especialista. Los médicos estéticos montaron en cólera. En su opinión, la Alta Autoridad Sanitaria había mezclado churras con merinas. «En ese documento y en el decreto posterior se amalgamaron técnicas de todo tipo», afirma Jean Luc Bachelier, vicepresidente del Sindicato Nacional de Médicos Estéticos, con sede en Francia, pero con influencia en España. En opinión de Bachelier, la prohibición de la mesoterapia no estaba justificada. «Las complicaciones ocurrieron en una clínica. En todas las ramas existen casos de médicos y clínicas incapaces», argumenta. La industria presionó y el Estado suspendió la normativa. Temporalmente: el Gobierno sigue investigando. La polémica en Francia tiene otra explicación: la influencia del gremio. «Los cirujanos plásticos franceses tienen mucho poder y quieren hacer las operaciones quirúrgicas y también las estéticas. En España no es así. Las prácticas están más delimitadas. Aquí muchos cirujanos plásticos abren un departamento de estética en sus clínicas y contratan a otro médico para que haga mesoterapias. Aquí los cirujanos tienen suficiente trabajo y no se meten en el campo de los demás», razona María Rosa García Maroto, médico estético de la Clínica de la Fuente. El problema, según varios especialistas, no son las técnicas, sino algunas clínicas. «Hay de todo. Hay quien pide todas las licencias y hay quien regenta negocios clandestinos», corrobora García Maroto. Es difícil echarles el guante. «Es un círculo vicioso: los inspectores no conocen esos centros y, por lo tanto, no los examinan. Por eso nos enteramos de la existencia de una clínica ilegal cuando abrimos el periódico». García Maroto recuerda el caso de una paciente fallecida en Madrid en 2002. Había acudido a un centro de estética para someterse a una mesoterapia. Según el informe del forense, el médico intentó hacerle una liposucción. Usó anestesia. «La única conclusión posible es que el manejo de los anestésicos era absolutamente inadecuado y que esto daba lugar, innecesariamente, a un riesgo excesivo de efectos indeseables», señalaba el informe. Es decir, el médico se pasó con la anestesia. La Asociación Española de Cirugía Estética denunció entonces el «intrusismo»: el médico carecía supuestamente de una formación suficiente. «Los dermatólogos y los cirujanos plásticos tenemos una experiencia académica clara. Los estéticos, no», argumenta el doctor Benito Ruiz.
En España existe una titulación de cirujano plástico, pero no de médico estético. Es decir, un dermatólogo y un cirujano deben especializarse antes de ejercer. Un médico general puede meterse en estética. Las clínicas oficiales pasan, eso sí, por controles periódicos. «Cada seis meses realizan inspecciones y examinan la esterilidad y la higiene. También exigen los registros de medicamentos donde consta su entrada, su salida, su fecha de caducidad, su procedencia…», detallan desde la Clínica de la Fuente. En España estos registros son competencia de las comunidades autónomas. La mesoterapia es francesa. Nació en un pueblo a las afueras de París en 1952. El doctor Michel Pistor estaba tratando a un paciente con una crisis asmática. Probó a inyectarle procaína con micropinchazos en la dermis. Alivió su problema respiratorio y de paso curó otra dolencia: el paciente era zapatero y padecía sordera desde hacía 40 años. Intrigado por el método, Pistor investigó durante años. En 1958 publicó una tesis donde demostraba las propiedades de la mesoterapia en la lucha contra la artritis, las lesiones musculares, cutáneas y vasculares. Poco a poco se fue popularizando y se introdujo en la estética. «Es una técnica mucho más barata que la liposucción. Pero también más ineficaz. Elimina la retención de agua pero no quita la grasa. La liposucción destruye millones de células en un acto quirúrgico. La mesoterapia consta de unas 12 sesiones semanales, de 15 o 20 minutos cada una», compara el doctor Benito Ruiz. «No hay evidencia científica. No se han hecho estudios médicos fiables sobre esta técnica. Tampoco sabemos cómo se metabolizan las sustancias que se inyectan. Y algunas mejoras son subjetivas», opina Jaume Masià, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre). La buena noticia: «Duele muchísimo menos que un tatuaje. Se basa en micropinchazos. Pueden salir hematomas, pero desaparecen. Si se pincha correctamente, es decir, en profundidad, no salen moratones», asegura María Rosa García Maroto.
La cuestión de los medicamentos usados en mesoterapia merece un capítulo aparte. La fosfatidilcolina, por ejemplo, –empleada en Sudamérica– es ilegal en España y en otros países europeos. Es peligrosa: puede provocar necrosis, náuseas, eritema, hinchazón, edemas, nódulos o reacciones alérgicas. «Una mujer brasileña vino a mi consulta con una necrosis. Se había hecho una mesoterapia con fosfatidilcolina en su país». No se vende en España. Pero se compra. Internet está plagado de tiendas online que venden sustancias ilegales. La búsqueda de «tienda online» y «fosfatidilcolina» en Google arroja la friolera cifra de 3.550 resultados. La mayoría coincide: existe un vacío legal en Europa. La UE trabaja en un decreto desde hace dos años. En el mismo deberían regular medicamentos, formación y especialidades. «Si todo va bien, contaremos con uno en 2012», prevé el presidente de la Secpre. ¿Por qué debemos esperar el veredicto europeo? «Existe un tránsito de pacientes y médicos en la UE; lo lógico sería equiparar la situación entre países», opina la doctora Sánchez Bejo, responsable del Departamento de Medicina Estética de la Clínica Planas Day.