Opinión

La belleza suena

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La vida con podcasts, aunque sean imperfectos, es mucho mejor que la vida sin ellos. La voz es poderosa y se llena con todo lo que nuestra imaginación se pueda permitir. Para escribir estas líneas con calma he dado al stop de un podcast llamado Radiographie que me estaba llevando a lugares lejanos que me despistaban. Se trata de un proyecto de Serge Lutens en el que se radiografían, de ahí el nombre, distintos aspectos del trabajo del hombre que creó Feminité du Bois, una barbaridad de fragancia que ahora cumple 30 años. Escuchándole, con su precioso francés, es fácil entender cómo esta criatura libre cambió la perfumería contemporánea. El podcast explora sus referencias, su inspiración marroquí “mis perfumes son árabes, no orientales”, su idea de la mujer o su concepto del maquillaje.

Las marcas de belleza y moda se han animado a producir sus propios podcasts. Rochas ha lanzado Generación R, presentado por la periodista Amaya Ascunce, que explora los hilos que unen a madres e hijas. En el episodio cuatro mantiene una conversación con Leonor Watling en la que hablan sobre maternidad, música y el aroma de la higuera, que dicen, “huele a siesta”. En ella, la actriz y cantante se emociona recordando el perfume de su tía Teresa, una mujer que ella define como “walkiria”. Su emoción traspasa los airpods y pienso que qué más da el canal. Ningún medio es mejor que otro. Desconozco el recorrido que pueden tener las marcas de cosmética y fragancias como productoras de podcasts, pero estaré atenta. El oído es un sentido que no convocan los cosméticos. Una crema, un champú, no suenan. Pueden olerse, tocarse y verse, pero no comerse, aunque la cosmética orgánica se precia de no incluir nada que no se pueda ingerir. La belleza y el bienestar son silenciosos. Por eso, resulta una paradoja que este territorio callado busque su voz. La moda, en el campo sonoro, camina unos pasos más adelante que la belleza y ya existen podcasts consolidados como Chanel Connects, conversaciones entre personas de distintos campos creativos. La marca reúne, por ejemplo, a Amanda Harlech, Tim Blanks y Andrew Bolton, les da un micrófono durante media hora y yo siento que me hablan solo a mí.

Me gustan los podcasts, me gustan las newsletters, me gustan las stories de Instagram, me gustan las películas en plataformas, me intriga TikTok. Me gusta lo que se está inventando en algún lugar y aún no tiene nombre. Además, compro revistas, escucho la radio cada día, voy al cine muchas semanas y enciendo la tele un rato cada tarde. Lo quiero todo. Si este es el tiempo que me ha tocado, quiero vivirlo entero. Me aburre la nostalgia: es perezosa y poco creativa. No quiero comer como mis antepasados, no aspiro a llevar la ropa que elegiría Edith Head para Grace Kelly, siendo Edith Head una de las personas que más he admirado siempre. En el Museo del Traje están expuestos productos originales de Puig y Myrurgia de principios del siglo XX. Son encantadores, pero en mi piel espero todo lo que la ciencia ha aprendido en un siglo. Puedo inspirarme en el pasado, pero siempre para propulsarme hacia el futuro. Leo en Gente que cuenta, el libro de entrevistas de Anatxu Zabalbeascoa (Círculo de Tiza, 2022) algo que dice Patti Smith y que subrayo: “Uno puede recurrir a la memoria para fortalecerse”. En sus palabras no aprecio nostalgia. Esa es mi Patti. En fin. Serge Lutens me estaba contando al algo al oído y no quiero interrumpirle más. Play.

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