Sostenible y más efectiva: por qué deberías pasarte a la cosmética sólida
¿Gramos o mililitros? El ‘cuarto y mitad’ deja de ser una rareza léxica a la hora de pedir un acondicionador capilar o un exfoliante corporal.
A finales de los años noventa, la tienda de Lush en Oxford Street era una parada turística obligada para las españolas que viajaban a la capital del Reino Unido. No tenían cámara en el móvil, pero si hubieran grabado a los dependientes cortando el champú a cuchillo y pesándolo antes de envolverlo hubieran sido trending topic inmediato. Veinte años después, esa ‘excentricidad’ se ha convertido en una necesidad medioambiental para un número creciente de consumidores de cosmética. De los champús se ha pasado a los acondicionadores, y de ellos a exfoliantes corporales y hasta a sueros fac...
A finales de los años noventa, la tienda de Lush en Oxford Street era una parada turística obligada para las españolas que viajaban a la capital del Reino Unido. No tenían cámara en el móvil, pero si hubieran grabado a los dependientes cortando el champú a cuchillo y pesándolo antes de envolverlo hubieran sido trending topic inmediato. Veinte años después, esa ‘excentricidad’ se ha convertido en una necesidad medioambiental para un número creciente de consumidores de cosmética. De los champús se ha pasado a los acondicionadores, y de ellos a exfoliantes corporales y hasta a sueros faciales.
El planeta está encantado y se frota las manos ante el ahorro plástico que esto supone. Según datos proporcionados por Lush Cosmetics, solo en los últimos 13 años sus ventas han supuesto un ahorro de 114 millones de botellas de plástico (unas 2.850 toneladas) para los océanos.
¿Y nuestras fibras capilares y epidérmicas? En apariencia, los beneficios son los mismos. Como señala Álex López Capitelli, fundadora de Vera & The Birds, «la eficacia de un producto cosmético no viene determinada por su formato, tanto esta como la sensorialidad la aportan los ingredientes que lo componen y la sinergia entre los mismos». El fundador de WaiWai, Javier Sánchez, añade que «bien formulada, la cosmética sólida es igual o más eficaz que la convencional, ya que está más concentrada».
Pero no todo son ventajas. Como señala Paola Gugliotta, máster en Dermocosmética y fundadora de Sepai y APoEM, «al formular estos productos se evita el agua, pero cuando el consumidor ha de rehidratarlos en casa para utilizarlos es muy difícil conseguir la misma sensación que logran las sofisticadas herramientas de emulsionado de los laboratorios a la hora de elaborar texturas finas y exquisitas para el consumidor».
¿Cero tóxico?
Que se reduzcan los residuos no implica que sean, per se, libres de tóxicos. La clave está en la formulación y los ingredientes específicos que contenga cada producto. Hay que partir de la base de que no todos los activos de origen son compactos. Según Javier Sánchez, «se utilizan, por ejemplo, aceites líquidos, hidrolatos, extractos acuosos e incluso tensioactivos líquidos. Puede tratarse de ingredientes naturales, de origen vegetal o sintéticos, pero la mayoría de formulaciones del mercado contienen una gran proporción de sustancias sintéticas porque es mucho más fácil formular con ellas y habría que mirar bien la lista de activos». En el caso de los sólidos, los motivos para sacar la lupa son aún mayores, ya que la galénica no está diluida y se pone en contacto un producto muy concentrado sobre la piel o el cabello.
Otro de los problemas, que resume Gugliotta, es que este tipo de productos en ocasiones abusan de los aceites, «esto hace que estén más indicados para pieles secas. Por ejemplo, los protectores solares o cremas en barra contienen mucha cera y aceites para reemplazar el contenido de agua así como, en ocasiones, más siliconas».
Todo tiene un precio
No hay duda de que se trata de una apuesta más cara para los laboratorios. Como explica Javier Sánchez, «la cosmética convencional está basada en emulsiones, es decir, productos que contienen una fase oleosa, una acuosa y tensioactivos –las sustancias que consiguen estabilizar esas mezclas de agua y aceite– y formular de esta manera tiene claras ventajas económicas, ya que los procesos se pueden reproducir a escala». Sin embargo, tampoco se puede obviar que en ocasiones el envase de un producto supone hasta el 50% de su precio y que esto permite invertir en mejorar las fórmulas. En palabras de López Capitelli, «la cosmética sólida es una alternativa más sostenible por el hecho de poder prescindir del packaging convencional y apostar únicamente por un envoltorio de papel reciclable».
Para el consumidor, a la larga, la cosmética al peso sale más rentable si se tiene en cuenta que una pastilla de 100 gramos de champú equivale a tres botellas de 250 mililitros en su versión líquida según la firma Herbal Bionature. Cuando se trata de sostenibilidad, las ventajas de estas formulaciones son irrefutables. Como recuerda Gugliotta, «no utilizan agua, un bien escaso que se calcula va a faltar en cinco o seis años en muchas zonas. Fuera de esto, el concepto que subyace y cada vez coge más fuerza es el de la naked cosmetic». Y continúa: «El mayor reto al que se enfrenta el sector hoy en día es el de la sostenibilidad, y la cosmética sólida ofrece una solución a este problema». No es perfecta, pero se acerca mucho. ¿El desafío? Lo avanza la misma experta, «no todos los tipos de cosméticos se pueden fabricar en formato sólido con eficacia y con sensorialidad sobresaliente y, por otro lado, aún no existe nada que sea cien por cien ‘residuo cero’. Aun así, se trata de un gran avance y una tendencia que seguirá prosperando con nuevos productos cada vez más funcionales y eficaces» .