Narcisismo frente a autoestima en la era digital, ¿cómo se controla?
Selfies, redes sociales, likes… Saber mantener alta la autoestima sin caer en el yoísmo perpetuo se ha convertido en el desafío social más importante en la era digital.
El 85% de los que usamos redes sociales seguimos al menos a un influencer, y un 29% compartimos su contenido de forma habitual, según un estudio de IAB Spain, la asociación que agrupa a empresas de publicidad y comunicación digital en España. Sin embargo, no hace falta tener miles de seguidores para tener influencia, aunque sea en círculos reducidos de amigos o familiares, y tampoco para que sintamos la misma aceptación o refuerzo positivo cuando recibimos media docena de likes, en vez de los 18 millones que tuvo Kylie Jenner en ...
El 85% de los que usamos redes sociales seguimos al menos a un influencer, y un 29% compartimos su contenido de forma habitual, según un estudio de IAB Spain, la asociación que agrupa a empresas de publicidad y comunicación digital en España. Sin embargo, no hace falta tener miles de seguidores para tener influencia, aunque sea en círculos reducidos de amigos o familiares, y tampoco para que sintamos la misma aceptación o refuerzo positivo cuando recibimos media docena de likes, en vez de los 18 millones que tuvo Kylie Jenner en Instagram.
“A todos nos gusta que nos digan lo guapos que vamos, lo bien que nos sienta un traje o lo estupendo que hemos realizado un trabajo. Es algo natural y, en cierto modo, no es malo porque sirve de motivación para mejorar… siempre que no se lleve al extremo”, explica Manuel Moreno, periodista experto en redes sociales y autor de Yo también la lie parda en Internet. “El problema llega cuando se produce una sobreexposición, en busca de un aplauso permanente que genera cierta dependencia”, prosigue.
Un problema, el del egocentrismo exacerbado, que se ha convertido en universal precisamente porque las redes no entienden de fronteras, culturas ni clases sociales. “Existe un narcisismo normal en nuestra personalidad, que nos ayuda a valorarnos, a defender lo nuestro y a sentirnos orgullosos de ser quienes somos. Pero, si no tenemos un adecuado nivel de autoestima, nos convertimos en verdaderos esclavos de la opinión ajena, exigiendo de los demás un continuo reconocimiento, que compense nuestra carencia interna”, explica la psicoterapeuta Laura Landau.
“El narcisismo sano es aquél que puede ayudarnos en situaciones estresantes y competitivas, que nos da la confianza para afrontar retos difíciles y adoptar actitudes y comportamientos de liderazgo”, añade Alfredo Oliva, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Pero hay factores que nos pueden alertar de que estamos siendo más egocéntricos de la cuenta: “vanidad, dificultad y frialdad en las relaciones afectivas, búsqueda de atención e interés prioritario por los bienes materiales y la apariencia física, sensación exagerada de superioridad, la falta de empatía hacia los demás o la nula aceptación de las críticas”, prosigue.
De hecho, la visibilidad cada vez mayor del yoísmo no se limita a Internet. Como explican los psicólogos norteamericanos Jean Twenge y Keith Campbell, la tendencia a poner a los hijos nombres cada vez más rebuscados y especiales, el aumento de las operaciones de cirugía estética, la preferencia por casas cada vez mayores o la búsqueda del éxito económico por encima de muchos otros valores… son rasgos de una sociedad cada vez más narcisista.
Siempre y cuando no sea patológico, podemos medir y cuidar nuestro yo para que se mantenga dentro de lo saludable. Cruzamos una línea roja si advertimos “falta de cooperación y comunicación recíproca, hasta el punto de perder el vínculo social e interpersonal”, dice el doctor Josep Maria Farré, psiquiatra del Hospital Universitari Dexeus de Barcelona. “En realidad, el narcisismo esconde una profunda inseguridad. Cuando la autoestima está inflada, suele deberse a un mecanismo compensatorio que trata de encubrir una falta de confianza en uno mismo”, indica Oliva.
El problema no solo lo sufre el narcisista, sino también los que le rodean, y aún más las personas empáticas. Estas últimas “tienden a ponerse en el lugar del otro, reconociendo su sufrimiento, pero también cayendo en las redes de su seducción. Los narcisistas proyectan una imagen de mucha seguridad y autoconfianza que, incluso siendo irreal, resulta muy atractiva para los empáticos. El problema surge cuando tratan de rebajarles para engrandecerse ellos, o crean una conducta dependiente en plan ‘solo yo puedo darte esto que necesitas’. El mayor peligro de un narcisista es la falta de consideración hacia el otro, aunque al principio se muestren interesados y preocupados”, explica Laura Landau.
“Es una dinámica cruel a la que el egocéntrico considera que tiene derecho, y encima crea un sentimiento de culpa en el empático, que no se siente cómodo enfrentándose a lo que ve como un abuso”, añade la psicoterapeuta Erin Leonard, autora de Rompiendo las cadenas de una relación tóxica.
Rehabilitarse es muy complejo. “El tratamiento suele ser difícil debido a la escasa motivación para el cambio, pero no imposible. Contamos con la terapia cognitiva, que pretende modular o modificar creencias irracionales. Además, el entrenamiento en habilidades interpersonales, el mindfulness y la compasión son algunos de los métodos terapéuticos utilizados”, dice el doctor Farré.
Del mismo modo, es posible tener éxito en redes sociales sin convertirnos en yoístas exacerbados. “La fama engancha, pero es cada uno con su sentido común quien debe saber volver a la ‘normalidad’ sin mayor problema. Lo importante es definir qué es triunfar para cada uno. Dependiendo de ello, hay que exponerse más o menos. Para bien y para mal, las redes sociales son medios efímeros. Ser protagonista de una crisis no es tan grave y es fácil volver a la normalidad porque lo que hoy es trending topic mañana generalmente ya se ha olvidado. Y, de la misma manera, uno puede tener mucha popularidad un día y al siguiente seguir siendo igual de anónimo que antes”, dice Manuel Moreno.