Azafrán, oro rojo en la piel
Las leyendas, el presente y la ciencia convergen en el último lanzamiento de Yves Saint Laurent, Or Rouge, una línea de tratamiento facial basada en las propiedades antiedad del azafrán.
La primera estancia de Yves Saint Laurent en Marrakech fue decisiva: le permitió revisitar su pasado. «Había nacido y vivido en Orán, Argelia, hasta los 18 años. Pero no pudo adentrarse en la cultura magrebí, porque su familia casi no se mezclaba con los locales; es decir, no pudo enamorarse de esa civilización», nos cuenta Florence Muller, catedrática del Instituto Francés de la Moda.
El viaje de Yves Saint Laurent a Marrakech en 1966, cuatro años después de fundar su marca, lo cambió todo. «Facilitó el reencuentro y la reinterpretación de su infancia y le permitió entender el Mag...
La primera estancia de Yves Saint Laurent en Marrakech fue decisiva: le permitió revisitar su pasado. «Había nacido y vivido en Orán, Argelia, hasta los 18 años. Pero no pudo adentrarse en la cultura magrebí, porque su familia casi no se mezclaba con los locales; es decir, no pudo enamorarse de esa civilización», nos cuenta Florence Muller, catedrática del Instituto Francés de la Moda.
El viaje de Yves Saint Laurent a Marrakech en 1966, cuatro años después de fundar su marca, lo cambió todo. «Facilitó el reencuentro y la reinterpretación de su infancia y le permitió entender el Magreb. El creador se prendó de Marruecos, compró varios riads y se empapó de las costumbres, los colores, los tejidos y los materiales de la zona. El modisto dotó de glamour esos códigos y los subió a la pasarela», nos relata la experta.
Casi 60 años más tarde, otro viaje al mismo lugar pretende revolucionar la historia de la casa parisina. YSL ha encontrado su identidad cosmética en un ingrediente milenario que hunde sus raíces en el Alto Atlas marroquí: el azafrán. La firma acaba de sacar al mercado Or Rouge, una línea antiedad basada en la variedad de esta especie.
Su lanzamiento nos sirve de excusa para desplazarnos a Marruecos. «Los astros estaban alineados, la ciencia nos ha conducido directamente al universo del creador», nos explica sonriente y dentro de una jaima en pleno Atlas, Stephan Bezy, director general e internacional de YSL. «Se trata de una afortunada coincidencia, durante cinco años hemos analizado más de 100 plantas relacionadas con los glicanos, unas sustancias vitales para mantener la piel joven. Entre ellas estaba el azafrán; sabíamos que era antioxidante, calmante y rico en flavonoides, pero no conocíamos su poder antiarrugas y antimanchas. Nuestros laboratorios, junto al Instituto Max Planck de Alemania, han demostrado que el azafrán, en especial el marroquí, actúa sobre los glicanos», explica Véronique Guillou, directora internacional de desarrollo en tratamiento de L’Oréal Lujo (grupo al que pertenece YSL).
¿Y qué son los glicanos? Son cadenas sacarídicas que se comportan como llaves capaces de abrir las células y les hacen llegar el mensaje de regeneración. «Las células cuentan con unos receptores que se comunican con los glicanos», detalla Guillou. De estas unidades depende la síntesis, la protección y la respuesta de la dermis ante el estrés. Conclusión: los glicanos son esenciales, pero el paso del tiempo, que es un tirano, disminuye su concentración.
Loción (59 €), contorno de ojos (150 €) y crema de cara y cuello (320 €) de la línea Or Rouge de YSL. La espátula imita el pistilo de la flor de azafrán.
Mirta Rojo
Un ingrediente de leyenda. El azafrán tiene ecos mitológicos. «Surgió de una herida del mortal Crocos al que hirió Hermes, el dios mensajero, mientras jugaban al lanzamiento de disco. De su sangre, floreció la flor», nos relata Halima Hamdane, una cuentacuentos marroquí. Esta planta –que se cultiva desde el año 2.300 a. C.– tiene propiedades revitalizantes: Cleopatra la maceraba y usaba en mascarillas faciales; Alejandro Magno curaba con ella sus heridas y varias civilizaciones confían en su poder afrodisíaco (el primero fue Zeus, sedujo a Europa con su aroma).
«Nuestra relación [la de los marroquíes] con las plantas es estrecha: las vestimos, levantamos casas con ellas, las usamos como medicamento y usamos en cosmética», afirma Hamdane. Este pueblo es experto en la recolecta del azafrán, todo un arte y una ciencia delicada: cada flor contiene tres hebras y se recoge una mañana concreta de otoño, cuando sus propiedades están más concentradas. Para producir un kilogramo de polvo (cuyo precio ronda los 3.000 euros), son necesarias 150.000 flores. «La variedad marroquí es una de las más ricas en crocín, un pigmento de tipo carotenoide que tiñe de amarillo dorado. La altitud, el agua, la tierra del Alto Atlas lo convierten en una superespecie», nos informa Chris Kilham, una suerte de Indiana Jones de las plantas: este etnobotánico recorre el mundo en busca de sustancias para las marcas.
La edad de la naturaleza. El secreto de Or Rouge es precisamente el crocín. «Mejora el funcionamiento de las células y la barrera natural contra los radicales libres, disminuye la inflamación y controla la enzima tirosinasa, responsable de las manchas. El reto ha sido conservar sus propiedades en la crema, algo que hemos logrado tras más de 1.000 horas de trabajo. El proceso, que consta de siete fases, tiene 11 patentes», detalla Guillou.
El descubrimiento tiene otras implicaciones: «Las moléculas sintéticas tienen los días contados. Nos hemos dado cuenta de que la naturaleza es el mejor fármaco. Esto no quiere decir que vayamos a abandonar el laboratorio. Al contrario: hace 10 años no habríamos podido demostrar la eficacia del azafrán. Con la tecnología, redescubriremos el pasado y validaremos la ciencia de nuestros ancestros. Toca recuperar ingredientes de la tierra, como la cebolla o el cacao», vaticina Kilham.