Antigurús con falda. Guía de lectura para la mujer moderna

El esperado libro de Lena Dunham se sumará a toda una nueva ola de títulos que abordan con humor las paradojas que supone ser mujer en estos días.

Para Nora Ephron fueron los desodorantes vaginales. A Caitlin Moran lo que le saca de quicio son las ingles brasileñas. En 1975, Ephron –periodista, guionista y directora de películas como Cuando Harry encontró a Sally y Tienes un e-mail– publicó Ensalada loca, una colección de ensayos autobiográficos y humorísticos en torno al feminismo y lo femenino. Dentro de unos meses, Anagrama, que ya la publicó en su día, editará en España Cómo ser una mujer, de la periodista británica Moran. A sus libros los separan más de tres décadas, pero tienen muchas cosas en ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Para Nora Ephron fueron los desodorantes vaginales. A Caitlin Moran lo que le saca de quicio son las ingles brasileñas. En 1975, Ephron –periodista, guionista y directora de películas como Cuando Harry encontró a Sally y Tienes un e-mail– publicó Ensalada loca, una colección de ensayos autobiográficos y humorísticos en torno al feminismo y lo femenino. Dentro de unos meses, Anagrama, que ya la publicó en su día, editará en España Cómo ser una mujer, de la periodista británica Moran. A sus libros los separan más de tres décadas, pero tienen muchas cosas en común. Comparten una mirada entre incrédula y exasperada sobre lo que viene a ser la condición femenina y su absurdo cotidiano. Como señala el editor español de ambas, Jorge Herralde, abordan la feminidad «de manera más desenvuelta que acartonada».

Ephron, en su día, reflexionó sobre la llegada del desodorante vaginal a los supermercados estadounidenses a finales de los años 60.«Sus fabricantes se han aprovechado de la revolución sexual para vender algo que conlleva el mensaje implícito de que el sexo (…) es algo sucio y hediondo». Y daba ejemplos de anuncios, como el del pulverizador Norforms, en el que una mujer llamada Ann veía cómo todo el mundo se alejaba de ella en una fiesta. Ann era muy simpática y tenía buena conversación pero tenía un problema de olor vaginal. En cuestión de segundos, la industria había encontrado otra manera de ganar dinero explotando los miedos de las mujeres. Moran siente una tirria similar por el mundo de la depilación femenina:«No me puedo creer que hayamos llegado a este punto en el que nos está costando dinero tener un pubis. ¡Nos hacen pagar su mantenimiento como si fuera un jardín comunitario!».

En su libro, que alcanzó cotas de fenómeno nacional en el Reino Unido el año pasado -y que ya ha tenido un importante eco en Estados Unidos, Alemania e Italia-, Moran, que escribe en The Times desde que tenía 17 años, también aborda la obesidad, el bótox, la maternidad, el aborto o la importancia de Lady Gaga. Además, imparte unos consejos de moda que son como ácido derramado sobre todas esas guías de estilo que nos juran que el armario de una mujer no está completo hasta que no tiene una petite robe noire: «1. El estampado de leopardo es un color neutro. 2. Cualquier cosa puede funcionar si te la pones con botas y medias oscuras. 3. En contra de la opinión popular, los cinturones no son el mejor amigo de la mujer».

La periodista británica no está sola. Ella es una más de las modernas antigurús que están escribiendo guías (o antiguías) sobre este difícil negociado que supone ser mujer hoy. El libro más esperado de esta generación ni siquiera ha visto la luz, pero ya sabemos que se han pagado casi tres millones de euros por él, en concepto de adelanto editorial. Es Not That Kind of Girl: A Young Woman Tells You What She’s Learned [No soy esa clase de chica: una mujer joven te cuenta lo que ha aprendido], la «colección de consejos francos y divertidos» que la directora y actriz Lena Dunham publicará dentro de unos meses con Random House y en la que hablará, entre otras cosas, de su cuerpo, sus exnovios (incluidos los que resultaron ser gais) y sus terapias. El texto, que reproduce párrafos enteros de sus diarios, tendrá una estructura similar al de otro clásico del género, Having it all, que escribió la legendaria editora de Cosmopolitan en los años 60, Helen Gurley Brown.

La creadora de Girls, por cierto, se ha declarado fan de otra voz femenina, la de la canadiense Sheila Heti, que publica ahora su obra semiautobiográfica Cómo debe ser una persona (Alpha Decay). En abril, la periodista de The Guardian, Hadley Freeman, sacará al mercado británico su libro de ensayos y consejos, titulado Be Awesome: Modern Life for Modern Ladies [algo así como Sé estupenda: la vida moderna para las chicas modernas]. Estas publicaciones se añaden en la estantería junto a otros tomos recientes, como las memorias de Tina Fey, Bossypants (que incomprensiblemente no se ha traducido al español) y las colecciones de ensayos de Emily Gould, And the Heart Says Whatever [Y el corazón dice lo que sea] y Sloane Crosley, I Was Told There’d Be Cake [Me dijeron que habría pastel]. También está el catálogo de citas de la cómica Julie Klausner, I Don’t Care About Your Band [Paso de tu grupo], que se podría convertir en breve en una serie protagonizada por Lizzie Caplan.

Es la autora de I Was Told There´d Be Cake (Me dijeron que habría pastel), una colección de ensayos que se ha convertido en todo un superventas en Nueva York.

D.R.

A pesar de que algunos de estos títulos tienen forma y nombre de guía práctica de autoayuda, sus autoras, la mayoría treintañeras, tienden más a alzar las manos en señal de perplejidad que a señalar el camino con el dedo. Lecciones, las justas. En la lista se podría colar la española Isabel Sucunza. Su dietario La tienda y la vida (Blackie Books) es más «un canto general a la extrañeza» del día a día, como reza su contraportada, que una reflexión sobre la mujer contemporánea. Pero sí incluye jugosos capítulos de feminismo espontáneo como uno en el que la autora se indigna porque una conocida le señala lo «poco femenino» que resulta que pida rabo de toro para cenar.

«No recuerdo cómo surgió el título», rememora Heti, la autora de Cómo debe ser una persona, «pero siempre quise que pudiera ayudar. A mí, a otras personas… pero bueno, sobre todo a mí». La autora también aprovechó algunos de sus correos electrónicos y conversaciones privadas para escribir el libro y por eso ha oído cómo algunos lo calificaban de «ejercicio de ombliguismo». Aunque obtuvo excelentes críticas, cree que existe un doble estándar en la literatura:«Si eres una escritora joven y diriges tu mirada a las otras mujeres, se ve como algo narcisista. ¡Cómo si los únicos que tuvieran derecho a observarnos fueran los hombres».

Su texto, que ha sido repetidamente comparado con la serie Girls, es una mezcla de ficción y ensayo protagonizado por una chica llamada, curiosamente, «Sheila Heti». El resto de personajes también se inspiran en los amigos reales de la autora. Una parte central está dedicada a la amistad que Sheila traba con Margaux (álter ego de la pintora y cineasta Margaux Williamson) y que se narra casi como un cortejo amoroso, aunque no hay elementos sexuales en su relación. Las dos colegas tienen una pelea monumental. ¿El motivo? La protagonista se compra el mismo vestido (amarillo, para más señas) que Margaux, y esta se molesta. «Cosas que, desde fuera pueden parecer frívolas, vistas desde dentro pueden ser devastadoras. No es solo el vestido. Margaux teme que Sheila esté tratando de robar su identidad. Casi todo en nuestro mundo es un símbolo».

En todos los textos de estas antigurús los vestidos son más que vestidos. La moda y la industria que la rodea están muy presentes. Freeman, que escribe una columna semanal con humorísticos consejos de estilo en The Guardian y que colabora con Vogue Uk, ha titulado un capítulo de su libro Cómo leer revistas femeninas sin desear que te crezca un pene. Ejem. ¿Cómo? «No tomándoselas demasiado en serio», afirma. A pesar de su pulla irónica hacia el género, la periodista admite que los peores ataques frontales hacia la mujer provienen de la llamada «prensa seria» y de sus portadas sobre «el fracaso del feminismo» o «la nueva maternidad». «Muchas mujeres tienen una tendencia notable no solo a sentirse mal consigo mismas, sino a buscar activamente cosas que las hacen sentirse peor. Estos medios explotan eso con ánimo de lucro». Parece que Freeman habla de lo mismo que Nora Ephron: otra vez el desodorante vaginal.

De todas las cosas que inquietan a estas autoras (por qué se espera que una pida carpaccio y no rabo de toro; por qué está socialmente aceptado preguntarle a una chica si pretende tener hijos y cuándo, etc.), la que más les intriga es saber cómo y en qué momento «feminismo» pasó a ser una palabra sucia de la que distanciarse. Solo un 29% de las estadounidenses se describe como «feminista» y cada día son más las actrices y cantantes que se apresuran a aclarar: «Yo no soy feminista, pero…». A ellas, Hadley Freeman les dice: «Si no quieren el voto ni la igualdad salarial, genial, pueden ir devolviéndolo». Y Moran, por su parte, propone copiar la «política de las ventanas rotas» que aplicó Rudy Giuliani. El alcalde de Nueva York, obsesionado con desterrar el crimen de la ciudad, aseguró que si una sola ventana se quedaba sin arreglar, actuaba como reclamo para los vándalos, que romperían el resto de ventanas y se harían con el lugar. La escritora cree que hay que hacer lo mismo con el patriarcado: si se permite un pequeño comentario o acto sexista, «las mujeres se llenarán de okupas». Eso sí, es aconsejable ejercer esa tarea de vigilancia con buen humor: «No hace falta que nos tiremos a los caballos –como hizo la trágica sufragista Emily Davison, que se arrojó ante el caballo de Jorge V, en 1913–; también podemos reírnos de ello. Estamos sexies cuando nos reímos».

Archivado En