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Irene Escolar: “Si la gente se droga es porque encuentra en ello una anestesia que necesita. Negarlo es absurdo”

La actriz interpreta en el Teatro Español ‘Personas, lugares y cosas’, una obra de Duncan McMillan en la que una joven llamada Emma con adicción al alcohol, las benzodiacepinas y la cocaína inicia su viaje a las puertas de un centro de desintoxicación

“Me quedan todavía 30 funciones. A ver cómo sostengo esto”, dice medio en broma medio en serio Irene Escolar (Madrid, 37 años) sobre el sobrecogedor papel que interpreta en el Teatro Español estos días en Personas, lugares y cosas, una obra de Duncan McMillan dirigida por Pablo Messiez en la que una joven llamada Emma con adicción al alcohol, las benzodiacepinas y la cocaína inicia su viaje a las puertas de un centro de desintoxicación y lo termina en el lugar donde empezó todo: su cuarto infantil, un cuarto que es el de cualquiera, en realidad. “Los vínculos humanos son muy complejos. Y las dinámicas familiares también. Por eso es tan universal esa escena”, explica la actriz de un proyecto que ha sido un empeño personal y que está funcionando como una terapia colectiva: “Ves a gente que trae a un hermano, a un amigo, a su pareja, porque quieren entender y entenderse”.

Pregunta. ¿Su habitación de infancia es detonante para usted?

Respuesta. Siempre hay cosas, te vienen muchos recuerdos y cosas en muchos momentos. Pero también siento que durante mucho tiempo he estado trabajando eso, haciendo mucha terapia, y he podido aclarar cosas que no acababa de entender, las he podido ubicar en un sitio más sano. Entonces, esa vuelta ya no me supone un dolor. Ya no me rompo tanto.

P. ¿Tiene un lugar seguro al que vuelve siempre?

R. Ahora sí. Y es mi propia casa, mi propio hogar. Pero me ha costado muchísimo encontrarlo.

P. ¿Cómo supo que había dado con él?

R. Primero porque me di cuenta de que podía sostenerme yo sola a muchos niveles. Y luego porque ahora cuando entro por la puerta de casa, no me pasaba desde hace tanto tiempo, siento mucha felicidad y mucha paz.

P. ¿Ha habido alguna vez que identificase la paz como aburrimiento? Es algo que le pasa mucho a las personas con adicciones…

R. La pulsión de este trabajo es vivir en estados de mucha adrenalina y de mucha excitación durante un tiempo concreto. Y de un día para otro, eso se acaba. En los grupos de terapia donde he estado yendo a escuchar a gente con consumo problemático una de las cosas que decían es que tenían que dejar de vivir en el 10, aprender a hacerlo entre el 5 y el 6. Yo también tengo que aprender a vivir en el 5 y el 6.

P. ¿Su 10 está en la interpretación?

R. Claramente. Sí. De hecho, trabajo mucho para intentar encontrar en el 5 y el 6 otras cosas. Pero el 10 solo lo encuentro ahí o cuando me enamoro.

P. ¿Qué más ha descubierto en esos grupos?

R. Que todos somos dependientes, pero algunas personas lo son más que otras y las distintas formas de dependencia deforman nuestras vidas de modos distintos. Puede ser algo de tu cerebro, algo de tu origen o familia, los valores que nos han enseñado a venerar: la excelencia, la búsqueda del éxito… Pero yo sentía que estaba igual y hablábamos de lo mismo: simplemente ellos, en vez de encontrar ese refugio, esa manera de llenar carencias en cosas donde las he encontrado yo, lo han encontrado en el alcohol o en la cocaína o lo que sea. La droga es solamente un síntoma.

P. La protagonista de la obra sigue el método de los 12 pasos en el que hay que encomendarse a una especie de Dios. ¿Eso no es un obstáculo para muchísima gente que no es creyente?

R. Esto ha sido lo que más debate ha generado en los ensayos precisamente por ese escepticismo. Luego gracias a leer a Leslie Jamieson, autora de La huella de los días: La adicción y sus repercusiones, quien era una persona con todos los prejuicios cuando entró en Alcohólicos Anónimos en relación con esto, que ella acabó entendiendo que uno se tiene que rendir cuando algo es tan grande, cuando no hay nada que te esté sirviendo. Declararse impotente también es un acto de humildad. A mí me costaba mucho entenderlo también, porque yo no soy creyente pero luego entendí. También gracias a Raymond Carver, quien tras pasar por AA descubrió que su poder superior era la naturaleza. Él se fue a vivir a las afueras de Washington y descubrió la inspiración, la calma y la paz que le daban los ríos, que le conectaron con una salvación que nunca hubiera imaginado que fuera posible.

P. ¿Se ha planteado cuál sería su poder superior?

R. La verdad es que no lo he encontrado. Es un salto. Es que la vida es un acto de fe. Igual que el teatro y actuar, son actos de fe que te obligan a creer en algo más grande que tú y entregarte a ese misterio.

P. Hay un momento durante la obra en el que rompe la cuarta pared y le habla al público para invitarles a que vayan a beber durante el descanso. Genera eso unas risillas muy desconcertantes

R. Claro, porque es difícil que te pongan ese espejo delante tan claro. Pero es que es una obra que no niega el placer. Que entiende que evidentemente si la gente se droga es porque hay algo en eso que genera placer y una anestesia que probablemente la gente necesita. Negar ese placer es absurdo. El problema es lo que viene después, como decía Billie Holliday.

P. España es un país con una relación muy esquizofrénica con las sustancias adictivas en general. ¿En otro país funcionaría igual de bien la obra?

R. En Londres era más fuerte, porque en Londres incluso se le permitía a la gente entrar con sus gin tonics en la sala…

P. ¿Si la protagonista fuese un hombre sería diferente?

R. A mí me parece interesante que sea una mujer joven la protagonista y que empiece la obra en ese estado. Es algo que hemos visto muy poco. Hay como una romantización del hombre con adicciones y en cambio las mujeres generan un rechazo enorme. En los grupos de terapia hablaba una mujer inteligentísima, como de 60 años, con problemas relacionados con alcohol que hablaba de la culpa y la vergüenza que sentían las mujeres al tratar estos temas. Los hombres que también estaban allí no los sentían de esa forma.

P. ¿Se ha roto un tabú porque nos hemos desbordado?

R. Yo siento que es muy difícil encontrar esa paz por la que tú me preguntabas antes, realmente buscar y encontrar esa paz y esa tranquilidad mental, y no hemos ni siquiera hablado del móvil. Otra adicción, con esa cosa de tener que tenerlo cerca siempre, porque siempre te estás perdiendo algo.

P. ¿Invitan ciudades como Madrid a la adicción?

R. Las ciudades ahora son espacios donde todo el rato te están vendiendo que te falta algo y que para llenar esa carencia tienes que consumir: ropa, alcohol, cocaína, lo que sea. Por eso es muy fácil decir: me bebo esto, me tomo esto, y en nada estoy donde quiero estar, en el 10. Y así acostumbras a tu cerebro y a tu cuerpo. Nos cuesta muchísimo encontrar el placer porque vivimos con unas presiones y unos vacíos en los que el capitalismo tardío tiene muchísimo que ver. No digo que las adicciones hayan empezado ahora, pero desde luego que lo activan y que lo enloquecen todo.

P. ¿Alguna vez ha pensado a la mierda la profesión y a la mierda lo que piensen en casa?

R. La verdad es que no. Pero porque yo me he hecho en familias fuera de mi propia familia, en el trabajo. Y de verdad, ha sido como una conexión a la vida muy grande. Y también es que me he formado y dedicado toda mi vida a esto, ahora tendría que reinventarme totalmente y no sé si tendría la fortaleza.

P. ¿Es enamoradiza?

R. No. Me cuesta mucho. Y además es que se está muy bien sola. Luego yo me siento muy rodeada de gente pero si viene alguien a quitarte esa paz, no hace ninguna falta. También es algo que he encontrado en los últimos años, la capacidad de estar tranquila sola.

P. Ahora, al salir de fiesta, ¿vive de otra manera el momento en el que las drogas aparecen?

R. Claro que sí, todo el rato. Desde que era muy pequeña lo he visto y no me escandaliza. Tengo muchos amigos que pueden consumir de forma lúdica, pero ahora me hago más preguntas cuando veo a alguien que no está del todo bien.

P. ¿Y les aborda?

R. Los compañeros de reparto hemos hablado de esto muchísimas horas, por ejemplo. Hay otra gente con la que ya ves que es mejor no sacar el tema, pero bueno, que por lo menos sepan que estás ahí. Una de las cosas que me dijo un terapeuta al principio de todo esto fue que la manera de salir de una persona adicta tenía que ver con el amor.

P. Explíqueme eso

R. Yo lo que entiendo de eso es que si tienes amor, si sabes que tienes a alguien que te puede ayudar, quizá te es más fácil compartir lo que te está pasando o incluso ni siquiera caer ahí, porque te sientes sostenido.

P. ¿Y usted lo tiene eso?

R. Sí, lo tengo. También creo que siempre he sido alguien que he intentado no pedir muchas cosas y que me he armado una coraza de fortaleza, como de no pasa nada, yo puedo sola. Y también he aprendido hace poco a decir: “¿Puedes venir a ayudarme? Porque no puedo”.

P. Vuelvo a la habitación de infancia. ¿Ha ido su familia a ver la obra?

R. Sí, y les ha encantado. Pero es que nosotros ya hemos hablado muchas cosas. Ya hemos hablado mucho, mucho, mucho. Sobre todo con mi madre. Nos hemos embarrado con ello de verdad. Entonces, hemos trascendido esa fase. Y ahora, a aceptarse y a amarse.

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