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El retrato íntimo de Armani que traza su ‘equipo’ español: “El tiempo le dio la razón”

Eugenia Silva, Andrés Velencoso, Blanca Padilla y Duncan Yair representan a cuatro generaciones de modelos que han vivido los 50 años del fenómeno Armani desde diferentes perspectivas, pero una misma admiración

La huella de un gran diseñador son sus colecciones, su archivo, sus siluetas o sus iconos. Pero también los gestos que, en ocasiones, recuerdan quienes lo trataron de cerca. La modelo Eugenia Silva (Madrid, 49 años), que conoció a Giorgio Armani cuando ella tenía 18 años y ha seguido colaborando con él de forma ininterrumpida, se acuerda del italiano cada vez que tiene que vestirse para un evento. “Yo siempre le pedía que me dejase llevar un vestido rojo, pero él se negaba. Solo me puse un vestido rojo diseñado por él en una ocasión, y era un descarte de una colección de alta costura que además no le gustaba. Con los años, empezó a utilizar ese color, pero para mí no lo veía. En aquel entonces, cuando yo le insistía, me decía que tenía que elegir las prendas pensando en el futuro, que había que vestir cosas que siguieran gustándome al cabo de 20 años. Ahora, cada vez que me visto, me acuerdo de él y de sus palabras. Tenía razón, claro”.

A Armani, fallecido en septiembre a los 91 años, el tiempo le ha dado la razón más de una vez. Tal vez porque, a diferencia de otros, siempre quiso hacer ropa adulta. En una industria basada en la novedad constante y los giros copernicanos, el diseñador de Piacenza supo construir un lenguaje propio al que permaneció fiel durante toda su trayectoria.

La colección otoño-invierno 2025 de Giorgio Armani, su línea de prêt-à-porter más exclusiva y autoral, lo deja patente. Las prendas concebidas para celebrar el 50 aniversario de la marca despliegan un repertorio sólido y delicado. Sastrería, punto, pieles, encajes y terciopelos en la línea femenina conviven, en la colección de hombre, con trajes tan lujosamente blandos que se vuelven casi deportivos, o que prescinden de estructuras internas —otro sello de la casa— para potenciar el movimiento.

Nunca hay rigidez en Armani y, quizá por eso, muchos de sus colaboradores le han sido fieles durante años. Eugenia Silva dio sus primeros pasos en Milán de la mano del italiano, que exclamó “Che bella faccia!” [“¡qué cara tan bonita!”] cuando vio por primera vez a aquella modelo anónima. “Mi relación con Armani ha ido evolucionando a medida que yo he ido evolucionando como mujer, y él siempre ha estado a mi lado”, cuenta la modelo, que con los años pasó a ser una habitual de su colección de alta costura, Armani Privé, y también de su exitosa línea de cosmética y perfumes, Armani Beauty. Su armario atesora varias piezas especiales que han pasado la prueba del tiempo. “Tengo esmóquines suyos de hace 25 años y siguen estando perfectos”, cuenta. “¿Cuántas chaquetas de terciopelo negro se pueden lanzar cada año? Pues las suyas son imbatibles. La mía sé que va a estar conmigo toda la vida, porque la llevo a todas partes”.

El traje perfecto

Para Andrés Velencoso (Tossa de Mar, 47 años) esa prenda fetiche es un traje gris. “A simple vista puede no llamar mucho la atención, pero es perfecto. Tiene un corte recto, con un tejido que me encanta. Es un traje para toda la vida”. El gerundense acudió a aquellos legendarios castings abiertos que el diseñador organizaba para sus desfiles en Milán. En aquel entonces Velencoso no era la estrella de la moda que es hoy, sino un principiante que buscaba su oportunidad de oro. Y Armani era la meta para muchos. “Los modelos más top iban a tiro hecho, pero los chicos jóvenes, más batalleros, hacíamos cola durante horas para aquel casting, porque como hacía dos pases, por la mañana y por la tarde, pagaban más. En la primera sala había un señor que hacía un primer filtro. Yo aquellas primeras veces nunca llegué a ver a Armani”. Cuando finalmente logró traspasar esa primera barrera, se encontró con la antítesis de un divo. “Era una persona muy cercana, charlaba con nosotros y era impresionante verlo trabajar. Estaba ahí al pie del cañón, hasta el último minuto, nos colocaba el cuello de la camisa, nos daba palmaditas en el hombro diciendo ‘vai, vai’, antes de salir a desfilar”.

Aunque siempre estuvo rodeado de un círculo cercano de colaboradores y familiares, Giorgio Armani firmó como diseñador todas y cada una de sus colecciones. El pasado junio, cuando se ausentó de su desfile masculino debido a su estado de salud, su equipo comentaba que había estado pendiente de los preparativos desde su casa a través de varias pantallas. Durante más de cinco décadas ha sido omnipresente en cada una de las decisiones tomadas en la empresa que él mismo fundó. “Nunca he sido mitómano, pero sí me causaba mucha admiración verlo”, concede Velencoso. “Hay diseñadores más divos que otros, pero Armani era parte del equipo, siempre estaba ahí. Y también me admiraba el look que había creado, ese estilo fotográfico que define la marca. Pero sobre todo su forma de trabajar. Ha estado trabajando sin parar hasta pasados los 90. Para mí, es un ejemplo de cómo creer en algo y ser capaz de materializarlo”.

Un sueño en el que creer

El modelo Duncan Yair tiene 21 años, lo que implica que cuando nació, Armani ya era una leyenda. Pero este apasionado de la moda, que en sus años de instituto memorizaba los nombres de directores creativos o diseñadores de accesorios, se ha empapado de la trayectoria del italiano a través de internet. “Armani siempre me ha parecido icónico, su vida, su trabajo, sus cortes, sus desfiles”, cuenta este joven nacido en Málaga y criado en Valencia que ha protagonizado dos de las últimas campañas de Armani Mare, la línea de baño de la casa milanesa.

Una de ellas se rodó y fotografió en Pantelaria, la isla mediterránea donde Armani veraneó durante décadas. “Soy un enamorado de la moda, así que cuando hago una campaña me gusta estudiar bien la historia de la marca, meterme en el archivo, en páginas de crítica de moda para entenderlo todo”, cuenta Yair. “Cuando hicimos aquella campaña, yo tenía en la cabeza aquellas campañas alucinantes que hizo en los ochenta y los noventa”.

Durante la mayor parte de su carrera, Armani cultivó un estilo fotográfico, debido principalmente a la cámara de Aldo Fallai, basado en las composiciones cuidadas en blanco y negro, con una visión clásica y tangible de la belleza. Por ello, sus campañas han resultado ser tan atemporales como sus colecciones de moda. “Sus imágenes transmitían la imagen de un sueño”, explica el joven modelo. “Y era un sueño en el que podías creer. Yo veía esas imágenes y pensaba que quería ser ese modelo, esa persona con ese estilo de vida. Es complicado que hoy en día una marca venda ese nivel de lujo, esa elegancia tan heavy”.

Ahora, cuando piensa en Armani, Yair no solo ve a la leyenda de la moda, sino también al diseñador con quien colaboró. “Es normal que una figura así imponga muchísimo, porque los modelos somos conscientes del poder que tenía; él podía cambiarte la carrera. Pero luego, al conocerlo en persona, me pareció un hombre con una energía muy positiva, cariñoso y respetuoso. Te miraba con esos ojos azules, te daba consejos y sabías que ese tiempo valía oro”.

Imponer con suavidad

En una industria llena de personalidades flamboyantes, divos tiránicos y dictadores excéntricos, quienes conocieron a Armani coinciden en señalar que tenía carácter y una voluntad férrea, pero también mano izquierda y amabilidad. “Tenía una forma de imponer sin imponer, con suavidad. He estado con él en Pantelaria, en su casa de Milán, y nunca se negaba a hacerse una foto con nadie”, recuerda Eugenia Silva. “Al mismo tiempo, era muy tímido. No le gustaba prodigarse en grandes discursos. Su sobriedad me gustaba mucho. En una ocasión estaba en su casa, en Milán, haciendo unas fotos. Él estaba a punto de salir de viaje y vi la maleta que tenía preparada. Eran todo pantalones, jerséis y camisetas azul marino. Era su código. No se equivocaba nunca. Lo tenía todo clarísimo. Por ejemplo, su insistencia en que las mujeres llevásemos zapato plano. Cuando veías esos vestidos largos de etiqueta, con zapato plano, te dabas cuenta de que tenía razón”.

Esa misma precisión se aplicaba a los desfiles. Los ochenta y los noventa, las décadas del crecimiento astronómico de la marca, fueron también años marcados por una forma muy concreta de desfilar. En pleno apogeo de las glamazonas de ciencia ficción en Mugler o de las supermodelos que bailaban en Versace, Armani impuso un estilo propio. “Nos decía que caminásemos con decisión, con fuerza”, explica Velencoso. “No quería teatralidad, era un hombre muy tranquilo”, afirma Eugenia Silva.

Una elegancia natural

En la misma idea incide Blanca Padilla (Madrid, 30 años). Resulta llamativo que uno de los looks que han marcado su trayectoria haya sido, precisamente, un vestido de novia rojo con el que cerró el desfile de otoño-invierno 2023 de Armani Privé. Fue una imagen impactante, uno de esos instantes capaces de apuntalar la carrera ya consolidada de una de las modelos más respetadas de su generación. Pero no es el único recuerdo señalado que conserva Padilla. “Cuando pienso en Armani me acuerdo de cuando yo empezaba en la moda. En esos momentos eres muy vulnerable, porque no sabes cómo funciona nada y todo es nuevo. En el fondo, eres una niña. Para mí fue muy importante conocerlo, recuerdo su presencia tan fuerte, su sonrisa. Siempre fue muy educado conmigo, muy afectuoso”. Padilla, cuyo currículum incluye hitos como haber sido uno de los ángeles de Victoria’s Secret, recuerda también esas instrucciones que el diseñador impartía, siempre en italiano y acompañado por un traductor, antes del desfile. “Él nos decía que fuésemos nosotras mismas, que nos relajásemos, porque de esa relajación viene una elegancia natural. No le gustaba vernos rígidas. Nos decía que respiráramos y que caminásemos como si estuviéramos paseando. No nos pedía sonreír, pero sí un gesto de suavidad en la cara”.

Padilla cuenta que, al empezar a familiarizarse con la historia de la moda, quedó impactada por las contribuciones de Armani. “Lo que ha hecho por las mujeres es maravilloso, como los trajes fluidos que hizo en los años ochenta para poder vestir bien en el mundo corporativo”. También menciona la legendaria morbidezza de las prendas del italiano, esa suave ligereza en las antípodas de la rigidez. “Para mí, la clave son sus chaquetas, la suavidad de la tela que cae sobre el cuerpo y que te permite moverte”.

En una industria de la moda marcada por la ansiedad, por el afán de cambio y, en ocasiones, por una idea de la belleza asociada a lo incómodo o al sacrificio físico, la elegancia adulta de Armani fue pionera. Y esa estética, en cierto modo, puede transformarse en una especie de ética. Para Padilla, esa es la mayor lección vital de Armani. “Con los años me he dado cuenta de que no hay que forzar. No hay que ser quien no eres. De Armani me gustaba su forma de guiarnos, porque nos permitía ser nosotras mismas en un mundo en el que siempre te están dirigiendo para ser otra persona”. 

Créditos

Estilismo Juan Cebrián
Maquillaje y peluquería: Eugenia Silva y Blanca Padilla por Jordi Fontanals (Ana Prado) para Chanel y Miriam Quevedo. Andrés Velencoso y Duncan Yair por Piti Pastor (Ana Prado) para Elizabeth Arden y Sisley Hair Rituel
Producción: Cristina Serrano
Asistente de fotografía: Álvaro Tomé  
Asistente de estilismo:  Irene Caro 
Asistente de producción:  Marina Marco

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