Una invasión silenciosa
La libreta que Andrea ha encontrado en la maleta del farero está llena de teorías que le resultan muy difíciles de creer
—¿Eres un extraterrestre?
—No, yo solo estoy aquí trabajando.
—Ya. Como ellos.
Eso es lo que dice Francisco en su libreta: que los extraterrestres están aquí trabajando. En sus propios intereses, claro, y nadie parece darse cuenta. Francisco habla de una invasión silenciosa pero a la vista de todos, y muy evidente si te fijas en las señales. Por ejemplo: ¿sabes esta franquicia de tiendas que crece como setas por todo el pueblo? Pues nada de tiendas, en realidad son avanz...
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—¿Eres un extraterrestre?
—No, yo solo estoy aquí trabajando.
—Ya. Como ellos.
Eso es lo que dice Francisco en su libreta: que los extraterrestres están aquí trabajando. En sus propios intereses, claro, y nadie parece darse cuenta. Francisco habla de una invasión silenciosa pero a la vista de todos, y muy evidente si te fijas en las señales. Por ejemplo: ¿sabes esta franquicia de tiendas que crece como setas por todo el pueblo? Pues nada de tiendas, en realidad son avanzadillas de los invasores extraterrestres. De ahí su nombre, Niela, un anagrama de “alien”.
Ayer por la tarde fui a comprar crema solar a una de estas tiendas y aproveché para preguntarle a su dependiente si era un extraterrestre. Cuando le conté el motivo me dijo que, bueno, si desordenas las letras de Niela también te sale «leían» y «línea», algo en lo que no sé si Francisco reparó, pero si lo hizo no llegó a apuntarlo en su diminuta libreta.
Lo que sí anotó fueron todas sus teorías sobre los fenómenos extraños que desde hace tiempo suceden en el pueblo. Francisco creía en todo esto, claro. De hecho, según me contó Tomás cuando me llamó, si le dejaron pasar al archivo del diario fue porque ya le conocían bien: un montón de esos supuestos avistamientos de los que han escrito en el periódico le han tenido a él como principal y —la mayoría de las veces— único espectador, desde la visión privilegiada que tenía de la isla allí, en lo alto del faro.
Ya sabes lo escéptica que he sido siempre con estas cosas, pero eso no quita para que no me lo haya pasado bien leyendo todas sus teorías, al menos todas las que he conseguido entender porque la libreta es un auténtico galimatías. Mientras lo hacía me lo imaginaba el día de su muerte allí, subido al faro y mirando al cielo, tratando de encontrar más pruebas de la invasión, aunque al leerle da la sensación de que ya tenía suficientes. Me ha parecido entender que vio algo un 27 de agosto, y repasando diarios antiguos para recopilar todos los sucesos extraños de los que se tiene noticia descubrió un montón de ediciones de diferentes años, todas del 28 de agosto, en las que se hablaba de otros casos sin explicación ocurridos el día anterior. Así que ese es el motivo por el que viajó con todos esos diarios fuera de la isla: para compartir su descubrimiento, porque aquí en la isla dejó de fiarse de todo el mundo porque a saber quién era alien y quién no.
Tengo que contarle todo esto al mayor experto en extraterrestres que conozco. Le va a encantar. Se llama Mario y tiene ocho años.