Susi Caramelo: “Lo que peor llevo es no poder ligar”
Tras su éxito en ’Las que faltaban’ en Movistar +, la cómica y presentadora estrena su primer programa en solitario
Desde sus primeros pinitos con 22 años en Barcelona hasta hacerse famosa por sus desvergonzados asaltos a pie de micrófono a Pedro Almodóvar (”es mi ídolo”) o a Óscar Jaenada (“me intimidó mucho meterme con él”), ha sido largo el camino de Susi Caramelo (Hospitalet de Llobregat, 39 años), quien siempre reivindica sus orígenes obreros. Después de su éxito en Las que faltaban (Movistar +), el 14 de septiembre empieza su primer programa en solitario. Procaz y deslenguada, quedamos con ella en el ...
Desde sus primeros pinitos con 22 años en Barcelona hasta hacerse famosa por sus desvergonzados asaltos a pie de micrófono a Pedro Almodóvar (”es mi ídolo”) o a Óscar Jaenada (“me intimidó mucho meterme con él”), ha sido largo el camino de Susi Caramelo (Hospitalet de Llobregat, 39 años), quien siempre reivindica sus orígenes obreros. Después de su éxito en Las que faltaban (Movistar +), el 14 de septiembre empieza su primer programa en solitario. Procaz y deslenguada, quedamos con ella en el Muñiz, mítica tasca madrileña donde se graba Caramelo para la misma cadena y donde confiesa que esto de la covid-19 es complicado para un animal de bares como ella.
Pregunta. ¿Cuándo se dio cuenta de que era graciosa?
Respuesta. Con siete años. En La Lola, un bar debajo de mi casa, había un señor que se llamaba Diego y se agarraba unos pedos tremendos y cantaba solo. A mí eso me hacía mucha gracia. Eso y que estaba mellado. Yo imitaba al Diego en mi casa pintándome los dientes de negro y todo el mundo se partía. Decían: “¡Mírala, si es que es como una vieja!”.
P. ¿Y de qué quería ser cómica?
R. Estudié interpretación en un par de escuelas de Barcelona y me sirvió para ver que no quería ser actriz: lo que quería era hablar de mí misma. Me fui a Madrid para conseguirlo, aunque estuve algún tiempo un poco perdida.
P. Así que en 2008 llegó a Madrid desde Barcelona con su maleta llena de sueños.
R. Sí, llena de sueños y un poco de marihuana. Me vine con una mano delante y otra detrás y después de unos meses cogí una depresión de caballo. Me daban ataques de pánico, tenía miedo hasta de mirar al cielo... Curraba en un bar de La Latina y recuerdo estar desquiciada en la barra y meterme en un descansillo a llorar para después seguir trabajando porque era lo único que tenía.
Mi abuela Carmen es la persona más auténtica que he conocido
P. ¿Cómo lo superó?
R. Tuve mucha suerte porque todos mis compañeros camareros habían pasado por cosas parecidas. Me recomendaron a una terapeuta que me ayudó mucho y me dio antidepresivos. Yo pensaba: “Joder, qué mal estoy para llegar a este punto”. Pero es como cuando te duele la cabeza, que te tomas un ibuprofeno. A mí me salvó la terapia, pero sobre todo la medicación.
P. ¿Y cómo dio el salto al circuito de la comedia de Madrid?
R. Mi psicóloga me dijo: “¿Por qué no acabas lo que has venido a hacer aquí? ¿Tú no querías ser cómica? Pues venga”. Conocí a Jorge Segura y me dio la oportunidad de probar el stand up. Pero como lo había pasado muy mal, quería pasarlo muy bien y salía todas las noches. Al cabo de dos años, cuando llevaba ya mucho cachondeo en mi cuerpo, una noche monté un numerito lamentable y Jorge me dio un toque: “Eres muy graciosa, pero como no te tomes la comedia en serio no vas a conseguir nada”. Y empecé a tomarme en serio la comedia. Ironías de la vida.
P. ¿En su casa la apoyaban o pensaban que estaba loca?
R. Siempre han tenido una fe ciega en mí. Somos de un barrio de Hospitalet superhumilde. Mi padre, camarero toda la vida, y mi madre, ya jubilada, ha trabajado de todo. Tengo muchos amigos cómicos de familias ultraconservadoras donde creen que ser cómico es ser un payaso, un idiota. En mi casa, nada de eso. Cuando estudiaba interpretación la escuela me costaba al mes 40.000 pesetas y como mis padres no podían pagármela, me la costeaba mi hermano.
Descubrí que no quería ser actriz: quería hablar de mí misma
P. Uno de sus hermanos trabaja en Nissan. Usted se ha posicionado en contra de los despidos.
R. Sí, claro. ¿Cómo no me voy a posicionar con alguien que ha sido toda la vida un currito para que de pronto se le lleven la fábrica fuera y se queden 20.000 familias desamparadas?
P. ¿Quién es la persona que más le ha hecho reír en su vida?
R. Mi abuela Carmen. Mucha gente me dice: “¡Qué bruta eres!”. Pero si llegan a conocer a mi abuela, flipan. A ella se la sudaba completamente todo el mundo. Era la persona más auténtica que he conocido. ¡Pero si a mí mucha gente en mi barrio de mi edad me conocía por ser la nieta de la Carmen!
P. Tengo entendido que ha pasado el verano en autocaravana...
R. Yo quería haber ido a un hotelazo, pero me han dicho que no doy el perfil lifestyle. Así que me he ido a Nerja con toda mi familia, sí. Me ha hecho mucha ilusión conocer a Tito, de Verano azul, que ahora es un señor que hace rutas en kayak y habla con muchos tecnicismos. Y que viniese desde Málaga José Manuel Parada, que nos llevamos muy bien. Nos conocimos en unos premios y yo pensé: “Él ha sido amigo de todas las grandes de España, pues tiene que ser mi amigo”.
P. Y ahora que están todos los bares cerrados, una noctámbula como usted, ¿cómo se las apaña?
R. Pues me aburro muchísimo. ¡La fama me ha pillado en muy mal momento! Pero lo que peor llevo es lo de no poder ligar. Lo dejé con un chico en marzo y yo, que soy muy hipocondriaca, me emparanoio mucho. Por ejemplo, ahora estoy conociendo a un tío por Instagram y quiero quedar con él, pero me da palo porque quiero hacer el programa y no me puedo poner enferma. ¡Ahora hay que pedir las pruebas del PCR! ¡Mi perro está follando más que yo este verano, que se lió con la perra de mi hermano! Y luego pasó de ella. Me da una pena verla ahí desaprovechada...