Cada día, la gira del adiós
Sin los macroeventos del pasado por la pandemia, se abren paso los directos en pequeños formatos y con restricciones de seguridad. La incertidumbre condiciona el futuro inmediato de muchos artistas
Sin festivales ni grandes giras, es un verano insólito para la música en directo en España. El paisaje musical ha cambiado radicalmente en el país con más certámenes veraniegos de toda Europa, pero también la forma en cómo los artistas se suben a un escenario a compartir su música con un público ataviado con mascarillas. En mitad del miedo por la pandemia y la falta de apoyo institucional, músicos y espectadores viven cada concierto como si fuera el último. Del mes, del año, de quién sabe.
“Todos tenemos la sensa...
Sin festivales ni grandes giras, es un verano insólito para la música en directo en España. El paisaje musical ha cambiado radicalmente en el país con más certámenes veraniegos de toda Europa, pero también la forma en cómo los artistas se suben a un escenario a compartir su música con un público ataviado con mascarillas. En mitad del miedo por la pandemia y la falta de apoyo institucional, músicos y espectadores viven cada concierto como si fuera el último. Del mes, del año, de quién sabe.
Loquillo: “Es como volver a los viejos tiempos de la furgoneta"
“Todos tenemos la sensación de que puede ser el último. Los que estamos en esto estamos deseando salir. A pesar de las mascarillas y todo eso, la música te lleva a un sitio mejor y nos hace mucho bien a todos. Ahora el público vive los conciertos como una delicatessen. La incertidumbre lo ha llenado todo con un aire de despedida”, reflexiona Alejandro Pelayo, integrante de Marlango junto a Leonor Watling. Sentados en el jardín de una casa rural de A Estrada (Pontevedra), donde por la noche ofrecerán un concierto bajo los árboles para menos de 200 personas, ambos comparan el hoy con el ayer. Por cada concierto que dan este verano ofrecían antes 12. A estas alturas tenían clara su agenda hasta Navidad (también sus ingresos). “Y nosotros somos dos autores que somos dueños del proyecto, nos podemos reinventar, pero los músicos que viven de tocar en varios grupos lo van a pasar fatal. A mí me preocupan mucho las cosas más complejas, como las orquestas, los cuerpos de baile o la música clásica”, señala Watling. Incluso ellos carecen de certezas sobre su futuro profesional: “Igual tenemos que parar nosotros también. No lo digo en tono lastimero, existe esa posibilidad real. El que haya tenido la sabiduría de guardar, tal vez pueda aguantar, pero casi todos pagamos el día a día con los conciertos. Si se paran, habrá que pensar otras cosas”, sostiene el pianista.
El formato de Marlango es perfecto para esta crisis: un piano y una voz. Tocan ante pequeños aforos: la nueva normalidad se ha cargado los espacios multitudinarios y ha abierto la puerta a otros nuevos. Adiós al macrofestival, bienvenido el directo íntimo. Lugares como a Casa do Lagoeiro, que ha creado en su jardín un escenario para un ciclo musical que incluye, entre otros, a Xoel López, Mikel Erentxun o Tanxugueiras. “A mí me conmueve mucho ver que la gente supera el miedo para ir a un concierto. No es la opción fácil”, elogia Watling. “Tiene también un componente de rebeldía, ir a un concierto es una declaración, se agradece mucho”, añade Pelayo. El miedo es real. “Mucha gente nos llama para preguntar por la distancia entre el público”, explica el gerente del espacio, Roberto Conde.
Un formato reducido también lleva Amaral. El dúo zaragozano tenía prevista una gira de grandes pabellones pero, tras aplazarla a 2021, han decidido salir en formato acústico, sin banda. “La música ha ganado mucho terreno en estos años pasados y no se puede echar a perder su presencia. Tenemos que adaptarnos a la situación y por eso creemos importante salir a tocar. Si no lo hacemos, desapareceremos”, explica la cantante Eva Amaral. De eso habla también Loquillo, quien el pasado 3 de julio protagonizó la actuación de apertura del WiZink de Madrid, uno de los recintos más importantes del país para la música en directo. Fue el primer gran concierto en España en esta etapa de mascarillas. También un acto simbólico. “No podemos dejar que la música se pare. Por eso, algunos hemos decidido salir de gira pese a todo. Somos la resistencia”, asegura el cantante.
En el WiZink, Loquillo ofreció un recital de rock con toda la banda, en su forma clásica, tal y como venía haciendo en los últimos años. Fue algo puntual. “No puedo repetir ese concierto en más sitios. Querría, pero las circunstancias son las que son. Economía de guerra”, explica. “Es como volver a los viejos tiempos. Cojo la furgoneta y salgo para la ciudad que corresponda. Nada de trenes ni aviones. Es como si hubiera vuelto a empezar con mis cuarenta años de carrera”. Gabriel Sopeña, exmiembro del grupo zaragozano Más Birras, asiente a su lado. Ambos comparten escenario dentro de una gira conjunta en la que cantan poemas y canciones propias. Se encuentran en el backstage del festival Viva la Vida, que se celebra este verano en el exterior de La Lechera de Torrelavega, en Cantabria, donde han tocado Los Secretos, M-Clan, Ismael Serrano y Natalia Lacunza, entre otros.
Durante el concierto, por el que Loquillo tuvo que pedir disculpas tras increpar a un vigilante de seguridad que cruzaba delante del escenario, los espectadores permanecen sentados en sillas que mantienen la distancia de seguridad. La gente se distribuye en cuatro zonas y están siempre atendidos por camareros con mascarilla y desinfectantes que pasan regularmente para que nadie se levante ni haga colas en las barras. Letrista y vicedecano de la Universidad de Zaragoza, Sopeña hace hincapié en la importancia de la música en directo y en la seguridad de los conciertos: “El presidente de nuestro país debería venir por él mismo y ver que la cultura es segura”.
Las medidas son estrictas en casi todos los espacios. En el Auditorio Mar de Vigo, donde este verano se han programado 37 actuaciones en el festival TerraCeo (Kiko Veneno, Coque Malla, Antonio Zambujo, Uxía, Javier Ruibal, Love of Lesbian, entre otros), el uso permanente de la mascarilla era obligatorio antes de que se convirtiese en una norma general cuando el rebrote se convirtió en oleada. “Los promotores y técnicos son héroes y el comportamiento del público es increíble. Sufro más cuando voy a la playa”, apunta Marc Ros, cantante de Sidonie. Eva, de Amaral, cuenta que ella y su compañero son “muy escrupulosos” con los protocolos: no reciben a nadie en camerinos, mantienen distancias entre todos los miembros del equipo y no invitan a otros artistas al escenario, aunque les encantaría.
El coronavirus ha podido echar abajo el gran circuito de las giras y festivales en España, pero no ha acabado con la magia del directo. Porque, cuando más difícil se ha hecho subirse a un escenario, más parece que la música acude al rescate de todo tipo de urgencias emocionales. “La música forma parte de nuestras vidas”, sostiene Juan Aguirre, de Amaral. “Pienso mucho en estos días cuando me fui un verano de adolescente a vivir con mis tíos porque en mi casa tuvo un accidente mi padre y tenía que descansar. Me afectó mucho, pero ese verano la música fue mi salvación. Le aprendí a dar un valor increíble. Está muy bien que la música esté en los buenos momentos, pero también tiene que estar en los malos. Creemos necesario salir a tocar ahora más que antes”. Para Amaral, la experiencia de actuar bajo estas circunstancias está siendo una “catarsis”, en palabras de Eva. “Es muy emocionante. Aunque haya distancia, la gente está más cerca que nunca”, añade. “En el primer concierto todo estaba a flor de piel, hay predisposición a las emociones. Es un mundo raro”, coincide Watling.
Marc Ros (Sidonie): “Hay un plus nuevo, mayor electricidad”
A ellos, como a León Benavente o Sidonie, dos de los grupos que más conciertos están dando por España y sin variar sus formatos originales, les ha sorprendido el ambiente que se han encontrado. “Es tremendo. El público llega con la dinamo a punto de reventar por todo lo que han vivido. Hay un plus nuevo, mayor electricidad. Estamos viviendo una gran aventura. Nos vemos en esta gira como los Goonies”, cuenta el cantante de Sidonie. “Nos costó arrancar, pero ahora cada concierto es una liberación increíble. No exagero si, al menos yo como cantante, estoy dando algunos de los mejores conciertos de mi vida”. Abraham Boba, cantante de León Benavente, asegura que la gira está siendo “extraordinaria” y “toda esta situación aporta un grado de emoción distinto por todo lo que estamos viviendo”. Un verano insólito. Cada concierto parece el último.