Ana Peleteiro: “Me gritaron ‘negra de mierda, vete a tu país”
La deportista gallega, de 24 años, asegura que en el atletismo hay "mucha envidia"
La apuntaron a ballet, pero no funcionó. Su padre decidió entonces que probara con una de sus pasiones, el atletismo, y Ana Peleteiro empezó a volar. Nacida en Ribeira (A Coruña) hace 24 años, es campeona europea de triple salto con una marca de 14,73 metros y fue en 2012 premio nacional al mejor deportista menor de 18 años. Ahora quiere quitarse la espinita de los Juegos Olímpicos de Tokio, aplazados por el coronavirus hasta el próximo año.
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La apuntaron a ballet, pero no funcionó. Su padre decidió entonces que probara con una de sus pasiones, el atletismo, y Ana Peleteiro empezó a volar. Nacida en Ribeira (A Coruña) hace 24 años, es campeona europea de triple salto con una marca de 14,73 metros y fue en 2012 premio nacional al mejor deportista menor de 18 años. Ahora quiere quitarse la espinita de los Juegos Olímpicos de Tokio, aplazados por el coronavirus hasta el próximo año.
Pregunta. ¿Quién la ayuda a poner los pies en el suelo?
Respuesta. Mis padres me hacen tener los pies en el suelo e Iván [Pedroso], mi entrenador, me hace volar.
P. Se tatuó “Prohibido rendirse” en el brazo. ¿Cuándo le dio miedo olvidarlo?
R. Me lo tatué en un momento difícil para recordar que hay que tirar hacia adelante. Fui al Mundial de pista cubierta repescada, quedé penúltima y fue un mazazo brutal. Ahí tenía 19 años.
P. Después de su primer gran triunfo, pensó incluso en dejar el atletismo. ¿Qué pasó?
R. Fue en 2012. Pasé de ser una niña de pueblo desconocida a que se generara mucha presión y muchas expectativas. Cometieron un error que se hace mucho aquí de endiosar a deportistas muy pronto. Yo ni había dado mi cambio hormonal. Era una niña. Me marcaron unas expectativas súper altas, y en el momento en el que no las cumples, te machacan. Yo misma pensé que las iba a cumplir y llevé muy mal el fracaso.
Me marcaron unas expectativas súper altas, y en el momento en el que no las cumples, te machacan
P. ¿En el atletismo ponen muchas zancadillas?
R. Es un deporte individual y jodido. Tienes que cuidarte al máximo. Y es muy triste, pero hay mucha envidia. Mucha gente de este deporte no se alegra por ti si te va bien. Los que más se alegran son los de fuera. Una vez oí a un atleta decir que preferiría quedar tercero pero que ningún otro de su país ganase medalla a ganar el oro pero no ser el único medallista español, para no compartir ese momento. Es muy triste preferir un bronce a un oro por la fama.
P. ¿En qué se parece a cualquier otra chica de 24 años y en qué no?
R. En muy pocas cosas. Si me comparo con mis amigas del pueblo, tenemos vidas totalmente diferentes. Cuando voy soy feliz, pero noto que sus objetivos y obligaciones son muy diferentes a los míos. Tengo la suerte de viajar, pero me pierdo muchas cosas: cumpleaños, cenas. A mis padres los veo 40 días al año como mucho.
P. ¿Ha sufrido racismo?
R. En Galicia jamás tuve ningún problema, ni cuando no era conocida ni ahora. Y fui la primera negra en Ribeira. ¡La primera vez que vi a negros fue en unas vacaciones de niña en Cuba! Desde que vivo en Guadalajara sí he sufrido varios episodios de racismo. Yo solía decirle a mi chico que aquí no había y él me decía que sí. Te empiezas a fijar y efectivamente. Creo que es porque antes siempre estaba con gente blanca y en Guadalajara voy con gente negra y cuando ven a un negro con un blanco está todo bien, pero si son dos negros van a robar. En la gasolinera un señor me gritó: “¡Negra de mierda, vete a tu país!”. ¡Estoy en mi país! Da mucha rabia. Mi madre biológica es gallega. Mi padre biológico, africano, no sé de dónde. Jamás se ha puesto en contacto conmigo, lo que agradezco, porque no necesito nada más. Además, si trabajas en España y te sientes español, ¿qué importa la sangre?
P. “Resulta contradictorio que en el deporte se defienda tanto a la mujer y después se organice una competición en un país como Qatar”. ¿Le riñó alguien por aquellas declaraciones?
R. No. En el atletismo no hay diferencias, es un deporte igualitario. Que llevasen un Mundial a un país donde las atletas iban a ser juzgadas por llevar poca ropa no me pareció lo más lógico, pero el dinero mueve el mundo.
P. Con 17 años se fue a Madrid y ahora vive y entrena en Guadalajara. ¿De morriña, qué tal?
R. Fatal. Y a medida que vas madurando aprecias más lo que tienes en casa. Rezo para que acaben el AVE a Galicia.
Que llevasen un Mundial a un país donde las atletas iban a ser juzgadas por llevar poca ropa no me pareció lo más lógico, pero el dinero mueve el mundo
P. ¿Cómo fue el encuentro con Usain Bolt? ¿Era riquiño?
R. ¡Esa noche fue brutal! Después del Campeonato del Mundo me dieron el trofeo a atleta revelación y me invitaron a una fiesta con todas las estrellas del atletismo. Metí a todas mis amigas en la fiesta y terminé pinchando con Bolt. Sí, ¡muy riquiño!
P. ¿Alguna vez ha pedido un autógrafo?
R. Un montón. Soy superceltista. En unas vacaciones con mis padres, hicimos escala en Madrid y vi a Mostovoi. Esperé a que saliera del baño y le pedí que me firmara la riñonera.
P. ¿Y recuerda quién le pidió a usted el primero?
R. Empezó desde muy pequeña, a veces lo pedían las propias rivales. Lo hago con mucho gusto.
P. Tenía el póster de su actual pareja, Nelson Évora, campeón olímpico de triple salto en 2008, antes de conocerlo.
R. A mi padre le encanta Portugal y el atletismo y de pequeña siempre animábamos a los españoles y a los portugueses en las competiciones. Tenía el póster de Nelson, que era portugués y guapísimo, y mi padre me imprimía cosas suyas en el trabajo. ¡Cuando aparecí con él en casa no daba crédito!
P. Dígame un personaje público que admire.
Solo puedes admirar lo que conoces de verdad
R. Hoy muy poca gente dice lo que piensa y solo puedes admirar lo que conoces de verdad. Mis referentes son mis padres y mi abuela Juana. Ella era muy pobre y tuvo una vida muy dura. Mis padres fueron la segunda familia a la que llamaron. La primera dijo que no me quería. Hicieron muchas cosas por primera vez y estoy muy orgullosa de ellos y de sus valores. Son los que transmitiré a mis hijos.