Exposiciones orales, simulaciones y proyectos grupales: los profesores plantan cara a la IA
Una nueva era de docentes busca diferentes métodos o resucita antiguas maneras de llevar un aprendizaje más significativo al aula, con o sin la inteligencia artificial
En su libro, IA y Educación (Trama editorial, 2025), Tíscar Lara y Carlos Magro sostienen que “la inteligencia artificial tiene el potencial de convertirse en una herramienta crucial para repensar y abordar de manera innovadora muchos de los retos persistentes que el sistema educativo ha arrastrado durante décadas”. Desde que esta tecnología aterrizó con fuerza en las aulas, tras la salida de ChatGPT a finales de 2022, uno de los sectores más sacudidos ha sido el educativo, lo que ha dejado más dudas que certezas en los colegios y universidades. La gran pregunta es cómo abordar el aprendizaje y la evaluación cuando existen herramientas que, con mejores resultados cada día, son capaces de ordenar el lenguaje para resolver ensayos escritos o problemas matemáticos. Estos seis profesores de distintos niveles educativos indican cómo están luchando o aliándose con la IA.
Alejandro Néstor García, murciano de 47 años, se encuentra, en general, satisfecho con los avances logrados en sus asignaturas. Este profesor de sociología de la Universidad de Navarra inaugura el ciclo escolar con optimismo. En los últimos tres años ha reordenado su metodología para dar más espacio a la discusión y al análisis dentro del aula y desplazar, con la supervisión adecuada, lo que él denomina la “transmisión de conocimiento”. García explica que ahora, gracias a las diferentes herramientas de la IA, los alumnos pueden fácilmente transformar un texto en un pódcast, un mapa mental o un test interactivo. Esto le permite empezar sus clases asumiendo que ya han digerido la teoría y hay más tiempo para el aprendizaje.
“Empezamos las clases con un test que evalúa si han absorbido el conocimiento que previamente he seleccionado y trabajado para ellos. Soy defensor de que la memorización es la base para luego construir una argumentación crítica”, argumenta García, quien cree que los alumnos deben seguir interiorizando los conceptos teóricos fundamentales de cada asignatura. Según una investigación reciente, un 30% de los alumnos utiliza chatbots para hablar sobre temas personales o realizar trabajos íntegramente, un 63% para estructurar los trabajos y el 80%, para buscar información
Un estudio del MIT reveló que los estudiantes que usan ChatGPT para escribir ensayos tenían peores recuerdos de su propio trabajo. El resultado refleja el “efecto Google”, según el cual la búsqueda sencilla de información reduce la retención de la memoria interna; de igual manera, las investigaciones demuestran que el uso del GPS disminuye la memoria espacial.
No obstante, García, reconoce que su optimismo parte de la preocupación: “Soy consciente de que algo se ha roto en el aula”. Y asegura que muchas de las tareas que se enviaban a casa ahora son inútiles para el aprendizaje de los alumnos. En respuesta, ha convertido sus clases en un campo de resistencia. Para ello, se apoya en actividades que le permiten medir el progreso del alumnado: por un lado, impulsa el trabajo en equipo, donde se producen “simulaciones” de casos. “Por ejemplo, si trabajo con estudiantes de psicología, simulamos cómo habría que tratar a un paciente de manera ética”, explica. En paralelo, evalúa las conversaciones que tienen los estudiantes, escuchando sus argumentos y el uso de los conceptos. También revisa las preguntas que hacen a los modelos de lenguaje, y considera que esto puede evaluarse.
María del Mar Sánchez Vera, de 42 años, doctora en pedagogía y encargada de formar a futuros profesores en la Universidad de Murcia,apunta en la misma dirección: “Ahora los proyectos y el trabajo en el aula son nucleares”. Lo que Sánchez busca durante sus sesiones es vigilar el proceso de construcción de aprendizaje y poder guiar a sus estudiantes, a los que impulsa a plantearse las preguntas adecuadas. “Ser docente es mucho más que transmitir datos, es conseguir que las personas empiecen a reflexionar sobre sí mismos”, comparte.
La docente ha optado por exámenes orales porque considera que son herramientas que ponen a prueba la capacidad de argumentar y razonar de los estudiantes. “Les brindamos una lista de temas para hablar y luego les retamos con casos reales que afrontarán en sus trabajos; por ejemplo, que se imaginen, que están en un equipo directivo y deben tomar una decisión concreta. Así logramos acercar los conceptos a la práctica”, resumen.
Vigilar de cerca el proceso —en lugar del resultado— y conseguir evaluarlo es la tarea de los profesores de esta época, marcada por la llegada de una tecnología transformadora, indica Charo Fernández Aguirre, docente de 58 años en la Universidad de Nebrija. “Esto nos lleva a replantearnos muchos conceptos que se están quedando obsoletos en la educación, como los trabajos finales de grado o TFG. ¿Nuestro objetivo es que realicen un buen marco teórico o que sean creativos en su investigación? La primera opción la puede hacer un chatbot, pero lo segundo requiere de formación y supervisión”, comenta.
Preguntas simples para entender la IA
Los profesores de primaria también han visto a la IA tocar la puerta de sus aulas. María Fernández Gago, vallisoletana de 45 años y docente de sexto de primaria en el Colegio Público Miguel Delibes, afronta el reto de preparar a estudiantes de 10 u 11 años en la comprensión que tienen sobre los modelos de lenguaje o el machine learning. “Para ellos roza lo mágico y los capta enseguida”, indica por videollamada.
Fernández aprovecha esta curiosidad para indicarles qué hay detrás de un sistema de IA y cómo funciona. Este proceso requiere creatividad por parte de los profesores, que utilizan software especializado para desarrollar estas ideas. “Les mostramos un mar al que debían enseñarle qué elementos debe contener y ellos deben tomar las decisiones: ¿Existen peces? ¿Existen estrellas de mar? ¿Existen este otro tipo de animales? Tras ver los resultados comprenden que un sistema de IA alberga datos seleccionados por humanos y que estos se pueden equivocar o tener sesgos”.
La profesora señala que de esta forma evitan que los alumnos “confíen en exceso” en las herramientas de IA generativa. “Tener competencias digitales no es usar mejor ChatGPT, si no entender cómo opera por dentro. Al enseñarles esto les estamos dando poder de decisión y desarrollando su pensamiento crítico sobre la tecnología”, apunta.
Hay otros usos creativos donde la herramienta es la protagonista. Javier Monteagudo, de 50 años, es profesor de primaria en el colegio Manuel Bartolomé Cossío de Madrid y explica que gracias a la IA los estudiantes pueden transformar simples trazos en fotografías que emulan paisajes de gran calidad, lo que empuja su creatividad. Fernández también usa la IA para que los estudiantes intenten replicar un dibujo propio brindando instrucciones o prompts al chatbot: “A la mayoría no le gusta el resultado de la IA y prefirieron su dibujo, pero entienden que hay que darle instrucciones bien elaboradas para que funcione bien”.
La pregunta en la que coinciden todos los entrevistados es: ¿Qué es lo que quieres que tus alumnos aprendan? Javier Prada (35 años, Sevilla), docente de FP en la capital andaluza, cree que lo más fundamental es que los estudiantes salgan de sus etapas educativas con el “criterio” necesario para adobar los retos de mañana y poder entrar a un mercado laboral que se está transformando. “La reflexión, el análisis, pero también la actitud y la curiosidad son los últimos bastiones que debemos cuidar los docentes y potenciarlos”, cuenta este docente, quien antes de empezar a instruir en programación a sus alumnos, imparte una clase de alfabetización, es decir, les enseña cómo toman decisiones los grandes modelos de lenguaje.
Para Monteagudo, la lA ha sido una ola a la que no todos los profesores están dispuestos a subirse, sobre todo en un momento en el que el debate se centra en la prohibición de las pantallas en las aulas. En su caso, se ha convertido en un apoyo fundamental para aliviar la carga burocrática que soportan, según su opinión, los profesores: “Nos permite trabajar con más tiempo y sosiego, dos aspectos clave para ser mejores en este trabajo”.
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