El científico que convirtió 30 años de datos climáticos en música
El geoambientalista Hiroto Nagai transforma mediciones científicas, como la radiación solar o las precipitaciones, en una original composición para cuarteto de cuerda
La rápida y estridente melodía de un violonchelo es el sonido de la radiación solar. El violín interpretado con notas breves y muy separadas entre sí representa la irregularidad de las precipitaciones. Así lo revela la composición Polar Energy Budget (Presupuesto de energía polar) del científico Hiroto Nagai, quien dice haber logrado combinar su afición por la música con su trabajo como geoambientalista. Nagai ha creado una pieza para un cuarteto de cuerda a partir de datos climáticos recolectados durante un período de 30 años (de 1982 a 2022), solo la punta del iceberg de un proyecto más ambicioso que invita a músicos a crear sobre registros académicos y difundir la ciencia sobreponiendo las emociones a la curiosidad intelectual.
“Con la sonificación de datos [la transformación de cualquier tipo de información en sonido] podemos descubrir alguna anomalía, algún movimiento extraño, cambio climático o calentamiento global. El sistema terrestre sigue un ciclo estacional, pero tiene algo de aleatoriedad que solo se puede detectar a través de esta sonificación”, dice Nagai por videollamada desde Tokio. El uso más común de la representación de datos por audio son los monitores de frecuencia cardiaca, también permite percibir patrones y monitorear un objeto de estudio. En el caso de Nagai, fueron las radiaciones, precipitaciones, temperatura de la superficie y espesor de las nubes que ocurrían en los dos polos: el Ártico y el Antártico.
El también docente en el Departamento de Geografía de la Universidad Rissho tomó la información pública disponible en Earth Engine de Google y el Centro de Tecnología de Teledetección en Japón financió el proyecto. Descubrió en el proceso que ciertos fenómenos están relacionados naturalmente con algunos sonidos: “La secuencia 1.366 kilovatios por metro cuadrado es muy importante en la ciencia porque es el valor constante de la radiación solar. Eso significa que la energía solar es una radiación de onda corta. Convertí esa sucesión en la escala musical mi-la-la, que aparece en el medio de mi pieza musical”. Ese compás breve y abrupto es el que dota a Presupuesto de energía solar de dramatismo, tensión y momentos inquietantes.
“Escogí una forma muy típica en la música clásica occidental, que es el cuarteto de cuerda [dos violines, una viola y un violonchelo, que emulan a un tenor, soprano, alto y barítono], porque son instrumentos que se pueden tocar de muchas maneras solo cambiando la posición del intérprete. También tiene influencias de la música minimalista, que se crea mediante la recopilación de pequeños fragmentos similares y ligeramente cambiantes”, explica Nagai sobre su obra.
La composición fue estrenada en la Universidad de Waseda hace un año, se publicó su estudio el mayo pasado y se preparan nuevas presentaciones, un sueño frustrado ha visto superado su autor. Porque, a pesar de ser doctor en Estudios medioambientales y haber trabajado en la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial, entre otras instituciones científicas, siempre tuvo una pasión por la música.
Nagai aprendió a tocar el piano a los cuatro años, en el bachillerato tocaba el saxofón y hacía algunos arreglos musicales. “Escribía piezas muy pequeñas y nadie estaba interesado en mis trabajos porque eran muy típicos de la música académica”. Ahora, su música ha despertado el interés de todo Occidente y ha repercutido principalmente en España, Italia y Latinoamérica. “No sé por qué me quiere la gente latina, me sorprende que los periódicos japoneses no hayan tenido tanto interés”, recuerda. Es justamente su afición y conocimiento sobre la composición musical lo que ha diferenciado su trabajo de otras representaciones auditivas de datos científicos que ya existen, principalmente los relacionados con la astronomía.
Música para difundir ciencia
La sonificación de datos se ha ido popularizando, con ejemplos como la melodía del campo magnético terrestre elaborada por la Agencia Espacial Europea o la de un agujero negro supermasivo creada por la NASA. Incluso ya existía una representación musical de datos climáticos, el trabajo de Daniel Crawford, quien creó un fragmento con violonchelo para contar el aumento de las temperaturas globales a lo largo de 135 años.
El cambio climático no se percibió en las mediciones que hizo Nagai porque el rango de tiempo era muy corto y los cambios pequeños para ser percibidos. A pesar de estas experiencias previas, es la primera vez que se escribe una composición de seis minutos con hilo narrativo a partir de datos científicos.
“La conversión de datos de la ciencia a datos musicales es muy fácil. Se puede hacer con un botón desde mi algoritmo informático, pero no tendría la capacidad de mover emociones. Puedes buscar en Google muchas obras con datos científicos en la web, pero algunas son muy difíciles de seguir escuchando. Un sonido muy alto o muy bajo no puede ser música para los humanos. En el proceso, me preguntaba qué es reconocido como música y qué es simplemente un sonido”, cuenta quien fue investigador invitado de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marino-Terrestre. Así, para conseguir un sonido agradable, tuvo que establecer un rango de melodías y definir una gama de tonos: “Es un proceso muy similar al de cocinar. Tienes el pollo o la carne cruda, pero tienes que hornearla o freírla”.
A pesar de criarse musicalmente con Bach y Beethoven, fue mientras escuchaba música electrónica cuando se le ocurrió musicalizar el clima. “Los creadores de EDM (siglas para el género de música dance) mezclan cualquier sonido, el llanto de un bebé o un grito, y me hizo pensar en cómo ruidos no muy musicales se pueden introducir en algunas obras. Los datos científicos y los de la música son ambos datos digitales, nos ocupamos de los dos de la misma manera”. Esa convicción de que registros numéricos y composición son afines lo llevó a crear la plataforma Polar Geosonif-i, una herramienta que recoge todas las mediciones de la Tierra, indicadores topográficos o estadísticas de cambio de temperatura, listos para ser convertidos en notas musicales.
El convencimiento de Nagai de que la música es un medio ideal para difundir ciencia lo lleva a mencionar posibles trabajos más allá de la observación de la Tierra. Se puede medir, menciona, la disminución que ha tenido alguna especie, como leones o cebras en un espacio específico; el antes y después de una zona contaminada por la radiación; o los niveles de luz en sitios afectados por la guerra. “Los artistas no usan muchos datos científicos o de observación que pueden ser una fuente de creación. Hay tantos esfuerzos desde la ciencia para visibilizar fenómenos que espero que la música pueda usar cada vez más”.
¿Cómo llevar la ciencia al campo del arte? La respuesta, con cada vez más adeptos, está en las colaboraciones. “La forma más sencilla son las cooperaciones entre un músico o artista profesional y un científico. Este tipo de trabajo está en auge en la comunidad científica internacional y ya se realizan grandes congresos que incluyen presentaciones que combinan arte y ciencia”. El objetivo: hacer emocionante y entendible un pedazo de la realidad.
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