El mundo digital dispara la violencia sexual hacia los menores desde su entorno cercano
La información de lo que verdaderamente está pasando y de cómo parar la tendencia no acaba de llegar a las víctimas y a sus familias, y la mayoría optan por no contar el abuso por miedo
Los abusos sexuales y el acoso que suceden en el mundo real se han trasladado al digital, apoyándose en él. Pero la mayoría de los casos no son culpa de una persona desconocida, que se pone en contacto con el menor a través de las redes, haciéndose pasar por alguien de su edad. En la mayoría de los casos (el 53%) es alguien conocido o del entorno de la víctima, según un informe de encargado por la Fundación Mutua Madrileña y la Guardia Civil. También acechan los desconocidos, pero en menos proporción (son el 17%) y los que menor proporción (el 13%) proceden de gente que conocen los menores sólo del mundo digital.
La tendencia de este tipo de acoso dibuja una curva hacia arriba, con un pendiente vertiginosa, sobre todo desde la pandemia. Tanto, que la Guardia Civil va a iniciar una campaña, junto a Fundación Mutua Madrileña, dirigida a los niños y jóvenes y sus familias para incidir en los riesgos e informarles de lo que realmente está pasando y de cómo evitarlo.
Además, los expertos en protección de menores están viendo cómo se dispara con la inteligencia artificial (IA), que abre el abanico de modalidades de acoso, por ejemplo, mediante el uso de falsos desnudos, que ya no se hacen sólo de famosos. Ha pasado a estar a la orden del día en muchos casos de bullying en colegios y de abusos sexuales en entornos familiares. El efecto facilitador de lo digital para los que buscan ejercer la violencia sexual sobre los niños es enorme. Y, según los expertos en este tema, lo peor está aún por llegar con el aterrizaje de cada vez más herramientas digitales que lo posibilitan.
Hacerse fotos desnuda o desnudo con o para un chico o chica es común entre muchos adolescentes. Si les entran dudas cuando se lo piden, les caen los reproches habituales: eres una persona aburrida, su anterior pareja sí lo hacía o lo hace todo el mundo. Esta presión va unida a lo interiorizado que tienen los menores el mundo digital, lo que hace que, muy a menudo, no le den importancia a colgar fotos en sus perfiles y redes con un claro contenido erótico.
Y, cuando se da un caso de abuso, la historia también se repite: la culpa es de ellas o de ellos, por provocar. El miedo a que sus padres les culpen de haberse hecho esa foto provoca que no les cuenten el abuso sexual o el bullying sexual y que no lo denuncien. La consecuencia es que el agresor, a pesar de haber jurado que ese contenido digital era sólo para él, se lo pasó a toda la clase o lo colgó en la red y ahora está fuera de control, y buena parte de él incluso corre por los foros de pornografía infantil.
El miedo de contárselo a sus padres
“El silencio y la soledad son las principales reacciones de estos menores”, explica la socióloga Marta Delgado, del Instituto de Investigación Twiga y una de las autoras del estudio sobre Estudio sobre Violencia Sexual contra la Infancia y adolescencia en el ámbito digital, publicado este junio. “La víctima no se lo cuenta a sus padres en un 75% de los casos de violencia sexual y no se lo cuenta a nadie en uno de cada tres casos. Por lo que muchos menores se enfrentan a esta amenaza solos, que se da especialmente en la adolescencia temprana, es decir entre los 13 y 15, que es la edad en la que son más vulnerables a ser víctimas de abusos o extorsiones sexuales que salen de su entorno”, añade.
El informe ha sido encargado por Fundación Mutua Madrileña en colaboración por la Guardia Civil, dado “el abismal aumento de casos que ha habido desde la pandemia del covid-19 y la postpandemia”, como resalta Andrés Palomo, uno de los participantes en el estudio, en el que ha colaborado como parte de la Unidad Técnica de la Policía Judicial de Inteligencia de la Guardia Civil.
Tras analizar la situación, ya con los datos en la mano, Guardia Civil y Mutua Madrileña van a poner en marcha una campaña en las próximas semanas, “dirigida especialmente a los menores y a sus padres y familias para que tomen conciencia de la gravedad de este problema, que va a ir a más en los próximos años, con las facilidades que les da el mundo digital a los pedófilos y pederastas y ahora también la Inteligencia Artificial (IA)”, resalta Palomo.
“El que sea un tabú, es decir, que no lo cuenten, ocurre de una forma muy acusada en los casos más graves, por ejemplo, de sextorsión, que es la amenaza o chantaje de difundir contenido sexual sobre la víctima a cambio de mantener relaciones con ella o de que le mande más contenido íntimo”, explica Delgado. Y apunta las principales razones que llevan a los menores a guardar silencio: la vergüenza (en el 25% de los casos), la falta de confianza (23,5%) y el temor a llevarse una reprimenda (18%).
El estudio cuenta con dos partes, una cualitativa (de reuniones con grupos) y otra cuantitativa. Se han analizado dos franjas de edad, los adolescentes (de 16 a 18 años) y los jóvenes (de 19 a 22 años). Y esto decía uno de los entrevistados de 20 años sobre guardar silencio: “Las imágenes siempre quedan en algún móvil y se pueden volver a reenviar. Y a esas edades no se sabe cómo gestionarlo. Si se lo dices a tus padres, te van a echar la bronca”. La encuesta recoge un dato que confirma estos temores: entre los menores que sí se lo contaron a sus padres, en el 58,8% de los casos en los que había habido un reenvío de fotos o de vídeos íntimos o sexuales, los progenitores no les entendieron y les culpabilizaron de lo que había pasado.
“La recomendación a los padres es que traten de generar un entorno de confianza y acompañamiento, no sólo para prevenir situaciones, sino también para crear las condiciones para que el hijo o hija se sienta respaldado para contar cualquier suceso. Poner el foco en la importancia de no vivir estas situaciones en soledad: transmitirle que no está solo, que es importante que cuente lo sucedido, y que estas situaciones son reparables”, añade Delgado.
No hay ciberbullying sin bullying
El psicólogo clínico José Ramón Ubieto explica que “el ciberbullying no tiene sentido sin el bullying”. “Si te acosan desde Canadá, desconectas y ya está, pero si es tu compañero de clase, ya es otra cosa, porque tienes que medirte con él, darle una respuesta, y es cuando se reacciona con el silencio y la resignación. Es la prolongación del bullying gracias a la tecnología, todo empieza con un problema previo en su entorno”.
Ubieto es un gran experto en la materia. Pertenece a la Asociación Mundial de Psicoanálisis y es autor de diversos libros como ¿Adictos o amantes?: claves para la salud mental digital en infancias y adolescencias. Y dentro de un mes publicará Adolescencias del siglo XXI: entre el frenesí y el vértigo. Cómo acompañarlos.
El psicólogo apunta que el bullying se produce porque existe la mirada de una tercera o terceras personas: “En el escenario están el agresor y la víctima, pero hay otras personas viendo el espectáculo desde la platea y un cuarto elemento son los padres y profesores y sus actuaciones ante esta situación. El público es fundamental en estos casos y la mayoría tiene una actitud pasiva”.
Cuenta el caso de una chica que decía que desde su casa le mandaba cada día un WhatsApp a una compañera de clase que estaban acosando para darle ánimos. Pero no lo hacía en el propio colegio, lo hacía de una manera oculta y, por tanto, realidad pasiva, porque tienen miedo, callan para no ser el siguiente.
Para los jóvenes no hay diferencia entre lo real y lo virtual, es el mismo mundo en el que se comunican de ambas maneras indistintamente. Están en una edad en la que se están encontrando, probando versiones de cómo deben comportarse, se fijan en las tendencias de TikTok, etcétera. Según este psicólogo clínico, “el problema principal en los casos de bullying es que los padres no se enteran en casi ningún caso y tampoco reciben la respuesta y protección que necesitarían de sus maestros. Es una edad en la que quieren ser niño y mayor al mismo tiempo. Quieren libertad e información, pero también la protección del adulto, y no saben cómo gestionarlo”.
Respecto al hecho de no contarlo, este experto corrobora que “el tabú se produce por el sentimiento de culpa, por la vergüenza que les da el no haber sabido cómo responder ante la situación”. “Eso es lo que convierte a una persona en víctima, el no ser capaz de desafiar al otro te consolida en la condición de víctima y te cohíbes”, prosigue Ubieto. “El acosador lo que busca es el talón de Aquiles de la víctima y, cuando da con él, empieza la actuación”.
“El autor no es, como asociamos habitualmente, un adulto que se esconde tras las redes, sino sus compañeros del mundo físico de edad similar o de superior. No son mundos paralelos, el real y el digital, sino que el segundo actúa como un amplificador de la vida cotidiana”, explica Delgado. “La consecuencia es que las víctimas tienen una sensación de falta de control sobre su vida que es real, porque una vez en la red, ahí se queda ese contenido”, añade.
Este tipo de violencia sexual tiene más impacto psicológico en las chicas que en los chicos que lo padecen, les afecta más a ellas. Ellos lo viven más como una falta de lealtad de sus amigos y ellas como una agresión. En cuanto a los autores, este estudio destaca que se repiten más los casos de chico a chica y de chico o grupo de chicos a otros chicos. “Pero todo esto rompe el mito de los riesgos de Internet centrados en un hombre que contacta con una chica menos por redes, porque, además, de esto ellas ya están prevenidas, pero, sin embargo, no de los casos cercanos”, señala Delgado.
La pornografía infantil, otro tipo de violencia que se difunde online
Aparte de los casos de violencia sexual digital, que surgen en el contexto del uso que los menores hacen de internet para relacionarse (con sus iguales o con otras personas, conocidas o desconocidas), existe otro tipo de violencia digital contra ellos, que se comete en el marco offline y online, pero que no tienen que ver con el uso habitual de internet en su día a día.
Según los datos de la Fundación de Ayuda a Niños Adolescentes en Riesgo (ANAR), recopilados entre 2019 y 2023, el 79,5% de las agresiones sexuales provienen del entorno, de amigos o de alguien que resulta cercano, y el 50,3% de miembros de su propia familia.
Andrés Palomo lleva tratando denuncias de este tipo en la Guardia Civil 17 años. “Se dan casos de niños de ocho a nueve años que se lo toman como un juego con un adulto, porque es un persona de referencia para ellos, y porque a esa edad no tienen conciencia de la sexualidad. También de chicas menores que no cuentan lo que les está pasando porque las van a criticar y les da vergüenza”, explica el experto.
En cuanto a las denuncias, dice que una parte procede de información de otras policías, relacionadas con distintas agresiones. “Hay actuaciones que se producen gracias a la colaboración ciudadana y también recibimos información de casos en los que hay indicios de estos delitos de la Europol y la Interpol que proceden de España. En total se detectan en España entre 6.000 y 7.000 al mes”.
Existe todo un submundo de contenidos de pornografía infantil en la llamada dark web (web oscura), cuyos contenidos no están indexados y sólo se puede acceder a través de navegadores especializados, según explica el Guardia Civil. Como describe Palomo, “hay incluso niñas y niños populares en esas redes a los que los pedófilos conocen por sus nombres. Son famosos, algunos desde hace 20 o 30 años, pero siguen pasándose esos contenidos porque para los nuevos pedófilos son nuevos y les gustan igual”.
Dos factores que influyen en el aumento de casos de violencia sexual online son el uso de las redes sociales a edad muy temprana y tener teléfono móvil propio, resalta Palomo. “A los chicos, a menudo les captan los pedófilos ofreciéndoles acceso a determinadas aplicaciones o juegos, que sus padres no les compran y a las chicas las enganchan haciéndoles creer que son el amor de su vida, cuando en realidad no lo conocen aunque lleven tres meses chateando con él hasta que se dejan hacer fotos o vídeos”.
La pandemia: un antes y un después
“Ha aumentado mucho los vídeos con menores y la pornografía en la red desde la prepandemia del la covid-19 y la postpandemia. Creció en estas dos etapas la captación de menores por pedófilos mediante lo que llamamos ‘la pesca arrastre’, que es lanzar el gancho a muchas menores y siempre alguna cae”, asegura Palomo. “El principal problema es que estos jóvenes tienen distorsionado el concepto de riesgo porque les ocurre tanto entre conocidos que consideran amigos como entre desconocidos que confunden con amistades cuando solo son contactos, y que luego realizan actos pedófilos”, añade el agente.
Hay muchos casos, según explica el experto de la Guardia Civil, en los que los agresores empiezan siendo pedófilos, consumiendo vídeos sexuales, y luego pasan a ser pederastas, abusando de los menores. Como ocurrió en los casos del cura de Lasalle y del profesor de Fuenlabrada que presuntamente abusaban de niños.
“El aumento ha sido, sobre todo, de pornografía infantil y de videojuegos. Luego hay chicas menores que aparecen en algunas redes en lencería como una forma de captar clics y las captan mediante el grooming (haciéndose pasar por alguien de su edad) o dándoles algo a cambio de pornografía. Pero también hay otros casos de abusos sexuales que provienen del entorno, entre los abuelos, tías, tíos, hermanastros, padrastros, padres, profesores y monitores de tiempo libre”, relata Palomo.
En algunos ordenadores han encontrado hasta mil fotos de pornografía infantil, con mensajes de amenazas, lo que supone un delito de extorsión, y que son contenidos que acaban en las redes globales de pornografía infantil.
Mayor ayuda a las familias e implicación social
En cuanto a las soluciones, respecto a violencia sexual que tiene que ver con el uso de la tecnología por los menores, Delgado apunta que lo primero es lanzar el mensaje a los hijos de que sepan que en cualquier momento pueden contactar con sus padres y que no les vas a echar la bronca.
Además, lo padres pueden acudir a alguna de los organismos que cuentan con herramientas para eliminar contenidos íntimos colgados online sobre personas menores de edad. Entre ellas, está la británica Report Remove o la estadounidense Take It Down.
Ubieto considera que, además, “para atajar esto lo más efectivo es hacer grupos de entre ocho y 10 chicos y chicas y hacerles que se sitúen en el lugar de la víctima o que sea una de ellas la que vaya a contarles lo que le ha pasado”. “Eso es lo que más les impacta porque lo ven como ellos, un compañero, y es cuando visualizan el peligro”, opina.
“Lo digital es contrario al pensamiento, en pararse a pensar”, sentencia Ubieto, “por lo que los remedios pasan por dirigirse a los adolescentes, en crear impactos diversos en ellos, desde la escuela, con planes de convivencia amplios, con espacios de conversación con los padres, con educación de los padres sobre cómo tratar a los adolescentes acerca de las pantallas, las drogas o los temas sexuales y el estrés”. También considera que tienen responsabilidad las Administraciones, porque las normas del juego tienen que estar claras, la legislación, la protección de datos de menores, la regulación de la IA en este terreno, entre otros.
Palomo, desde la Unidad Técnica de la Policía Judicial de Inteligencia de la Guardia Civil, aparte de participar en campañas, como la que van a poner en marcha en breve y colaborar con entre todas las fuerzas de seguridad y de inteligencia a nivel internacional, menciona la labor del Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Víctimas de Explotación Sexual (NCMEC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Se trata de una ONG estadounidense que tiene convenio con las fuerzas de seguridad de Estados Unidos y con las principales empresas de Internet para monitorear el contenido que circula por la web y detectar potenciales casos de pedofilia por las redes y de eliminar este tipo de imágenes y vídeos. Un ejemplo de que aún se pueden hacer muchas cosas para parar esta tendencia al alza de la violencia sexual virtual contra los menores.
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