Mensajes y vídeos a doble velocidad: un ahorro de tiempo que puede afectar a nuestra memoria

Desde hace años es posible reproducir el contenido al doble de su velocidad para ahorrar tiempo. Los neurólogos advierten de los riesgos que puede tener en la memoria, sobre todo en las etapas de desarrollo del cerebro

Una mujer modifica la velocidad de reproducción de un audio de WhatsApp.Mario Bermudo

“Acelero la velocidad de reproducción del audio en plataformas como WhatsApp o Telegram. También en ciertos videotutoriales de YouTube. Lo uso para conseguir respuestas inmediatas, sobre todo si es por temas de trabajo, para no perder tiempo”. Quien habla es Diego Ferraz, de 28 años y creador de contenido divulgativo sobre la crisis climática. Como muchos otros usuarios de redes sociales, cuando se ve sin tiempo para escuchar un audio entero o un...

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“Acelero la velocidad de reproducción del audio en plataformas como WhatsApp o Telegram. También en ciertos videotutoriales de YouTube. Lo uso para conseguir respuestas inmediatas, sobre todo si es por temas de trabajo, para no perder tiempo”. Quien habla es Diego Ferraz, de 28 años y creador de contenido divulgativo sobre la crisis climática. Como muchos otros usuarios de redes sociales, cuando se ve sin tiempo para escuchar un audio entero o un vídeo completo, selecciona en la pantalla de su móvil la opción de acelerarlo. ¿Se entera de toda la información? “A 1,5x es fácil, pero a 1,75x o al doble de la velocidad muchas veces tengo que volver atrás”, reconoce. Esta tendencia a verlo ―y ahora también oírlo― todo más rápido se define con el término speedwatching (visualización veloz), y es cada vez más común verla en todo tipo de plataformas, desde mensajería instantánea hasta Netflix, TikTok o Spotify. Su uso, advierten los neurólogos, puede afectar a la memoria a corto plazo, aunque faltan estudios sobre sus posibles efectos en el largo plazo.

En YouTube se pueden acelerar los vídeos desde 2010, pero el cambio real llegó cuando WhatsApp, la plataforma de mensajería más descargada del mundo —un 95% de los españoles la usan—, incorporó en 2021 esta posibilidad para la reproducción de sus audios. Ahora en redes sociales como TikTok también es posible aumentar la velocidad de reproducción. Y va más allá: Netflix o Amazon Prime permiten ver sus obras audiovisuales a diferentes velocidades. Según Neal Mohan, director de producto de YouTube en 2022, sus usuarios ahorraron “un promedio de más de 900 años de tiempo de vídeo por día al mirar velocidades más rápidas”. Y lo más sorprendente, destacó, que incluso habían recibido solicitudes para agregar velocidades de reproducción del triple o el cuádruple de la normal.

Daniel Pazó, de 27 años, reconoce usar esta herramienta para ciertos cursos académicos, entrevistas o tutoriales. “Si el contenido es muy largo y quiero ver algo concreto, esa posibilidad me sirve para no tragarme un vídeo entero”, argumenta . “Ayudaría mucho en casos como el típico profesor que solo lee PowerPoint”. Los datos lo secundan: según un estudio de la Universidad de California (EE UU) de 2021, un 85% de los alumnos aceleró las lecciones grabadas.

Problemas en la memoria a corto plazo

Pero, ¿cuáles pueden ser las consecuencias de recurrir a esta forma acelerada de consumo de contenido? Según indican los científicos, aún es pronto para determinarlo con exactitud. Para Diego Redolar, profesor de Neurociencia y Vicedecano de Investigación de la Facultad de Psicología en la Universitat Oberta de Catalunya, hay riesgos y beneficios. “Cuando escuchamos un mensaje más veloz, acortamos el tiempo de escucha, pero perdemos muchos de los aspectos vinculados al propio mensaje. En esta línea, destaca la prosodia, que es la forma emocional en la que interpretamos dicho mensaje: las pausas, las inflexiones de la voz, el tono, etc. Cada vídeo o audio tiene una complejidad concreta que los hace únicos. “Por no hablar de una obra cultural, como una película, que está pensada con sus silencios”, subraya el profesor, “lo procesa la amígdala cerebral y es muy difícil de percibir si aceleramos”.

Aumentar la velocidad de reproducción de un contenido también puede servir para hacer que el contenido se adapte a la organización personal del día. “Si tengo 30 minutos para comer y quiero ver un vídeo de 40, lo pongo a velocidad 1,5 veces superior para que me dé tiempo a verlo”, relata Roberto Estévez, de 26 años y recién graduado en sociología. Reconoce que ve documentales en YouTube e incluso pódcast a una mayor velocidad, pero que no les acaba prestando la atención que le gustaría. “Siento que no me entero de todo, pero normalmente es contenido vacío, entonces me da un poco igual. Si algo me interesa mucho, lo doy para atrás y lo reproduzco a velocidad normal”, cuenta.

En este proceso de recepción del mensaje acelerado, el cerebro intenta acomodarse como puede. “Se adapta a la información por el contexto global del mensaje. Ahí trabaja la corteza prefrontal, que incluso es positivo potenciarla”, detalla Redolar. Sin embargo, se está cambiando la forma en la que funciona el lenguaje. “En vez de centrarnos en la parte analítica y captar el detalle del contenido, nos centramos en el global, en función de un contexto. Entendemos el general, pero el detalle se pierde”, explica el neurólogo.

“Cuando veo una entrevista a velocidad rápida igual quiero enterarme más del continente y no tanto del contenido específico”, reconoce Daniel Pazó en este sentido. De hecho, cuando se rebobina el audio es porque la corteza prefrontal no da abasto, según detalla y se apoya en un estudio reciente de la Asociación Americana de Psicología (APA), Ventajas y costes de ver videoconferencias a gran velocidad, que concluye que estos actos deterioran la comprensión del contenido.

Menos concentración

“Se dice que la corteza está secuestrada intentando entender el contexto”, explica Reddolar. Y si bien en personas adultas no afecta a la memoria a largo plazo, ni todavía hay evidencias de que generen cambios a cerebrales, sí que afecta a la memoria sobre el contenido en sí, a la memoria a corto plazo: “Si durante el proceso no se coge bien la información, no se consolida en nuestra memoria como tal”. Y a más velocidad, mayor es la dificultad de captar el mensaje y sus detalles.

Para escuchar un audio más rápido, hay que concentrarse más. Todo esto deriva en que se tiende cada vez más a una capacidad de concentración intensa, pero más corta en el tiempo, según las diversas fuentes consultadas. “Nos puede acostumbrar a un ritmo de presentación de estímulos más rápido que los de la realidad, lo que podría generar problemas para tolerar ritmos más lentos y procesamientos más profundos”, señala Jacobo Albert, profesor titular de Neuropsicología en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y miembro de Neuromottiva, un centro especializado en la evaluación y en el tratamiento neuropsicológico

En un cerebro en desarrollo —hasta los 25 años— sí que existen riesgos. Si bien ya hay estudios que alertan de que el uso de WhatsApp puede dañar la memoria de los más jóvenes, Redolar advierte de que en ese momento “es aún muy plástico en función de la interacción con el entorno”. “Se está viendo que el uso de nuevas tecnologías en edades de aprendizaje modifica ciertos patrones. Concretamente, el visionado de contenidos a alta velocidad puede dificultar aquellos procesos analíticos para la adquisición del mensaje”, detalla y advierte de los riesgos en las redes neuronales de la atención de los jóvenes, “que se pueden ver modificadas si un niño se acostumbra a tener la información de una manera más rápida”. De todas formas, puntualiza, aún faltan estudios al respecto.

Mensajes más veloces para una sociedad fugaz

Los vídeos, audios y pódcast reproducidos a más velocidad no hacen más que responder a los ritmos de una sociedad acelerada, según Elisa Brey, profesora de Sociología y Comunicación Política en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. “Vivimos en una sociedad que quiere desprenderse del tiempo y de lo que implica tener un tiempo limitado”, apunta, y añade: “Internet ha permitido una explosión de los contenidos disponibles, en una especie de espiral de consumo y producción sin límite final. Para consumir todos los contenidos que sean posibles, lo que hacemos es verlos a toda velocidad, como forma de burlar el tiempo, pero nos vemos atrapados en un bucle desconectado de los contenidos que vemos de manera acelerada”.

“Si me mandan un audio de tres minutos lo pondré a velocidad 2x, porque tengo que estar tres minutos con una conversación abierta con cosas que no son tan importantes”, argumenta en este sentido Pazó. Sin embargo, Estévez no lo ve tan útil: “No creo que me dé ninguna ventaja escuchar audios más rápido. Ahorras algo de tiempo, pero incluso llega a ser ridículo, tipo: ‘Buf, un audio de 6 minutos’. Pero luego nos tiramos una hora viendo reels y TikTok. Es un poco sin sentido, pero creo que todos lo hacemos”.

¿Es, entonces, un avance tecnológico? “Para mí no. Es una opción más que se adapta a unas necesidades”, opina Estévez. “Depende de para qué se use. En entretenimiento u ocio, creo que no tiene sentido. La finalidad es disfrutar, no tanto ver y coleccionar vídeos”, responde Ferraz. “Estamos sobrestimulando la mente hasta un punto que nos es difícil prestarle atención a algo durante una hora. Eso es negativo”, reflexiona Pazó sobre el uso de estas herramientas. “Tenemos que vivir con un poco más de pausa. Tampoco se nos va la vida en 10 minutos más”, concluye. “El verdadero lujo es darnos tiempo, hacer pausas, poner un límite, decir que no, aceptar que no podemos hacerlo todo, aunque pueda generar frustración a corto plazo”, conlcuye la socióloga Brey.

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