Gafas de realidad virtual: ¿tecnología disruptiva o ‘meme’ infinito?

Apple lanzó el mes pasado uno de sus productos más secretos y esperados, las Apple Vision Pro, cuyo precio supera los 4.000 euros y que han despertado tanto alabanzas y como críticas, sobre todo por su diseño

Unos clientes se prueban las Apple Vision Pro en una tienda Apple de The Grove, Los Ángeles, durante el lanzamiento el 2 de febrero de 2024.ETIENNE LAURENT (EFE)

“¿Nos extinguimos como especie?”. Esta es la pregunta que plantea un usuario en X, inspirada por un vídeo en el que se observa a una persona cruzando un paso de peatones mientras lleva puestas las nuevas y grandes gafas Apple Vision Pro. Esta es solo una de las cientos de expresiones de incredulidad y rechazo que han surgido en las últimas semanas ante las imágenes de los primeros usuarios de este ...

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“¿Nos extinguimos como especie?”. Esta es la pregunta que plantea un usuario en X, inspirada por un vídeo en el que se observa a una persona cruzando un paso de peatones mientras lleva puestas las nuevas y grandes gafas Apple Vision Pro. Esta es solo una de las cientos de expresiones de incredulidad y rechazo que han surgido en las últimas semanas ante las imágenes de los primeros usuarios de este secreto y esperado dispositivo tecnológico. Muchos consideran que estas gafas, cuyo precio supera los 4.000 dólares, marcan el camino hacia una nueva forma de vida en la realidad aumentada. Sin embargo, la historia ha demostrado que el avance técnico, en muchas ocasiones, no es suficiente para que una invención sea completamente asimilada por la sociedad.

“Prevalece la concepción de que, una vez inventadas, las tecnologías irrumpen y comienzan a influir directamente en la sociedad. Sin embargo, la realidad es más compleja”, advierte Eduard Aibar, autor de El culto a la innovación (Ned Ediciones, 2023). El autor pone el ejemplo de la imprenta. “Aunque este invento ya era conocido en Corea y China antes de su introducción en Europa, no tuvo el impacto revolucionario en la transmisión de información y conocimientos que sí logró la versión de Gutenberg en el siglo XV”, cuenta por teléfono a EL PAÍS.

De manera similar, las máquinas de vapor, que provienen de las eolípilas ―máquina constituida por una cámara de aire y tubos por donde es expulsado el vapor― de Herón de Alejandría en el siglo I d.C., existían en formas primitivas mucho antes de su impacto revolucionario durante la Revolución Industrial. No fue hasta las innovaciones de Thomas Newcomen a principios del siglo XVIII y las mejoras de James Watt en la década de 1760 cuando estas máquinas comenzaron a remodelar la economía y la sociedad global.

Aibar sostiene que “la tecnología, por sí sola, no significa nada”. El éxito de cualquier invención tecnológica, según el experto, no depende únicamente del conocimiento técnico, sino también de otros factores externos. Recurre a un antiguo eslogan de Iberia, “Iberia vuela a Nueva York”, para profundizar en su argumento. Aunque a primera vista parezca que es el avión el que vuela y no Iberia, los filósofos de la ciencia suelen interpretarlo de forma inversa: en realidad, la verdadera metáfora es el avión, y es Iberia la que ‘vuela’ en sentido figurado. El autor asegura que el avión, a pesar de ser una tecnología imprescindible para el vuelo, perdería gran parte de su valor sin una serie de elementos y procesos que van más allá de la tecnología en sí, como un sistema de compra de billetes, la infraestructura aeroportuaria, el personal cualificado y los sistemas de mantenimiento, todos ellos factores que trascienden la posibilidad técnica de que una máquina de varias toneladas pueda sostenerse en el aire.

El descalabro de las gafas de Google

Tim Cook, el CEO de Apple, afirmó en junio de 2023 que las nuevas gafas Vision Pro son “un producto revolucionario”. Su objetivo es terminar con la pequeña maldición asociada a los dispositivos de realidad aumentada, que durante la última década no han conseguido materializarse en un producto exitoso. En 2015, después de un notable fracaso, Google retiró sus Google Glass. Era, objetivamente, una tecnología innovadora, que permitía hacer cosas inéditas hasta ese momento. Pero el rechazo fue tan explícito que se popularizó el término Glass-hole (una mezcla entre glass, gafas, y asshole, gilipollas, que en español se podría traducir como Giligafas, para describir a la gente que se paseaba con este artilugio por la calle.

En cuanto a las ventas, ninguna empresa ha conseguido ser rentable. Entre 2020 y 2024, la división de Meta que gestiona la Realidad Virtual perdió 42.000 millones de dólares. Para hacerse una idea de lo delicada que es la situación, basta con pensar que tras presentar las cuentas del último trimestre de 2023, se mostraron genuinamente felices de “solo” haber perdido 4.500 millones de dólares en esa división.

La tecnología, por sí sola, no es suficiente, y uno de los requisitos ineludibles que debe cumplir es el de tener un diseño estético atractivo. Este fue el motivo por el que Ray-Ban, en colaboración con Facebook (ahora Meta), lanzó las Ray-Ban Stories hace dos años. Son unas gafas inteligentes que permiten hacer fotos y grabar videos, además de ofrecer algunas funcionalidades de realidad aumentada. Aunque las Ray-Ban Stories no alcanzan la avanzada tecnología de las Vision Pro de Apple, el objetivo de Mark Zuckerberg con este producto era ofrecer un dispositivo tanto estético como discreto. El problema fue que, precisamente, su discreción abrió un debate sobre su potencial peligro para la privacidad, ya que permite grabar y hacer fotos sin ser detectado. Aunque se introdujeron medidas, como un LED para indicar que la cámara está en uso, persisten dudas sobre su eficacia para alertar a quienes rodean al usuario.

El filósofo de la ciencia Fernando Broncano, autor de La melancolía del Cyborg (Herder, 2009), afirma que el proceso mediante el que una sociedad adopta una nueva tecnología es siempre gradual y complejo. “Se suele creer que el anuncio en los periódicos sobre el desarrollo de una nueva tecnología implica que dicha innovación se integrará de manera lineal y disruptiva en nuestras vidas, revolucionándolas al instante. Pero no funciona así. Para que una innovación realmente impacte en la sociedad, existen múltiples factores determinantes que son tan centrales como aleatorios”, explica a EL PAÍS. Entre estos factores, destaca la disponibilidad de un entorno técnico; es decir, una innovación necesita un ecosistema tecnológico que la soporte para poder existir y ser adaptada. “¿Por qué no funciona el metaverso? Porque necesita tecnologías que están por inventar, entre ellas la realidad aumentada. Meta ha apostado a la confianza de que paralelamente se desarrollarían tecnologías que todavía no han llegado”.

Público, uso y ética

Broncano señala que para que una innovación tecnológica tenga éxito y se integre de manera efectiva en el tejido social, también necesita encontrar un público y un uso. “La mayoría de invenciones no se utilizan para aquello para lo que sus creadores las habían concebido. Para que una innovación sobreviva y prospere, debe crear su propio público y adaptarse al entorno social”. El filósofo también aborda la importancia del capital de riesgo en el desarrollo y adopción de innovaciones tecnológicas: una innovación necesita, inicialmente, una inversión financiera significativa que a menudo no genera retornos inmediatos. Ejemplos como Airbnb, Tesla y Uber ilustran cómo estas compañías incurrieron en pérdidas financieras durante extensos periodos antes de empezar a generar ganancias sustanciales. “Esto es posible gracias a la creación de una “burbuja imaginaria” mediante sistemas de propaganda intensivos, que atraen aún más inversión de capital de riesgo a pesar de los riesgos inherentes”.

Jorge Barrero, director general de la Fundación Cotec, incide en el componente ético que influye en que una tecnología cale en la sociedad. Destaca, por ejemplo, el debate en torno a la tecnología robótica diseñada para recoger basura marina, cuyo fin es combatir la contaminación oceánica. Además de señalar las complejidades técnicas inherentes al desarrollo de tal tecnología, Barrero invita a reflexionar sobre si es prudente centrarse en esta solución en lugar de priorizar la reducción de residuos. “¿Realmente queremos llenar los mares de robots para poder seguir destruyendo el planeta a nuestro antojo?”.

Al mismo tiempo, Barrero expresa preocupación acerca de la concentración del poder y la influencia en un futuro tecnológico y social, donde todo quede en manos de un pequeño grupo de individuos extremadamente ricos y poderosos. “Es indudable la naturaleza visionaria de muchos de ellos, pero este modelo de que el futuro de la humanidad se base en la visión de futuro de cuatro o cinco multimillonarios me produce mucha inquietud”, dice por teléfono.

Hace dos semanas, el famoso youtuber El Rubius se enfrentó a un nuevo reto en su canal de YouTube: llevar las gafas Apple Vision Pro durante 24 horas. Un día entero viviendo en una realidad aumentada. Wilson, el gato del famoso youtuber, no se llegó a enterar de que había una banda de Tyrannosaurus rex virtuales correteando en su salón. Además de eso, el desafío no desencadenó ningún suceso extraordinario. Al llegar la noche, El Rubius se metió en la cama, seleccionó el modo lago —que hizo aparecer una masa de agua digital frente a él—, y puso la película X-Men. “Estaba tan a gusto que casi al instante me quedé frito”, explicó a la mañana siguiente. “Pero creo que inconscientemente mi cerebro hizo que me quitara las gafas por la noche, porque aparecieron al otro lado de la cama”. Antes de terminar el vídeo, dejó su conclusión sobre este nuevo artefacto: “Nos estamos acercando a ese punto en el que la tecnología ya está casi ahí. Dentro de 10 años, cuando sean del tamaño de una Ray Ban, lo empezará a llevar todo el mundo”.

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