La innovación tecnológica resta kilómetros a las relaciones a distancia

Las oportunidades laborales y educativas que surgen al otro lado del mundo obligan a las parejas a ser creativas para superar la barrera de lo físico y conectar

Natalia Tena, cenando a distancia con su pareja, en una escena de la película '10.000 km'.Cordon Press

Esto escribió Franz Kafka a su enamorada Felice Bauer: “Quiero estar completamente a solas contigo, mi amor, tú y yo, completamente solos en la tierra, completamente solos bajo el cielo”. Cartas como esta dieron paso hace ya tiempo a las videollamadas de WhatsApp y los emoticonos, y los pensamientos libidinosos han sido derrotados por todo tipo de artilugios modernos: pulseras, vibradores y lámparas con control remoto que ...

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Esto escribió Franz Kafka a su enamorada Felice Bauer: “Quiero estar completamente a solas contigo, mi amor, tú y yo, completamente solos en la tierra, completamente solos bajo el cielo”. Cartas como esta dieron paso hace ya tiempo a las videollamadas de WhatsApp y los emoticonos, y los pensamientos libidinosos han sido derrotados por todo tipo de artilugios modernos: pulseras, vibradores y lámparas con control remoto que permiten el contacto casi físico entre los enamorados, aunque estén a cientos de kilómetros el uno del otro. En un mundo donde las relaciones a distancia son cada vez más comunes y las oportunidades laborales pueden estar lejos de la persona amada, este tipo de productos ayudan a las parejas a superar las barreras físicas.

La pulsera más vendida en Amazon funciona con el tacto y cuesta unos 107 euros. “Simplemente, toca tu pulsera y la pulsera del otro vibrará y parpadeará para hacerle saber que estás pensando en él”, dice la descripción del producto de Totwoo, una empresa china especializada en este tipo de aparatos (también tienen collares y anillos “inteligentes”). Estos artilugios que funcionan con el tacto están conectados a una aplicación para el móvil de la misma empresa que también sirve para mandar textos románticos, recordatorios con un mensaje de voz y vídeos especiales. Luego están las “lámparas de amistad”, que rondan los 87 euros y están sincronizadas para encenderse al mismo tiempo, o los vibradores que se pueden activar por control remoto y superan los 100 euros.

Los psicólogos aseguran que estas innovaciones pueden ser grandes complementos para enriquecer una relación a distancia, sobre todo cuando falta un contacto físico difícil de reemplazar. Silvia Sanz, psicóloga y sexóloga, ha observado en su consulta que muchas veces “la falta de este tipo de encuentros físicos hace que la relación pierda intensidad”. Pasar tiempo juntos, ver las mismas películas, comer juntos por videollamada, utilizar las pulseras para decirle al otro que estás pensando en él o ella y los aparatos sexuales que funcionan de forma remota pueden ayudar a mantener la vigencia de lo físico. “Porque si no, esta falta de conexión hace que se desvirtualice la relación y eso puede generar inseguridad, incertidumbre y hasta celos”, asegura Sanz.

Pero no todo es sexo en las relaciones de pareja. Y la distancia, en muchas ocasiones, puede servir para potenciar la comunicación y la confianza. Igual que Kafka y Bauer llegaron a cartearse con frecuencia diaria y se confesaban inseguridades que probablemente no se atrevían a hablar en persona, una relación a distancia moderna también puede compensar la falta de contacto físico con una dosis extra de confesiones y un aumento de la honestidad que se tiene con la otra persona. “Hay parejas que viven separadas por cientos de kilómetros de distancia y que están mucho más unidas que otras que viven juntas, porque hablan más, se cuentan el día a día y comparten ciertas actividades”, dice Sanz.

Leandro lleva con su novio más de siete años, tres de ellos a distancia. Pasaron la pandemia en el mismo piso en Buenos Aires, pero el trabajo llevó a cada uno a una punta diferente del mundo. “Para nosotros, más que la tecnología, el problema es encontrar el tiempo para tener interacciones de calidad y estar en la misma sintonía”, cuenta por teléfono. “El medio me da igual, a veces puedo sentir que estoy teniendo una conversación en serio por mensajes de WhatsApp, que estamos conectando. Otras veces estamos una hora y media en una videollamada y cada uno habla de lo suyo porque a lo mejor estoy viéndole a él en media pantalla y en la otra leyendo Twitter”.

Muchas veces, la conversación con su novio se alarga durante todo el día, desde banalidades —como hablar de una buena comida— a otros más complicados. “Lo más importante es saber que el otro está ahí y que puedo hablarle cuando lo necesite, y que si tengo un día horrible en el trabajo, le puedo llamar y contarle todo y desahogarme”. Hay veces, sin embargo, en las que prefiere esperar para hablar en persona, sobre todo cuando se trata de temas como el futuro de la relación o decisiones laborales.

Parece que este tipo de enlaces se normalizan cada vez más, pero los datos al respecto son difusos, sobre todo en España, donde apenas hay encuestas sobre las relaciones a distancia. Aun así, los psicólogos cada vez tratan más casos, las webs especializadas hablan de un crecimiento de esta tendencia y hay varios estudios que apuntan en esa dirección. Una encuesta de la American Counseling Association reveló hace años que el 75% de los estudiantes universitarios de Estados Unidos habían tenido una relación a distancia, el 60% con éxito. Hay varios estudios que van en la misma línea: las parejas que viven juntas duran más que las que viven a cientos de kilómetros de distancia y las que empiezan a conocerse en el mundo virtual (a través de aplicaciones como Tinder o Bumble) es cada vez más común.

Todo tipo de complementos

Además de pulseras y collares, también hay otros aparatos que permiten a la otra persona sentirse conectada. El mercado de los regalos para parejas que están a distancia es amplio y rico en complementos. Está el puzzle personalizado con el que se puede mandar a la otra persona una foto de la última vez juntos, hasta una marco de fotos digital que va reproduciendo las fotos que elija el que lo regala. La recomendación estrella, sin embargo, es hacer algo a mano, un dibujo o una escultura, y mandárselo a la otra persona. Si no se pueden mandar una muestra de varios vinos o chocolates o algún colgante con el nombre de la pareja impreso en la parte de atrás. La mejor quizá es un USB con forma de casete que deberá llevar guardada la música que escuchan los dos cuando están juntos. La oferta es infinita.

A veces, sin embargo, nada de esto es suficiente. Ana, de 28 años, empezó a salir con su novio cuando los dos trabajaban en Londres, pero dos años después ella se fue a Madrid por trabajo y comenzaron una relación a distancia. En principio, solo iban a ser seis meses de separación, pero todo se alargó y empezaron los problemas. “Tienes una relación con tu pareja, pero al final es una relación con tu teléfono móvil”, dice tajante. Se comunicaban con la tecnología básica: mensaje de texto y videollamada. Pero cada vez se les hacía más difícil encontrar tiempo para la otra persona, sobre todo en capitales como Madrid o Londres y con trabajos muy demandantes. “Hablábamos todos los días, pero en las grandes ciudades son muchísimas horas de trabajo y era muy difícil, se hacía bastante monótono”. Tuvieron que dejar la relación por WhatsApp, y eso tampoco fue sencillo. “Son complicadas las relaciones así”.

A Kafka no se le hacía monótona la relación a distancia. Más bien todo lo contrario: la relación epistolar que tenía con Bauer (llegaron a enviarse varias cartas al día) era tan intensa que tuvo que pedirle que parara. “Escríbame solamente una vez a la semana, y de forma que reciba la carta el domingo. Es que no puedo soportar sus cartas diarias. Contesto a su carta y luego estoy, en apariencia, tan tranquilo en la cama, pero mi cuerpo entero se ve atravesado por palpitaciones y no tengo presente otra cosa excepto usted”. Por supuesto, Kafka le propuso matrimonio en una carta y ella aceptó. Sin embargo, su amor no sobrevivió a la relación en persona y hubo encontronazos, divorcios y reconciliaciones que terminaron con su separación definitiva el 27 de diciembre de 1917, cuando Kafka llevó a Bauer a la estación de tren. También dejaron de escribirse.

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