Llegar a España cada vez desde más lejos

Los migrantes asiáticos también desembarcan en patera: esa travesía llega a costar 14.000 euros

Varios migrantes, entre ellos algunos asiáticos, en el puerto de Málaga, el pasado 22 de octubre.N. S.

Una medianoche de octubre algo llamó la atención de un policía en el puerto de Málaga. Del grupo de 225 migrantes que ese día Salvamento Marítimo rescató de una muerte casi segura, surgía una decena de personas de rasgos afilados y piel más clara. Habían salido Bangladesh, Yemen y Vietnam y llegaron con más de 10.000 kilómetros en la mochila. Era la primera vez que el agente encontraba un grupo de asiáticos alcanzar Europa en una patera. Desde sus países, un avión tardaría 24 horas en aterrizar en España, pero ellos invirtieron meses y ...

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Una medianoche de octubre algo llamó la atención de un policía en el puerto de Málaga. Del grupo de 225 migrantes que ese día Salvamento Marítimo rescató de una muerte casi segura, surgía una decena de personas de rasgos afilados y piel más clara. Habían salido Bangladesh, Yemen y Vietnam y llegaron con más de 10.000 kilómetros en la mochila. Era la primera vez que el agente encontraba un grupo de asiáticos alcanzar Europa en una patera. Desde sus países, un avión tardaría 24 horas en aterrizar en España, pero ellos invirtieron meses y miles de euros en su travesía

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Tras el desembarco de casi 60.000 personas en 2018 en las costas españolas, un fenómeno ha llamado la atención de ONG, autoridades y analistas: los migrantes vienen cada vez desde más lejos, procedentes de países como Sri Lanka o Myanmar.

Las cifras son pequeñas, pero inéditas. Según Frontex, la agencia europea de fronteras, a finales de noviembre habían desembarcado en España 380 bangladesíes, un porcentaje mínimo del total. Por tierra, según Acnur, entraron 400 yemenís. “Es un fenómeno totalmente nuevo en España”, asegura Izabella Cooper, portavoz de Frontex. Las cifras que maneja la organización indican que solo en 2018 llegaron por mar a las costas españolas más personas de países como Bangladesh o Sri Lanka que en los nueve años anteriores. “Y poco a poco serán más”, afirman desde Cruz Roja. Para la Policía Nacional son cifras “residuales” que no permiten hablar de una nueva tendencia migratoria. 

El abogado de Extranjería Hipólito Granero asistió a cuatro bangladesíes el pasado mes de septiembre. Habían llegado a Almería en agosto y fueron ingresados en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Valencia. Según le relataron, sus viajes costaron entre 5.000 y 14.000 euros, una fortuna que les permitió volar de Bangladesh a Argelia haciendo escala en Arabia Saudí, cruzar la frontera de Marruecos a pie y, finalmente, subir a una patera. Tardaron cuatro meses en completar 12.000 kilómetros.

Impresionado por la dureza del trayecto, Granero vio incrédulo cómo se rechazaban sus peticiones de protección internacional. “Si volvieran a su país trabajarían como esclavos para las personas a las que deben el dinero de su viaje”, explica. Cuando fueron liberados en octubre, pasaron un par de días en las instalaciones de la Fundación Cepaim sin apenas hablar y se esfumaron. “No se fían de nadie”, destaca el jurista. 

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La falta de confianza de estas personas tiene mucho que ver con la larga y problemática ruta migratoria, durante la que están a merced de las redes de tráfico de personas. Hay opciones para viajar que pueden superar los 20.000 euros, como volar directamente a Rabat (Marruecos), pero el trayecto más duro, habitual y barato -unos 5.000 euros- supone a los migrantes de Bangladesh y otros países cercanos del continente asiático a caminar hasta embarcarse en un puerto indio. Hacinados en espacios minúsculos y sin apenas ver la luz, desde allí navegan durante semanas o meses por el Océano Índico, atraviesan el mar Rojo y llegan al Mediterráneo atravesando el Canal de Suez. Le sigue un itinerario en vehículo por países con conflictos armados como Libia para llegar a Marruecos. 

Son viajes bien organizados por organizaciones criminales y que estas personas realizan, casi siempre, ocultas como polizones. Es precisamente lo que más llama la atención a las entidades humanitarias, que consideran que es una práctica “muy similar a la trata de seres humanos”. “Pasan días escondidos en habitaciones pequeñas en barcos y suelen perder la noción del tiempo. Muchos no saben cuánto tiempo han estado viajando”, subrayan quienes han hablado con ellos. 

Organizaciones como ACNUR, Andalucía Acoge y Cruz Roja destacan la poca información que existe sobre el colectivo asiático porque prefieren continuar su viaje lo antes posible. Generalmente lo hacen hacia Reino Unido donde las autoridades británicas han desplegado un buque militar para frenar el goteo de pateras cruzando el canal de la Mancha. 

Desde Frontex descartan que la llegada de ciudadanos asiáticos a las costas españolas tenga que ver con el cierre de rutas como la de Libia. “No podemos decir que haya habido un efecto de desplazamiento completo desde el Mediterráneo central a la ruta del Mediterráneo occidental”, aseguran desde la agencia europea. “Todo es consecuencia del cierre cada vez más hermético de las fronteras europeas y la inexistencia de vías seguras”, concluye el especialista británico Daniel Howden. Sin opciones de visado, no les queda otra que jugarse la vida cruzando el planeta en terroríficas circunstancias.

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