Musulmán y empleado de la mayor fábrica de juguetes sexuales de Europa

Mamadou Barry explica las dificultades que ha sufrido por trabajar en esta industria

Mamadou Barry durante la entrevista en la fábrica de Fleshlight en Dos Hermanas, Sevilla.Vídeo: SARA ROSATI | EPV

Cuando Mamadou Barry emigró de Guinea Conakry a España nunca imaginó que terminaría trabajando en la fábrica de consoladores masculinos más grande de Europa. Se encarga de preparar los pedidos en la empresa Fleshlight, ubicada en Dos Hermanas, Sevilla donde producen, con una plantilla de 31 operarios, entre 2.000 y 2.500 vaginas artificiales al día, lo que equivale a más de medio millón de unidades al año.

Al principio Barry sintió que era una contradicción profesar la religión musulmana y trabajar en un negocio dedicado a los ...

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Cuando Mamadou Barry emigró de Guinea Conakry a España nunca imaginó que terminaría trabajando en la fábrica de consoladores masculinos más grande de Europa. Se encarga de preparar los pedidos en la empresa Fleshlight, ubicada en Dos Hermanas, Sevilla donde producen, con una plantilla de 31 operarios, entre 2.000 y 2.500 vaginas artificiales al día, lo que equivale a más de medio millón de unidades al año.

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Al principio Barry sintió que era una contradicción profesar la religión musulmana y trabajar en un negocio dedicado a los juguetes sexuales. “Tenía miedo de lo que pudieran pensar los demás”, confiesa. Cuenta que cuando volvió de visita a su casa familiar en Almería llevó consigo un ejemplar. “Lo puse encima de la mesa y le dije a mi madre que era una linterna”. De hecho, el creador del producto Steve Shubin, un policía estadounidense, se inspiró en la linterna de su uniforme para inventarlo. En seguida, el joven guineano le explicó a su madre que dentro de la linterna no había una luz, sino la reproducción de una vagina. “Al ser muy religiosa, le chocó mucho”.

Aunque él afirma que su religión no le prohíbe trabajar en esta industria, admite que a veces es difícil abstraerse. Durante el mes de ayuno, el Ramadán, los musulmanes no pueden tener pensamientos sexuales. Una tarea difícil cuando se trabaja rodeado de vaginas artificiales. “Intento irme de vacaciones durante ese periodo y si no se puede, intento mantener mi mente ocupada, para no pensar en el ello”, explica Barry.

En 2017 la singular empresa facturó casi nueve millones de euros en España. En en total, contando con las sedes de EEUU, Canadá y Australia, fueron 46 millones de euros, según explica el director para la Unión Europea, Juan Ziena.

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La idea del diseño de este tipo de consoladores —los más vendidos del mundo— surgió cuando la mujer del policía Shubin padeció un embarazo de alto riesgo que les impedía mantener relaciones sexuales. Entonces, este creó de forma casera el particular aparato utilizando una linterna, luego lo patentó y ahora se exporta a países tan diversos como EE UU, Canadá, Alemania, Francia, Holanda, Israel, Rusia, Sudáfrica, Japón y China.

La sede principal está en Austin, Texas, en Estados Unidos. También tienen sede en Canadá, Australia y en Dos Hermanas. ¿Por qué Dos Hermanas? “El matrimonio Shubin es amante de los caballos”, cuenta Ziena. “Cuando vinieron a Andalucía a comprarlos, se enamoraron de esta tierra”. Para acceder con mayor facilidad y menos costes al mercado europeo, decidieron abrir en mayo de 2010 la fábrica en Sevilla. “Desde aquí exportamos principalmente a Holanda, Reino Unido y Alemania; pero también a Turquía e Israel”, explica Juan Ziena.

Al entrar al polígono donde está situada la fábrica, se ven los logos de conocidas empresas como Pascual, Saimaza o Coca-Cola. Fleshlight, en cambio, no tiene cartel, ni distinción alguna. “Esta es una región conservadora y religiosa, pero no tuvimos problemas a la hora de establecernos aquí, sin embargo, no nos interesa que la gente sepa exactamente dónde estamos”, dice Ziena. El director de la fábrica explica que pronto recibieron las visitas del alcalde, el jefe de bomberos y el jefe de la policía para felicitarlos por el éxito de la empresa.

Poco a poco, la familia de Mamadou también fue aceptando su trabajo. Hasta que hace tres años, llevó a sus padres y sus hermanos de visita a la fábrica. Lo cuenta con una sonrisa, y un toque de humor, como hace con gran parte del relato de su experiencia. “Como mis padres me vieron contento y les gustó la fábrica, terminaron por apoyarme”, dice.

En las estanterías hay todo tipo de productos. No solo vaginas artificiales, sino también imitaciones de penes, anos y bocas. Hay lubricantes, vibradores, polvo de talco y hasta un dispositivo virtual que, conectado a un ordenador, emula los movimientos de la película erótica que se reproduzca en ese momento. “Nuestro objetivo es el público masculino heterosexual y homosexual”, explica Ziena. Por ello los moldes se hacen tanto de actrices como de actores de porno gay. Además, tienen una línea de productos de fantasía que imitan los genitales de personajes de cuento como el Yeti, Frankestein o Drácula, entre otros. Los hay de todas las formas, tamaños y colores.

La venta es exponencial. “Durante las campañas de Black Friday, Cyber Monday y Navidades vendemos mucho más de lo que producimos”, explica Ziena. Es un negocio redondo al que no le ha afectado en absoluto la crisis económica. “Nuestras ventas han seguido en aumento pese a la crisis porque nuestro producto vale unos 70 euros. Es un único pago para un dispositivo que dura años”.

Fleshlight es líder en el mercado, pero tiene dos grandes competidores: Tenga, una empresa japonesa de masturbadores masculinos en forma de huevo y las imitaciones hechas en China. “Nos hacen mucho daño porque bajan el precio a unos 20 euros, pero lo hacen con productos de peor calidad”, explica Juan Ziena. Los consoladores de Fleshlight se hacen mediante una fórmula secreta a base de aceites minerales, polímeros y colorantes.

Este negocio está ligado directamente a la industria del porno, que en España mueve en torno a 400 millones de euros al año. El catálogo de Fleshlight depende del éxito de las actrices de cine para adultos que van cambiando por temporadas. “Cuando una actriz se retira, baja su demanda, por lo que dejamos de fabricar su molde”, explica Ziena. No es el caso de Jessica Stojadinovich, más conocida como Stoya, una actriz porno estadounidense de origen serbio que aunque ya está retirada de la industria, es la que más vende en Fleshlight. Y la empresa no les paga por molde, sino que las actrices reciben una comisión según la venta de sus productos. La lista es interminable, ya que cada día aparecen nuevas intérpretes.

“Mi favorita hoy por hoy es Adriana Chechik”, confiesa Mamadou. Para estar al día de los productos del catálogo, el guineano ve las películas que protagonizan las actrices de las que se fabrican los moldes. Tras seis años trabajando en Fleshlight, dice sentirse muy cómodo en su trabajo y haberse acostumbrado a contárselo a los demás: “Los panaderos fabrican pan y nosotros, masturbadores masculinos”.

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