Análisis

Llorar por la leche derramada

A los dirigentes del PP ni se les pasaba por la cabeza que no fuera posible unir fuerzas con Ciudadanos

En los meses previos al 20-D, era corriente ver cómo los dirigentes del Partido Popular, encuestas en mano, calculaban las sumas posibles de sus futuros escaños con los que iba a obtener Ciudadanos.

Sabían que la crisis había sido muy dura, y que a ellos les tocaría pagar en votos el descontento de los electores. Y entendían, o al menos así lo explicaban, que la novedad de Albert Rivera era fresca y atractiva. Ni se les pasaba por la cabeza que no fuera posible, llegado el momento, unir fuerzas. Daban por des...

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En los meses previos al 20-D, era corriente ver cómo los dirigentes del Partido Popular, encuestas en mano, calculaban las sumas posibles de sus futuros escaños con los que iba a obtener Ciudadanos.

Sabían que la crisis había sido muy dura, y que a ellos les tocaría pagar en votos el descontento de los electores. Y entendían, o al menos así lo explicaban, que la novedad de Albert Rivera era fresca y atractiva. Ni se les pasaba por la cabeza que no fuera posible, llegado el momento, unir fuerzas. Daban por descontada la alianza natural de dos formaciones que se alimentaban de una misma base electoral de centro-derecha.

Del mismo modo que fomentaban y aplaudían la competencia que Podemos suponía para el PSOE, en el PP se creyeron la presunción extendida de que, al final, Ciudadanos volvería al redil. “La marca blanca del PP”, les llamaban desde otras formaciones políticas.

De la resignación pasaron primero a la sorpresa, al ver cómo Rivera dejaba claro desde un principio que Rajoy era un candidato contaminado y, por tanto, descartable, y comenzaba a trabajar en un pacto de gobierno con el líder socialista, Pedro Sánchez.

Tras la sorpresa, vino la irritación. Rivera pasó a convertirse en un traidor que, según ellos, había desvelado por fin sus verdaderas intenciones. “Pichón” de Sánchez, llegó a llamarle con su habitual elegancia dialéctica Rafael Hernando, el portavoz del PP en el Congreso de los Diputados.

Y, después de la sorpresa y de la irritación, ha llegado el ninguneo. “El PSOE sabe igual de bien que nosotros que los 40 diputados de Ciudadanos son irrelevantes”, decía un miembro de la dirección del PP muy cercano a Rajoy.

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Ahora se trata de recuperar ese voto perdido, y el argumento es de manual de vieja política: Rivera ha demostrado que en realidad no era uno de los nuestros, sino un aliado de la izquierda, viene a decir el PP.

No parecen haber entendido nada. Las encuestas de Metroscopia publicadas por EL PAÍS muestran cómo los votantes de Ciudadanos han apreciado el esfuerzo de Rivera por llevar a la práctica el mensaje del 20-D. El personaje político ha ido adquiriendo mayor relevancia durante estas semanas de negociación porque los electores han apreciado su esfuerzo por “ser más útil que importante”, como dijo él mismo desde la tribuna del Congreso.

Pretender que la salvación sea la vuelta a casa de los votantes arrepentidos es igual de inútil que llorar por la leche derramada.

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