La consulta desde las antípodas

Unos 220.000 catalanes viven el proceso soberanista desde países como Australia, Rusia, Canadá, Suiza, Argentina y Francia. Mañana también están convocados a las urnas

Dos jóvenes catalanes apoyan el sí a la independencia de Escocia en Edimburgo el pasado septiembre.Matt Dunham (Associated Press)

Unos 220.000 catalanes han visto en los últimos dos años el proceso soberanista de Cataluña desde la distancia. Pero mañana, muchos de ellos -mayores de 16 años y con un municipio catalán como último empadronamiento antes de registrarse en el consultado de turno-, podrán acercarse a alguna localidad de su país de residencia para opinar sobre el futuro de Cataluña. Su voto no será definitivo, pero son un termómetro que mide hasta dónde ha llegado la onda expansiva de la reivindicación política catalana y cómo se p...

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Unos 220.000 catalanes han visto en los últimos dos años el proceso soberanista de Cataluña desde la distancia. Pero mañana, muchos de ellos -mayores de 16 años y con un municipio catalán como último empadronamiento antes de registrarse en el consultado de turno-, podrán acercarse a alguna localidad de su país de residencia para opinar sobre el futuro de Cataluña. Su voto no será definitivo, pero son un termómetro que mide hasta dónde ha llegado la onda expansiva de la reivindicación política catalana y cómo se percibe en la comunidad internacional. Australia, Rusia, Canadá, Argentina… Unos los ven con el escepticismo que favorece la distancia, otros con lástima por no poder participar plenamente en lo que consideran un importantísimo acontecimiento y unos pocos no alcanzan a comprender todo el revuelo que se ha formado.

Montse Pacheco desde París: Se ve un gran desprecio desde el Gobierno de España a Cataluña que duele

En Francia, la comunidad más numerosa de catalanes en el extranjero de todo el mundo con 28.497 residentes, el proceso está muy presente en los informativos y en la prensa generalista. Montse Pacheco, de 49 años lleva casi toda la vida viviendo en París, pero se considera una persona “con el culo sentado entre dos sillas”. Se educó en Francia, pero nunca pidió la nacionalidad, porque lo consideraría “una traición”. Sin embargo, sí querría tener la catalana. “No me lo había planteado hasta ahora. No soy independentista. Pero se ve un gran desprecio desde el Gobierno de España a Cataluña que duele. Y mira que vengo de una educación muy francesa, en un país muy centralista en el que permanentemente tienes que explicar qué son las autonomías”, sostiene.

En algunos lugares como Francia, hay un cierto efecto contagio en regiones con implicaciones parecidas como Bretaña o Córcega, explica Pacheco. Pero en Argentina (24.919 catalanes) por ejemplo, cuesta más de entender, según relata el peluquero catalán de 26 años Ricard Stockdale, que lleva un par de años viviendo en Buenos Aires. “Aquí hay muchos argentinos descendientes de españoles que no lo ven nada bien porque a ellos les encanta Barcelona. Les vuelve loco, pero todos ellos tienen nacionalidad española. Si Cataluña se independizara tendrían más problemas para ir, piensan”, sostiene. Ricard irá hoy a votar al barrio de Belgrano, lugar escogido en Buenos Aires para depositar la papeleta. Él responderá sí a ambas preguntas: “Estoy harto de la confrontación Cataluña España y, sobre todo, no quiero que me vuelva a gobernar jamás en la vida el PP. Se podría haber convivido de forma perfecta, pero no ha sido así. Esta es la mejor solución para todos”, asegura.

La indpendencia es la mejor solución para todos", Ricard Stockdale, desde Argentina

También hay lugares donde la independencia de una región puede ser anatema. China, por ejemplo, donde las noticias del proceso han empezado a llegar últimamente, no ve con buenos ojos una separación ya que le recuerda peligrosamente a los conflictos que tiene abiertos con zonas como el Tíbet. Entre los 1.053 catalanes que residen en el gigante asiático coge el teléfono Joan Cornet, que a sus 75 años lleva 33 en Pekín. Llegó como turista en 1979, consiguió una plaza en la universidad y se casó con una alumna, con la que ha tenido dos hijas gemelas. Tal y como está formulada la pregunta de la consulta, él votaría no a la independencia, explica. “Aquí, si yo dejase de ser español, se me hundían muchas cosas prácticas. El Gobierno chino no quiere ni oír hablar de la independencia. A niveles prácticos, Cataluña aquí casi no existe, solo ha empezado a conocerse ahora con el proceso: esto sí ha sido positivo. Pero es un tema muy sensible”, señala. Cornet cree que los lazos con España se irán reconstruyendo con el tiempo, llegue o no la independencia. “La distancia te hace relativizar la cuestión de las identidades. Pero veo que para mi familia es muy importante el proceso. Lo respeto y tienen su derecho a seguirlo”, señala.

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Es interesante observar la reacción causada por el llamado proceso en países que han vivido anteriormente una situación parecida. En Canadá, donde residen oficialmente 1.930 catalanes, la protesta catalana ha calado de forma definitiva en los últimos meses. Marc Durán, periodista de 27 años que lleva cerca de dos años en Montreal, cuenta cómo lo que más sorprende en su país de acogida es el hecho de que no se permita votar a los catalanes. “No comprenden que se haya impugnado. No creen que el Gobierno canadiense fuese limpio entonces, pero … Para ellos es completamente incomprensible, incluso para los contrarios a la independencia. Hay una comprensión de la democracia más extendida”, sostiene.

Cataluña aquí casi no existe, solo ha empezado a conocerse ahora con el proceso", explica Joan Cornet desde Pekín

Marc vive cerca de una oficina de Acció de la Generalitat de Cataluña, donde se habilitan las urnas, a solo una parada de metro de su casa para votar hoy. Sin embargo, recibirá a amigos que volarán desde lugares como Vancouver, a 5.000 kilómetros solo para dar su opinión sobre si Cataluña debería seguir ligada a España. Algo parecido a lo que le sucede a Òscar Vall en Perth, Australia (2.056 catalanes). Pero en su caso, muy a su pesar, no podrá votar porque la única posibilidad de hacerlo era volando hasta Sidney. Sin embargo, explica, el tema ya ha empezado a hablarse en los medios australianos. “Son bastante imparciales, dicen que es un asunto español. Pero últimamente aparece como un conflicto, lo comparaban con Rusia y Crimea. Destacan más las tensiones o los problemas, pero como mínimo se habla de ello”, explica.

En Montreal no comprenden que se haya impugnado la consulta", explica Marc Durán

Precisamente el fenómeno también ha aparecido bastante en los medios rusos últimamente, cuenta el empresario Xavier Torrent. Vive en Moscú desde hace 3 años y en Rusia (129 catalanes residiendo oficialmente) desde hace 10. El proceso, explica, suele aparecer “cuando les interesa”. “Tienen separatismos que han reprimido en el Cáucaso, pero otros que sí les interesan como el de Crimea. Y aunque en el fondo no tiene nada que ver con lo de Cataluña, sacan el tema para legitimarlo”, explica. La gente de la calle, explica Torrent, ve el fenómeno como algo legítimo y con cierta simpatía. Él se decantaría por votar Sí/Sí. “Pero ya estoy muy rusificado y aquí no hay diálogo político, primero ocupan y luego preguntan, con el tiempo me he vuelto un poco crítico con el exceso de diálogo o palabrería que hay en España. Quizá sería más fácil unas elecciones plebiscitarias. Habría que ser más efectivo”, señala.

Pero es complicado, porque en algunos sitios, como en Suiza (11.949 catalanes residiendo oficialmente), como explica el arquitecto Miquel del Río, del despacho Focketyn del Rio, a veces la cuestión queda reducida a un conflicto meramente económico. “Lo que intento explicar es que la magia de este proceso es inventar otro sistema. Proponer otro modelo de sociedad. Intento explicar que hace tiempo se dijo que Europa debería ser la Europa de las regiones, no es incompatible la fragmentación con la globalización. ¿Por qué Cataluña ha de ser más amiga de Aragón que de Perpiñán?”, argumenta del Río, residente en Basilea que no votará en esta ocasión y para quién el problema del independentismo es que su discurso ha estado demasiado monopolizado por el nacionalismo.

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