Columna

Suspenso total

Los ciudadanos están convencidos de que no se decide en función de sus intereses

Suspenso total: 1,9 sobre 10. Es la puntuación que los españoles dan a los políticos y a los partidos, según la Encuesta Social Europea. Nunca el descrédito de las instituciones había sido tan grande, pero la indignación no es contra la política, es contra quienes la protagonizan, sus organizaciones y sus prácticas. Como dice el profesor Mariano Torcal, responsable de la encuesta en España, paralelamente a esta pérdida de confianza ha aumentado el interés por la política y la participación en moviliz...

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Suspenso total: 1,9 sobre 10. Es la puntuación que los españoles dan a los políticos y a los partidos, según la Encuesta Social Europea. Nunca el descrédito de las instituciones había sido tan grande, pero la indignación no es contra la política, es contra quienes la protagonizan, sus organizaciones y sus prácticas. Como dice el profesor Mariano Torcal, responsable de la encuesta en España, paralelamente a esta pérdida de confianza ha aumentado el interés por la política y la participación en movilizaciones y plataformas sociales. Política sí, pero de otra manera.

Los ciudadanos están convencidos de que no se decide en función de sus intereses

La resistencia de los propios partidos a reconocer este deterioro y obrar en consecuencia es la mejor prueba de la degradación a la que han llegado. Pero ¿cuáles son las causas de este desencuentro con la sociedad? Enumeraré cinco: La falta de empatía con los ciudadanos en una gestión de la crisis completamente tecnocrática, como si la política fuese una simple sirvienta de la economía, en la que ni siquiera el paro es visto como una suma de tragedias personales, sino como una variable estadística. La sensación de que la clase política vive en un mundo aparte, tallado a su medida, que le permite saltarse las reglas que obligan a los demás: demasiados privilegios (es difícil creer que todos somos iguales ante la ley), demasiada corrupción, demasiada pasividad ante ella, demasiado patriotismo de partido (los corruptos se dividen entre los nuestros y los otros), demasiadas horas perdidas en restringir los debates en el Parlamento en vez de fomentarlos y en amagar los problemas en vez de afrontarlos. Excesiva promiscuidad con el dinero: la crisis de las cajas ha sido una debacle para la política; y tanta foto de dirigentes políticos rodeados de banqueros y empresarios (la última, Rajoy en Washington) no ayuda a la confianza, al revés, aumenta las sospechas sobre las deudas y dependencias: ¿Para quién gobiernan? Ineficiencia de los partidos para garantizar sus dos tareas principales: la representación política y la selección de personas adecuadas para el ejercicio de los cargos públicos. Incapacidad para dar sentido a la política, para plantear proyectos que den una perspectiva de futuro a la ciudadanía.

En resumen: “Los ciudadanos no sienten que formen parte de los procesos de decisión”, dice Mariano Torcal. Es más, están convencidos de que no se decide en función de sus intereses. Cunde la idea de que hablamos de democracia, pero estamos en una aristocracia, en manos de unas élites con poco estilo. ¿Qué quieren los ciudadanos? Que la política esté a su servicio y no al de unos pocos: quien tiene un arma como el BOE no puede alegar falta de poder. Y más concretamente que se discutan abiertamente las prioridades. Y estas, para los ciudadanos, en este momento tienen un nombre: crisis social.

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