OBITUARIO

Nieves Torres, condenada a muerte a los 20 años

La conmoción que causó el fusilamiento de Las 13 Rosas hizo que conmutaran su pena

Nieves Torres, represaliada por el franquismo.TOMÁS MONTERO

Un tribunal franquista leyó su nombre en 1939 en una lista de condenados a muerte. Ella era entonces menor de edad. La conmoción por el fusilamiento de 13 compañeras de prisión que pasarían a la historia como Las 13 Rosas tuvo mucho que ver en que su condena le fuera finalmente conmutada por 30 años de reclusión, de los que cumplió 17. Nieves Torres, natural de Venturada (Madrid), entró en la cárcel a los 20, salió a los 37 y murió el pasado martes, con 95. Nunca quiso celebrar su cumpleaños porque era el 5 de agosto, precisamente el día que fusilaron a sus 13 amigas. Y no faltó a ninguno de l...

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Un tribunal franquista leyó su nombre en 1939 en una lista de condenados a muerte. Ella era entonces menor de edad. La conmoción por el fusilamiento de 13 compañeras de prisión que pasarían a la historia como Las 13 Rosas tuvo mucho que ver en que su condena le fuera finalmente conmutada por 30 años de reclusión, de los que cumplió 17. Nieves Torres, natural de Venturada (Madrid), entró en la cárcel a los 20, salió a los 37 y murió el pasado martes, con 95. Nunca quiso celebrar su cumpleaños porque era el 5 de agosto, precisamente el día que fusilaron a sus 13 amigas. Y no faltó a ninguno de los homenajes celebrados en la tapia del cementerio de La Almudena a la que miraban aquellas 13 jóvenes cuando las mataron.

A Torres, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas la había denunciado un compañero de la organización. Fue detenida en Madrid el 15 de mayo de 1939 y enviada a una comisaría en cuyo sótano tenían retenidas a 200 mujeres, según recoge la catedrática de historia Ángeles Egido en el libro Mujer y política en la España contemporánea. Allí, como represalia habitual a las rojas, le raparon la cabeza. “¡Mira qué ricito más mono...!¡Así estás más mucho más guapa!”, se burlaban sus interrogadores. Tras pasar un mes en comisaría, fue trasladada a la cárcel de Ventas. “Mañana a estas horas estarás en las tapias del cementerio”, le dijeron.

Torres ingresó en el atestado penal y esperó la muerte. Desde las celdas, las reclusas oían cada noche las descargas de los fusiles en las tapias del cementerio de La Almudena, pensando que ellas serían las siguientes. Torres aguardó su día, hasta que le conmutaron la pena.

En 1940, un traslado a la prisión de Durango fue el primero de un peregrinaje carcelario que la llevaría a Saturrarán, Amorebieta o Segovia, donde participó en una huelga de hambre en solidaridad con una compañera recluida en una celda de castigo.

Se casó nada más salir en libertad, con 37 años. A su marido, Arturo Manchado, lo había conocido entre barrotes. Era el amigo de una presa celestina que al salir le había pedido que fuera a visitar a Nieves. “Mi padre se hizo pasar por hermano y fue a ver a mi madre a la cárcel. Se gustaron y se vieron en prisión durante años y cuando salió, se casaron”, explica su hija Manuela. “Era una mujer muy alegre y tenía una fe ciega en la democracia. Nunca nos habló de rencor. El 23-F yo tenía el depósito lleno para salir corriendo y ella decía: ‘No os preocupéis, que no va a triunfar”, recuerda. A Torres le le dio tiempo a casarse, tener dos hijos y conocer a sus nietos.

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