“Los olivos son como nosotros: resistentes y con profundas raíces en esta tierra”: la cosecha de la aceituna entre las bombas en Gaza
Pese a los bombardeos israelíes y la falta de cuidados, hay árboles que han sobrevivido a este año de guerra. Los cultivos han quedado muy diezmados, pero los palestinos celebran que la vida se impone en una Franja devastada
Pocas cosas han hecho sonreír a Bassam Abdullah en el último año. Este sexagenario ha llorado la pérdida de seres queridos, la destrucción de sus propiedades y ha esquivado la muerte junto a sus hijos y nietos en la franja de Gaza. Pero cuando recorrió sus tierras de labranza en Jan Yunis a principios de octubre, se sintió realmente feliz. Entre las hileras de árboles secos por la falta de riego, encontró unas cuantas docenas que habían producido el fruto más querido de los palestinos: las aceitunas.
Pese al mal estado de los campos y al miedo a ser bombardeados, animó a sus cuatro hijos y a sus nietos a ir a recogerlas. “Supone menos de una cuarta parte de nuestra producción anual, pero estos árboles están vivos”, afirma Abdullah con orgullo. “Están vivos y dan fruto a pesar de que no hemos podido regarlos en todo un año, y pese a todo lo que ellos y nosotros hemos pasado”, agrega.
Los bombardeos incesantes sobre toda la Franja desde octubre del año pasado, sumados a la destrucción del 70% de las tierras de cultivo y a los desplazamientos masivos de la población, han privado a los 2,3 millones de habitantes de Gaza de su producción propia de alimentos, esenciales para su supervivencia. Según un informe reciente del Ministerio de Agricultura de Gaza, los dos millones de olivos que estaban plantados en más de 50.000 metros cuadrados en toda Gaza han quedado reducidos a menos de 380.000 árboles en 9.500 metros cuadrados, mientras que el resto han sido arrasados y destruidos. De acuerdo con el mismo informe, la producción de aceitunas ha disminuido de 40.000 toneladas a solo 7.500.
De ahí la alegría de Abdullah al ver que su tierra no estaba muerta y sus árboles seguían dando fruto. “Los olivos son como nosotros: resistentes y con profundas raíces en esta tierra”, se felicita.
Además de su importancia para la alimentación, los olivos tienen un valor cultural y tradicional muy importante para la población palestina. Sometidos a un bloqueo israelí desde 2007, que hace que nada ni nadie entre o salga de Gaza sin permiso israelí, muchos habitantes de la Franja se dedicaban a la agricultura y el olivo ha sido un cultivo fiable que se ha transmitido de generación en generación. Además, es un cultivo respetuoso con el medioambiente y su fruto, esencial en la comida palestina, tiene una gran demanda.
Por eso, los meses de octubre y noviembre, cuando se cosecha la aceituna, son siempre un tiempo de alegría. Los propietarios de tierras como Abdullah contratan a otros agricultores para que les ayuden a recoger el fruto, lo que crea más oportunidades de trabajo. “Mis primos venían a ayudar con la recolección y luego íbamos a sus tierras a ayudarles con la suya. La producción de todas las granjas se mezclaba y probábamos la riqueza y la variedad del aceite que producimos”, recuerda, mientras sus dedos experimentados tiraban de las aceitunas.
Abdullah ha vivido estas tradiciones desde que tiene uso de razón: el dulce té con menta preparado en las hogueras, junto al pan horneándose; las decenas de prensas rotando y retumbando para exprimir la cosecha y convertirla en un aceite aromático y recién exprimido que se saborea con el pan aún caliente. Este año, por segunda temporada consecutiva, no ha habido fiesta ni reuniones familiares y sus árboles habían producido 1,5 galones de aceite de oliva, frente a los ocho galones que obtenía habitualmente, pero este agricultor se siente agradecido. “Esas aceitunas son un recordatorio de que esta es nuestra patria. He rezado mucho para que esta carnicería terminara ya y pudiéramos volver a disfrutar de estos días, pero agradezco haber llegado hasta aquí y ser testigo de esto”, reitera Abdullah.
Más de 42.000 palestinos han muerto desde el inicio de los bombardeos israelíes sobre Gaza en octubre de 2023, según cifras el ministerio de Salud de la Franja controlado por el movimiento islamista Hamás, en el poder desde 2007. La ofensiva contra Gaza comenzó después de que las milicias de Hamás perpetraran unos ataques en Israel en los que murieron 1.200 personas y más de 200 fueran tomadas como rehenes.
“Desarraigo”
El Ejército israelí arrasó la granja de 2.000 metros cuadrados que Omran Suleiman, de 76 años, tenía en el centro de Jan Yunis y la convirtió en una montaña de árboles partidos amontonados en sus tierras. “Perder esos olivos es una confirmación de lo que ya sabemos: nuestro desarraigo y nuestra impotencia. Ver mis olivos es un sentimiento desgarrador de pérdida de esperanza”, señala el anciano, que vive con sus hijos y nietos en Al Mawasi, una de las zonas declaradas seguras por el ejército israelí, en el centro-sur de la Franja. “Nuestras raíces están en esos árboles y lo que significan. Es muy triste”, añade.
Suleiman habla con cariño de la tradición de “machacar las aceitunas entre grandes losas de piedra y probar los primeros chorros de aceite, o encurtirlas en tarros con sal, pimienta y limón para cubrir las necesidades de una familia durante un año”. “Echo de menos el olor del aceite saliendo de la prensa, y el acto de encender el fuego de leña y calentar el pan para probar el aceite inmediatamente después de prensarlo”, agrega. Para este hombre, el olivo “representa la firmeza de los palestinos y simboliza la tierra”. “Estos árboles son parte de nuestro patrimonio y de nuestra patria, que nos han robado durante décadas. Es mucho más que el valor económico que puedan tener”, asegura.
Mientras, en la almazara o molino de aceite de Tal el Zuhur, una de las seis que funcionan en Gaza de las 40 que había antes de la guerra, los agricultores que tienen la suerte de tener una cosecha de aceitunas se reúnen y vierten juntos su escasa producción en la máquina automatizada. Humud Dallul, propietario de la prensa, afirma que los costes de funcionamiento se han multiplicado porque dependen del gasóleo, que compran a casi 15 euros el litro, además del mantenimiento y otros gastos. “Antes, prensar un litro de aceite de oliva costaba entre 1 y 2 céntimos de euro, pero ahora cuesta 0,3 euros. También recibíamos hasta 100 toneladas de aceitunas al día. Ahora no llegan más de 20 toneladas para prensar”, explica a este diario.
Viendo rotar las máquinas, una emoción palpable se apodera de los presentes, jóvenes y mayores agolpados en torno a la prensa. Owda al Aqluk, de 15 años, mira con atención los recipientes a medida que se llenan de aceite e inhala el rico aroma terroso, con los ojos fijos en la báscula para asegurarse de que no se superaban los 16 litros por recipiente. El joven cuenta que la producción de las tierras de cultivo de su familia en Deir el Balah, en el centro de la Franja, ha disminuido de 540 kilos a 310 porque no han podido regarlas debido al alto precio del gasóleo.
“Pero nos alegramos de haber conseguido esto. Estoy impaciente por volver a casa con estos recipientes llenos y ver lo felices que se pondrán mi madre y mis hermanos”, contaba. “Ya estaban como locos cuando se enteraron de que nuestras aceitunas habían sobrevivido”.