Shaghayegh Norouzi, actriz y activista iraní: “Mis compañeras de rodaje me decían que aprendiera a gestionar los abusos. ¿Cómo se hace eso?”
Una de las impulsoras del movimiento Me Too en el cine iraní publica, desde su exilio en Barcelona, testimonios de mujeres que han sufrido violencia sexual en su país
Durante los 10 años en los que Shaghayegh Norouzi (Shiraz, 1984) trabajó como actriz en Irán sufrió violencia sexual, que califica de sistemática, por parte de directores y otros hombres del equipo. Las compañeras de rodaje le decían que “aprendiera a gestionarlo”, asegura. “¿Cómo se gestiona un abuso?”, se pregunta con indignación.
En 2019, Norouzi sintió que no podía soportar más ese clima de impunidad, abandonó su país y se instaló en Barcelona, ciudad en la que tiene lugar esta entrevista. Aquí impulsó, con algunas amigas, una cuenta de Instagram, Me Too Movement Iran, en la que contaban sus historias y animaban a hacer lo mismo. Miles de mujeres empezaron a relatar sus historias de abusos y violaciones, que se reproducen en las cuentas de Instagram y X del movimiento, revelando los nombres y apellidos de los perpetradores.
Pregunta. ¿Cuándo empieza su carrera de actriz?
Respuesta. Estudié Teatro en la Universidad en Teherán y muy pronto empecé a trabajar como actriz. Mi carrera duró 10 años, en los que participé en múltiples series y películas en Irán. Pero en mi primer trabajo, a los 20 años, sufrí el primer episodio de violencia sexual. En los proyectos sucesivos siempre hubo algún hombre, normalmente el director, que abusó de mí.
P. ¿Qué hizo cuando sufrió ese primer abuso?
R. Fue muy traumático. Me quedé en shock. Estuve rodando durante siete meses. Delante y detrás de las cámaras, él abusaba de mí. Tenía unos 45 años. Esa primera experiencia me marcó profundamente.
Empecé a trabajar con 20 años. En cada proyecto, siempre hubo algún hombre que abusó de mí
P. ¿Le pidió alguna vez que dejara de hacerlo?
R. Sí. Fuera de cámara le dije un día que no podía seguir rodando si él me tocaba. Y entonces me dijo que se arrepentía de haberme contratado. Cuando el proyecto terminó, me amenazó con no poner mi nombre en los títulos de crédito. Luego empezó a difamarme entre los directores de televisión y de teatro para que nadie me contratara. Seguí trabajando y terminé el rodaje, pero caí en una profunda depresión durante muchos meses. A medida que me fui recuperando regresé al trabajo, pero esa experiencia siempre me acompañaba. Cuando empecé a actuar en otras series, hice frente a nuevos abusos. El equipo lo sabía y nunca hacía nada.
P. ¿Lo denunció?
R. ¿Denunciar dónde? La policía no sirve para eso en Irán. Lo hablé con las compañeras de la serie y me respondieron que debía “aprender a gestionarlo”. ¿Cómo se gestiona un abuso? Lo peor era la impunidad con la que el director lo cometía. Había ocasiones en las que lo hacía mientras estábamos rodando y yo me bloqueaba. Recuerdo una vez que estábamos grabando en la parte trasera de un coche y él estaba sentado en el asiento delantero, junto al operador de cámara, dando instrucciones. Empezó a tocarme la pierna. Yo intenté zafarme, pero debía seguir actuando. Nadie dijo nada. En otras ocasiones, entraba en el camerino y me besaba en la boca.
Un día decidí que no podía considerar normal lo que no lo era. Ya había trabajado en numerosas producciones, y en todas ellas algún hombre intentaba algo conmigo sin mi consentimiento. Entonces me dirigí al organismo que supervisa las producciones audiovisuales en Irán y notifiqué los hechos. Hipócritamente, me dijeron que lo tendrían en cuenta y que vigilarían los rodajes, pero no era cierto. De lo único que se ocupa este órgano, dependiente del Ministerio de Cultura, es de que los guiones no vulneren las reglas de la moral islámica. El resto les da igual.
Fuera de cámara le dije un día que no podía seguir rodando si él me tocaba. Y entonces me dijo que se arrepentía de haberme contratado
P. ¿Quiere decir que el régimen protege a los abusadores en la industria?
R. Claro. El régimen tiene el control absoluto del sector audiovisual. Los hombres que trabajan en esa industria están, de alguna forma, conectados con el régimen porque todo el dinero para los proyectos está bajo el control del Gobierno. Aunque no vean bien lo que ocurre, si lo denuncian, pierden la posibilidad de trabajar en rodajes. La atmósfera de silencio en Irán es enorme. Intenté denunciarlo también en redes sociales, pero empezaron a cancelarme trabajos. En Cannes o Hollywood las actrices pueden hablar, pero en Irán es muy peligroso. No solo nos exponemos a perder nuestros trabajos, sino a ser detenidas.
En Cannes o Hollywood las actrices pueden hablar, pero en Irán es muy peligroso. No solo nos exponemos a perder nuestros trabajos, sino a ser detenidas
P. ¿Cuándo decidió dejar Irán?
R. Hubo un rodaje en el que me cambiaron el guion para que dijera que la red social X [entonces Twitter] había arruinado a mi familia. Coincidía con un período de protestas dentro del país y el malestar social crecía en las redes. Me dijeron que si no quería leer lo que decía el texto me fuera a casa. Me fui, y al día siguiente había perdido mi trabajo. Fue entonces cuando vi claro que no podía ser actriz en Irán. Al cabo de pocos meses aterricé en Barcelona.
P. Y fue desde aquí cuando decidió que ahora sí que podía hacer algo…
R. Exacto. Cuando llegué a Barcelona decidí que debía denunciar todo lo que no había podido gritar en Irán y creé cuentas en Instagram y X para explicar los abusos en el sector audiovisual. La respuesta de las actrices fue inmediata. Obtuve 800 firmas de mujeres que suscribían un manifiesto que pedía el fin de la impunidad. Creé una red de credibilidad consiguiendo que las historias que publicaba tuvieran muchas republicaciones de otras actrices que habían pasado por lo mismo. Debía disipar cualquier duda sobre la veracidad de las historias. Fue como una bomba. Nos atacaron desde los medios de comunicación, desde el Gobierno. Me acusaron de mentir. Revelamos los nombres y apellidos de los abusadores.
P. Usted estaba a salvo en España, pero ¿las actrices en Irán no sufrieron represalias?
R. A muchas las identificaron y las llamaron a declarar. Había actrices, fotógrafas, diseñadores de moda… Algunas fueron detenidas. Pese al enorme riesgo, hicimos mucho ruido y algo cambió.
P. ¿Denunciaron algún caso que apuntara a políticos u hombres conocidos?
R. Sí. Publiqué un post denunciando que Shahram Gilabadi, mano derecha del exalcalde de Teherán Mohammad Ghalibaf, había violado a tres mujeres. Era un alto cargo en el centro de comunicaciones del Ayuntamiento de la capital, y tres mujeres me escribieron diciendo que las había violado. Cuando lo publiqué, él me escribió y me dijo que vendría a Barcelona a “darme mi merecido” si no publicaba un post reconociendo que me había inventado la historia por razones políticas. Fui a la policía y denuncié las amenazas.
El régimen somete a las mujeres como sistema para preservar su poder global. A nosotras es a quien más teme. Por eso mantiene leyes sumamente patriarcales
P. ¿Ha cambiado algo en Irán tras el estallido en 2022 del movimiento masivo y feminista Mujer, Vida y Libertad?
R. Después de esta revolución, el régimen no ha cambiado y sigue reprimiendo a hombres y a mujeres, pero nosotras nos sentimos más empoderadas sobre nuestros derechos. Quiero enfatizar que la revolución desatada después de la muerte de Mahsa Amini [fallecida mientras se encontraba detenida por no llevar correctamente el velo islámico] ha sido la más importante que ha vivido Irán en 44 años. Nunca antes una parte tan importante de la población, liderada por grupos de mujeres, se había unido para expresar de manera unánime su rechazo al régimen. Mi determinación para impulsar una vez en el exilio la campaña Me Too y la respuesta masiva que recibí desde Irán es un reflejo de la fuerza de la resistencia femenina en mi país. El régimen somete a las mujeres como sistema para preservar su poder global. A nosotras es a quien más teme. Por eso mantiene las leyes sumamente patriarcales sobre el velo islámico y la indumentaria femenina. Pero las cosas han cambiado y ahora, pese al riesgo que conlleva la movilización, las mujeres están alzando la voz.
P. ¿Cómo es su vida en España?
R. Trabajo para la ONG iraní-americana United for Iran intentando promover el empoderamiento de las mujeres frente a los abusos. Echo mucho de menos mi país. Si pudiera, regresaría, pero por ahora no es posible. Espero poder volver algún día. Estoy amenazada y solo llegar a Irán sería arrestada.
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