La ONU advierte que los prejuicios contra las mujeres se enquistan en todo el mundo

El informe de Naciones Unidas sobre el sesgo de género indica que el 25% de la población mundial cree que está justificado que un hombre golpee a su esposa y alerta que los responsables del retroceso son “movimientos antigénero bien organizados, con muchísimos recursos”

Manifestación estudiantil feminista el pasado 8 de marzo, frente al ministerio de Justicia de Madrid.Lucia Pardo

La mitad de la población mundial cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, al menos un 40% considera que también son mejores ejecutivos y una de cada cuatro personas cree que está justificado que un hombre golpee a su esposa. Estas son algunas de las conclusiones que desvela el nuevo Índice de Normas Sociales y de Género (GSNI, por sus siglas en inglés) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), hecho público este lunes, según el cual en los últimos 10 años no ha habido avances en la erradicación de los prejuicios contra las mujeres.

“Los derechos políticos y las libertades civiles están en declive en todo el mundo desde hace al menos una década”, considera el organismo de Naciones Unidas. Según especifica el informe, “la reducción de las libertades globales y el aumento de la polarización han ido acompañados de una reacción violenta contra la igualdad de género y los derechos de la mujer, que ha afectado a sociedades enteras al cambiar las relaciones de poder”.

Los responsables de este retroceso son “movimientos antigénero bien organizados, con muchísimos recursos”, alerta Raquel Lagunas, directora del equipo de Género del PNUD en conversación con este diario. Estos grupos, cada vez más presentes, desarrollan, según la experta, estrategias orientadas a reducir los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, a debilitar las instituciones vinculadas a la igualdad —como la supresión de ministerios— y a debilitar la legislación que protege a las mujeres. “Cuando las leyes sobre violencia machista transitan a leyes de violencia en las familias, se diluye la violencia sistemática que ejercen los hombres contra las mujeres por el mero hecho de serlo”, apunta.

Los resultados del informe de PNUD se han calculado a partir de los datos de la Encuesta Mundial de Valores, con información de 80 países (recogida en dos oleadas entre 2010 y 2022) y una cobertura del 85% de la población del planeta. El sondeo se focaliza en las cuatro áreas en las que considera el organismo de la ONU que las mujeres y las niñas sufren desventajas y discriminaciones sistemáticas, en concreto, la política, la educación, la economía y la integridad física. Y plantea preguntas muy directas como si “los hombres deberían tener más derecho a trabajar que las mujeres”, si “ir a la universidad es más importante” para ellos que para ellas o si “el aborto no es nunca justificable”. Las respuestas no dejan lugar a dudas: nueve de cada 10 personas en todo el mundo siguen teniendo prejuicios de género, el mismo resultado que en el GSNI anterior, de 2020, el primero que elaboró el PNUD.

Cuantificar en qué medida estas ideas preconcebidas siguen implantadas en el imaginario colectivo ayuda a explicar, según el PNUD, por ejemplo, por qué, “aunque en la mayoría de los países se han eliminado muchas barreras formales para que las mujeres ocupen cargos políticos, las diferencias de género en la representación política siguen siendo muy elevadas”. Los datos lo avalan: las mujeres ocupan el 11% de las jefaturas de Estado, el 9% de las jefaturas de Gobierno —el porcentaje nunca ha superado el 12% desde 1995—, en torno al 25% de los escaños parlamentarios y el 22% de los cargos ministeriales, según el informe Mujeres en política 2023, de la ONU. Y cuando son ministras, suelen dirigir carteras relacionadas con la familia, la infancia, la juventud, los asuntos sociales o medioambientales. En cuanto al sector privado, ellas solo ocupan el 28% de los puestos directivos.

“Las mujeres líderes a menudo son observadas a través de una lente de género y no son juzgadas únicamente por su desempeño”, sostiene el PNUD. Un claro ejemplo es el de la todavía primera ministra finlandesa, Sanna Marin, que se vio obligada a someterse el pasado verano a un test de drogas tras filtrarse un vídeo en el que aparecía bebiendo y bailando en una fiesta privada. Un escrutinio público que no experimentan los hombres que ocupan cargos de la misma responsabilidad. “Incluso cuando las mujeres acceden a los cargos más altos de la política y las empresas, los prejuicios de género impactan negativamente en ellas”, sostiene Lagunas. Prueba de ello, según la experta en género del PNUD, es el “discurso del odio” contra las dirigentes, cada vez más patente en las redes sociales.

El efecto de los prejuicios de género es también claro en el desarrollo profesional de las mujeres y en su capacitación económica. “Las diferencias de ingresos medios entre mujeres y hombres están más relacionadas con las normas sociales de género que con las diferencias en educación”, defiende el informe. El dato que avala esta conclusión es que en los 59 países donde el nivel de educación de las mujeres es mayor que el de los hombres, la brecha media en los ingresos es del 39%.

Década de retrocesos

La erradicación de los sesgos de género es crucial para alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres, según el PNUD, que pone en valor el impacto positivo de los movimientos feministas contra la violencia machista como el Me Too o el Ni una Menos. En comparación con el último informe, el porcentaje de personas sin prejuicios de género ha aumentado muy levemente en 27 de los 38 países para los que hay datos en las dos oleadas de encuestas (2010-2014 y 2015-2022), con los mayores incrementos en Alemania, Uruguay, Nueva Zelanda, Singapur y Japón. Sin embargo, este incremento no ha logrado revertir la situación porque a su vez ha habido países con retrocesos, especialmente en Chile, Corea del Sur, México, Rusia y Kirguistán.

Las mujeres líderes a menudo son observadas a través de una lente de género y no son juzgadas únicamente por su desempeño
PNUD

“Las normas sociales y de género están incorporadas al sistema de creencias del individuo, forman parte de su identidad y de la cultura y sociedad a la que pertenece”, explica Lagunas. Por eso, continúa la experta, son “tan difíciles de modificar” porque “se absorben desde la infancia a través de diferentes agentes como la familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación o incluso en el patio del colegio”.

La receta para combatir este declive pasa, según Lagunas, por una combinación de medidas: invertir en políticas públicas, promover leyes de cuotas para lograr una mayor presencia femenina en los parlamentos y en las empresas, trabajar contra las estrategias de desinformación e invertir en la sociedad civil, especialmente en los movimientos feministas, “que han demostrado ser los principales agentes de cambio”. “Se pueden priorizar economías feministas y modificar los sistemas fiscales con sesgo de género, como el hecho de que en algunos países se grave más a madres solas con pequeños negocios que a grandes compañías”, explica, como ejemplo de política pública en favor de la igualdad de género.

Un claro ejemplo de que las leyes no son suficientes, según Lagunas, es que “el 80% de los países del mundo tienen leyes contra la violencia machista y, sin embargo, las agresiones contra las mujeres continúan en aumento”. Por ello, añade, es necesario “poner en el centro las nuevas masculinidades para combatir la interiorización de un sistema de valores que sigue situando a las mujeres como ciudadanas de segunda o tercera”.

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