Manual de supervivencia de las conductoras de mototaxi en Kenia: dos pasajeros máximo, siempre de día y cobro por adelantado

Es un oficio peligroso, mal remunerado y tradicionalmente reservado a los hombres, pero un puñado de mujeres desafía a los obstáculos y transporta pasajeros en sus boda-bodas, soñando con crear un día su propia cooperativa en el país africano

Jackline Oundo está sentada en su 'boda-boda' o mototaxi, en Nairobi, Kenia.Ian Garrahan

En las calles de Kibera, el asentamiento informal más grande de Nairobi, Faith Asibwa, de 30 años, se abre paso en su boda-boda entre el humo de los tubos de escape, los incontables puestos de comida y las pilas de basura que se queman a un lado del camino. Ágil y valerosa, esta conductora de mototaxi avanza entre tuktuks, camiones de agua potable, baches y badenes. Solo desacelera en dos ocasiones, cuando se detiene a recoger a un cliente y cuando le lanzan un saludo. Porque en las calles de Kibera siempre parece haber alguien que al pasar le arroja un Mwanamke bomba (Gran mujer, en suajili) o Mama yao (Nuestra madre).

Tal reconocimiento se debe a que es una de las pocas mujeres en este oficio tradicionalmente controlado por hombres. “Solo somos un puñado”, resume Asibwa. Según Vincent Were, jefe de relaciones públicas de la Asociación de Seguridad de Boda-boda de Kenia (BAK, por sus siglas en inglés), las mujeres no superarían actualmente el 1% del total de conductores de mototaxi.

“Siempre digo a las mujeres que conducen motos que no lleven más de dos pasajeros, que cuando empieza a oscurecer es hora de partir y, lo más importante, que cobren por adelantado”, explica Asibwa. Cuenta también que en ocasiones ha sido golpeada por pasajeros porque no quieren pagar o porque creen que las conductoras están robando el trabajo de un hombre.

Al igual que ellas, muchas de las mujeres que trabajan conduciendo boda-bodas se hallan en condiciones de vulnerabilidad extremas. Ninguna de ellas percibe ayudas por parte del Estado a pesar de la existencia de programas gubernamentales como el Women Enterprise Fund (Fondo para empresas femeninas, WEF, por sus siglas en inglés), que marca como condición para recibir fondos que los solicitantes sean grupos liderados por mujeres o tengan mayoría de miembros femeninos. Esto excluye a personas como Asibwa u Oundo, que trabajan en una firma liderada por hombres.

El nombre de boda-boda, motocicletas de pequeñas cilindradas, ha derivado de la palabra inglesa border (frontera). El nombre boda-boda quiso decir en un principio ‘de frontera a frontera’, debido a los viajes de este tipo que se realizaban entre Kenia y algunos países fronterizos como Uganda, sorteando los controles oficiales. En 2008, el gobierno keniano liberó las importaciones de estos vehículos con el fin de generar empleos e impulsar el desarrollo, pero acabó inundando las calles de motocicletas, muchas de ellas sin registrar, que se ven envueltas en miles de accidentes cada año y aumentan la contaminación de las grandes ciudades.

“La mayoría de mis clientes son hombres. Las mujeres me temen. Pocas confían en mí y la mayoría pregunta si yo soy la que maneja la moto cuando se acercan. Ellos, en cambio, solo dicen a dónde quieren ir”. Por lo menos “el salario es el mismo” que el de los hombres, resume Asibwa.


Faith Asibwa conduce su 'boda-boda' por Kibera, el asentamiento informal más grande de Nairobi, Kenia.Ian Garrahan

Hace poco más de dos años, la BAK decidió que era momento de reconocer a las mujeres e inauguró una sección de conductoras. Asibwa y otra compañera, Jackline Oundo, de 38 años, fueron elegidas como responsables del departamento, pero ambas lamentan la falta de financiación, de acciones concretas y de protección. “No hemos recibido apoyo desde 2020. Nada de nada. Solo existimos para la foto de la BAK. Para decir: ‘Tenemos mujeres en la plantilla”, asegura Asibwa.

Sin embargo, esta conductora no abandona su moto Honda roja, verde y amarilla. Como si fuera un talismán, lleva atado sobre el tanque de combustible el casco blanco que el gobierno le dio en 2020, coincidiendo con la creación del departamento de mujeres conductoras de mototaxi. Es la única ayuda estatal que ha recibido.

Sueño con el día en que pueda sentarme detrás de un escritorio y ayudar a otras mujeres a independizarse
Jackline Oundo, conductora de mototaxi

El deseo de crear su propia empresa

Asibwa empezó a conducir la boda-boda en 2016, a los 23 años y por necesidad. Su marido la había abandonado y tenía a su cargo a dos hijos de ocho y 10 años. Oundo también se quedó sola y tenía que mantener a sus cuatro pequeños. Es una de las conductoras pioneras, ya que empezó a transportar a pasajeros en moto en 2013 por el llamado Distrito Central de Negocios de la ciudad.

El proyecto de estas dos mujeres es fundar su propia cooperativa, la primera compuesta completamente por mujeres. Esto las habilitaría, además, a poder optar finalmente a ayudas como las del WEF y adquirir con ellas vehículos para el grupo. ”Sueño con el día en que pueda sentarme detrás de un escritorio y ayudar a otras mujeres a independizarse, a lograr sus propios sueños”, asegura Oundo.

En torno a estas mujeres zumba el pesado tráfico de los centenares de minibuses que circulan por la capital con su música estridente. A pocos metros, varios oficiales de la policía armados con AK-4 escapan del sol a la sombra de unas jacarandas en la principal avenida de la ciudad. Más de una vez, los agentes exigen alguna “ayuda” monetaria a las motorizadas. Pese a todas estas dificultades, Asibwa sigue esperando puntualmente a sus clientes todos los días desde las ocho en el centro de negocios de este distrito. “Por mis hijos, debo venir siempre en busca de comida”, explica.

Y no es tarea fácil. El sistema de repartición de ganancias está diseñado de tal manera que los conductores de mototaxi, sean hombres o mujeres, apenas sacan un salario digno tras muchas horas de trabajo. Quienes alquilan sus vehículos deben pagar diariamente 400 chelines (2,93 euros) a los propietarios de las motos y las ganancias percibidas en una jornada de trabajo suelen ser de 600 (4,40 euros), lo cual deja al piloto con unos 200 chelines, el equivalente de 1,47 euros.

El transporte más peligroso

Asibwa explica que ella “empezó con muchos otros motociclistas, pero todos murieron”. Solo en 2022 hubo 1.209 decesos en siniestros de boda-boda, sobre un total de 4.690 fallecidos en accidentes de circulación en el año, según estadísticas de la Autoridad Nacional de Transporte y Seguridad (NTSA, por sus iniciales en inglés), cifras que convierten a estas motocicletas en el medio de transporte más peligroso dentro de este país de África oriental.

En 2022 hubo 1.209 decesos en accidentes de boda-boda, sobre un total de 4.690 fallecidos en accidentes de circulación en el año,

Es una dificultad añadida, con la que estas mujeres también deben trabajar, pero Asibwa no desfallece y sigue aguardando a sus pasajeros. Bajo el velocímetro lleva una pequeña rosa que, horas antes, le ha regalado un hombre mayor con un traje gris de rayas. “Me regala una flor todos los días”, dice, mientras da vueltas, con una mirada ausente, a la flor entre sus manos.

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