Afganistán: la recta final del eterno camino para erradicar la polio
La poliomelitis ya solo es endémica en dos países del mundo. En el dominio talibán, el reto se complica por la desconfianza de parte de la población y los ataques a los vacunadores, pese al apoyo reciente del régimen a las campañas de inmunización
Razia reposa en el cuarto principal de su casa, hecha de adobe, como la mayoría de viviendas de las zonas rurales de Afganistán. Sonríe y observa los movimientos a su alrededor, mientras sus hermanos la atienden en todo lo que necesita. Aunque es la mayor, con 14 años, contrajo poliomielitis en sus primeros meses de vida y, desde entonces, depende de su familia para cualquier tarea. Sobre todo de su madre, Narghis, de 38 años. Sentadas en el comedor, Narghis recuerda cómo empezó todo.
“En sus primeros dos años de vida estaba perfectamente, tenía buena salud. Pero a los dos años tuvo la primera parálisis. La llevamos al hospital y nos dijeron que deberíamos trasladarla a Pakistán porque aquí no había tratamiento para ella”. La familia, sin recursos, no pudo seguir las recomendaciones médicas. Y después de dos años, el problema empeoró. “Tuvo crisis continuas durante cuatro meses”.
Vivían en un entorno rural, en la provincia de Kunar, cerca del Valle del Korengal, conocido por ser una de las regiones donde la insurgencia talibán estuvo más activa y que se convirtió en una pesadilla para las tropas estadounidenses. Allí, faltos de recursos económicos, la única solución que veían los parientes de Razia era recorrer a los mulás (intérpretes de la religión y la ley islámicas) buscando la curación. Con el agravamiento de los combates entre EE UU y los talibanes antes de que estos últimos volvieran al poder, hace 18 meses la familia se instaló a las afueras de Kabul, en el barrio de Pul-e-Charkhi, donde viven ahora en un alquiler que les asfixia económicamente.
El día a día se convierte en un camino de obstáculos. “Razia se despierta hacia las 6 de la mañana y pide comer y lavarse la cara. Tras el desayuno, la cargo a mi espalda para llevarla al jardín y que tome el sol. Está fuera hasta la tarde, cuando vuelvo a darle comida y le cambio la ropa”, explica la madre. “No dice cuándo quiere ir al baño. Lo hace aquí mismo”, cuenta sin tapujos. “Le doy menos comida para que no tenga necesidad de ir mucho al baño”.
Se les hace duro no recibir ningún tipo de ayuda, ni tan siquiera de los vecinos de la zona, un barrio muy humilde que, en el momento de esta visita, es objetivo de una redada talibán contra la delincuencia. Empieza a anochecer y se llevan a un par de chicos esposados. Hay talibanes por todas partes. Prohibido hacer fotos.
“Fuimos a una oficina de la Cruz Roja pero no conseguimos nada. Una vez también pedimos agua a los vecinos, pero no nos dieron ni eso. Nadie me ayuda”, lamenta Narghis. A ella le toca asumir el cuidado de su hija, mientras su marido trabaja en un pequeño comercio y sus hijos buscan trabajo de limpieza en las calles de la capital. El menor de sus hijos, Shuaib, de 3 años, tiene cáncer de riñón, lo que le requiere trasladarse muy a menudo al hospital Jamhuriat, el centro médico público de Kabul, para recibir quimioterapia. “El ofrecimiento de que vinierais aquí es para intentar recibir alguna ayuda”, confiesa con confianza, mientras sirve té a la familia y a los invitados.
La poliomielitis es una enfermedad muy contagiosa causada por un virus que invade el sistema nervioso y puede causar parálisis en cuestión de horas. El virus se transmite de persona a persona, principalmente por vía fecal-oral o, con menos frecuencia, a través de un vehículo común, como el agua o los alimentos contaminados, y se multiplica en el intestino. Así define la enfermedad la Organización Mundial de la Salud (OMS), que cita como síntomas iniciales fiebre, cansancio, cefalea, vómitos, rigidez del cuello y dolores en los miembros. La polio afecta sobre todo a menores de 5 años.
Afganistán es, junto con Pakistán, el único país donde la enfermedad sigue siendo endémica. En 2020 detectó 56 casos de poliovirus salvaje de tipo 1 (WPV1). En 2021, cuatro. Y este año hasta ahora ha registrado un solo caso, según la Iniciativa de Erradicación Global de la Poliomielitis (GPEI, por sus siglas en inglés), que ve la reducción de casos como “una oportunidad extraordinaria para acabar con la poliomielitis”.
La erradicación de la enfermedad ha sido difícil debido a los sistemas de salud frágiles, el rechazo de las familias a la vacunación en las zonas rurales, la pobreza, el difícil acceso, grandes flujos de refugiados, la inseguridad y la desconfianza ante los equipos de vacunación. Además, antes de su vuelta al poder, los talibanes se negaban a que los vacunadores actuaran en las zonas que controlaban, ya que consideraban que servían como instrumento de espionaje para el ejército estadounidense. Todo esto ha imposibilitado que, sin una campaña puerta a puerta, se pudiera vacunar a todos los menores de cinco años, requisito necesario para eliminar del todo la enfermedad.
El retorno de los talibanes el agosto del año pasado al Gobierno de Afganistán ha traído consigo un cambio. Tres meses después, en noviembre de 2021, los talibanes aceptaban que se retomara la campaña de vacunaciones, en la que trabajan sobre todo el Ministerio de Salud Pública afgano con el apoyo de la OMS y Unicef. El objetivo: llegar a los 3,3 millones de niños que no habían recibido la dosis desde 2018, la última vez que los equipos de vacunación pudieron llegar a las áreas más limitadas del país. En medio del optimismo de los organismos impulsores de la vacunación, a finales de febrero de este año, varios ataques simultáneos acabaron con la vida de ocho vacunadores, lo que obligó a la ONU a suspender temporalmente las inmunizaciones en Kunduz y Tahar, las provincias norteñas afectadas.
El después de no haberse vacunado
El Hospital de Niños Indira Gandhi, en Kabul, rebosa de familias. Es el principal centro médico en el país para el cuidado de los más pequeños. Para llegar al interior hace falta pasar antes por el despacho del nuevo director, el doctor Mohammad Hasib. Es talibán, ya que el cambio de régimen ha hecho reemplazar los cargos antiguos del hospital por los fundamentalistas. Se graduó en la Universidad Médica de Kabul, aunque la mayor parte de su vida profesional ha transcurrido fuera de la urbe, en las montañas. Durante 15 años trabajó como pediatra en los pueblos donde los talibanes conseguían tomar el control. “He vivido toda mi vida con los talibanes y nunca nadie ha tocado al personal médico”, asegura, rechazando los que acusan al grupo extremista de obstaculizar las vacunaciones. Para él, todas las desgracias que afectan a su país se deben a la intervención de Estados Unidos. Los ataques a vacunadores han sido una constante en los últimos años, y la autoría de la mayoría se atribuye a grupos integristas vinculados a los talibanes.
En el hospital abundan las caras angustiadas, también de cansancio. Las camas se amontonan hasta en los pasillos, mientras médicos y enfermeros se abren paso para tratar de ofrecer respuestas a las familias sobre el estado de salud de sus hijos.
Como Rushana. Es la cuarta de ocho hermanos. Todos están bien de salud, excepto ella. El problema empezó hace un par de meses, con molestias en el estómago que le impedían comer bien. Pero todo empeoró hace 12 días, cuando comenzó a sentirse más débil. “Lentamente el dolor se desplazó a la cabeza. Le dio fiebre, y también empezó a vomitar”, explica la madre, Nasiba, que no se separa de su lado. Ahora tiene dolor de cabeza, de estómago, dolor de riñón, y dolor en las piernas. Y todavía no saben del cierto qué enfermedad le causa todas estas molestias, aunque tienen sospechas. Desde la provincia de Paktia, donde residen -a unos 145 kilómetros al sur de Kabul-, han cogido un taxi directo y, tras acudir a otro hospital donde no les han podido atender, finalmente han llegado al Hospital Indira Gandhi.
Todavía no es un caso de polio confirmado; solo sospechoso, pero Nasiba ya lamenta no haberla vacunado completamente contra la polio. Asegura que su hija ha tomado la vacuna oral, pero no completó la vacunación. Ninguno de sus hijos está del todo vacunado. “Mi marido no permitía la vacunación. ‘¿Por qué la necesitamos?’, decía”. Ahora, al preguntarle sobre la decisión, reconoce entre lágrimas que se arrepiente.
Los pequeños generalmente reciben la vacuna con el virus inactivado de la polio (IPV) a los cuatro y a los nueve meses de edad en un centro de salud, precisa el doctor Shamsher Ali Khan, jefe de Polio en Unicef Afganistán, o bien reciben la vacuna oral contra la poliomielitis (OPV) al nacer y a las 6 semanas, 10 semanas y 14 semanas de edad. Si un niño no completa el calendario de vacunación, especialmente en un país donde la polio es endémica como Afganistán, es probable que se infecte, subraya. El doctor Khan atribuye la situación de la polio a un sistema de salud frágil con cobertura de inmunización de rutina débil, donde las instalaciones de salud están lejos y sin servicios de inmunización. Por eso las madres a menudo no regresan para completar el calendario de vacunación de sus hijos, reconoce.
Mientras no llega el diagnóstico definitivo, a Rushana le toca realizar distintas pruebas. La doctora Fariba Amin, responsable provincial sobre la poliomielitis de la OMS, observa a la paciente al lado de la cama mientras detalla en inglés el proceso que siguen para confirmar -o no- los casos de polio. “La madre me dijo ayer que de repente la hija notó debilidad en las dos piernas. Hemos recogido una muestra de sus heces y dentro de 24 horas tomaremos la segunda muestra y las enviaremos al laboratorio. Nuestro laboratorio está en Islamabad, y nos dirá si es un caso de polio o si queda descartado”.
El proceso es largo. No será hasta dentro de dos semanas, como mínimo, cuando tengan los resultados. “Mis colegas que trabajan sobre el terreno la visitarán en su casa, y seguirán el caso durante los próximos dos meses”, detalla. Son los propios pacientes quienes deben adquirir la medicina, salvo algunas excepciones. “Algunas medicinas las han donado algunas ONG, pero otras las compran del mercado, lo que puede resultar caro”. Y la situación económica, tras la retirada occidental de Afganistán y el bloqueo económico sobre los talibanes, ha dejado una situación económica todavía más deplorable.
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