La India: de la emergencia sanitaria a la movilización para liberar las patentes

El autor, de la Fundación Vicente Ferrer, reflexiona sobre las causas que han llevado a que la covid-19 ataque con tanta fuerza al país asiático, que literalmente se está ahogando por la falta de oxígeno. Recuerda que eliminar los costes de las licencias de las vacunas es esencial contra la pandemia

Médicos y enfermeras del hospital de Bathalapalli, en Anantapur, India, en julio de 2020.Felita Viegas (FVF)

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La India se encuentra sumida en estos momentos en la que probablemente sea su peor crisis de las últimas décadas. Hay quien la ha comparado ya con la situación vivida en el país durante la partición con Pakistán en 1947, cuando después de 300 años de ocupación colonial el imperio británico abandonó el subcontinente asiático. Con la diferencia de que, esta vez, las redes sociales se han convertido en los altavoces que retransmiten en vivo y en directo la desgracia y el sufrimiento de millones de personas.

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La respuesta a la pregunta más repetida estas últimas semanas, ¿cómo se ha llegado hasta esta situación?, no es sencilla. Por un lado, nos confiamos. Creímos que India is different (la India es diferente) y que con la primera ola ya se había conseguido la inmunidad de rebaño, o que el sistema inmunitario de la población había conseguido contener el virus debido a su mayor exposición a ciertas enfermedades. Esto llevó a una falsa sensación de seguridad.

Hay que tener en cuenta que en un país como la India, con un 85% de la población activa en el sector informal y más de 140 millones de migrantes internos, la vuelta a la normalidad no era solo el deseo de volver a la vida de antes de la pandemia, sino la necesidad de millones de personas de poder volver a trabajar para poder sobrevivir. Un confinamiento como los que se han vivido en Europa o como el que se declaró en el país en marzo de 2020 tiene un enorme impacto social.

Ya fuera por necesidad, por deseo o por desconocimiento, esa confianza de que las cosas estaban controladas ha demostrado ser la peor de las farsas. Lo sabéis en España, con cuatro olas, y ahora lo sabemos en la India, que sufre una auténtica emergencia social.

Nuestro Hospital de Bathalapalli ya se reorganizó para atender a pacientes con la covid-19 en abril de 2020. Entonces, la situación nos desbordó porque eran nuestros profesionales quienes caían enfermos, además del enorme desconocimiento y miedo que había en esos momentos. Pero en esta segunda ola, con nuestro equipo médico ya vacunado, el desbordamiento es mucho mayor. Los enfermos llegan al hospital con diagnósticos mucho más graves y más de un 85% de ellos con necesidad de oxígeno. El mismo proveedor de oxígeno que rellena nuestro tanque me decía con tristeza: “Os voy a dar hasta que tenga, pero no soy dios y no puedo dar más de lo que soy capaz de producir. Tengo que atender también a más de 900 hospitales en Bangalore”. Antes de la llegada de este tsunami de casos rellenábamos nuestro depósito cada 12 días, ahora lo necesitamos rellenar prácticamente a diario. Desde hace unos días no solo estamos al límite de nuestra capacidad, sino que tenemos que hacer uso de otros espacios para no dejar a nadie atrás. Mientras tanto, los medios se hacen eco de personas en todo el país que mueren por no disponer de ese oxígeno. El país se está, literalmente, ahogando.

Un paciente con el daño pulmonar que estamos viendo estos días no puede esperar ni cinco minutos porque un proveedor sufra un retraso

Sin embargo, gracias a la solidaridad de mucha gente en España, estamos cada vez más cerca de adquirir nuestro propio generador de oxígeno para tener más autonomía y salvar vidas. Nuestros equipos médicos y sanitarios necesitan ese oxígeno para responder a lo que ya se conoce como el tsunami indio. Por eso, hemos tenido que poner en marcha la campaña Oxígeno para India para recoger apoyos y poder comprar nuestro propio generador de concentradores y cilindros para ir rellenándolo con más celeridad. Un paciente con el daño pulmonar que estamos viendo estos días no puede esperar ni cinco minutos porque un proveedor sufra un retraso.

En la India siempre hay que hablar de macro cifras porque este país tiene la población de un continente, más de 1.300 millones de personas, más de 350.000 contagios diarios y una media de 3.000 muertes por día. Nos esperan semanas muy duras, insisto, porque la población necesita un oxígeno que los hospitales no son capaces de ofrecer.

Aparte de eso, quiero insistir en algo: llevamos más de un año conviviendo con la pandemia y aún parece que no somos conscientes de que las vacunas son la única solución. Y hasta que todos los países no tengan acceso a ellas, esta lucha no podrá terminar. Por ello, la liberación de las patentes es el primer paso para hacer frente a esta lucha de una manera global. Si no conseguimos esto, la cepa del virus de la India no será la última… Si abandonamos al virus en otros países, este se expandirá cada vez más, mutará y eso podría volver a ponernos en punto de partida: buscando una nueva vacuna para frenar su expansión.

El Gobierno de la India ha liderado junto al Gobierno de Sudáfrica la petición ante la Organización Mundial del Comercio de suspender temporalmente la propiedad intelectual de las vacunas mientras dure la pandemia; 99 países les apoyan, pero los que tienen más recursos siguen poniendo objeciones. De dar luz verde a esta alianza, el 80% de las vacunas saldrían precisamente de India con destino a África, Latinoamérica y Asia, pero para ello es imprescindible entender que no tiene sentido levantar muros a la pandemia.

Moncho Ferrer es director de Programas de la Fundación Vicente Ferrer.

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