“Salir del armario en Honduras te expone a ser asesinado; no hacerlo, al suicidio”
Las constantes amenazas de muerte por su condición sexual obligaron a Néstor Hernández, director de la Asociación Honduras Diversa, a abandonar su país para proteger su vida y diseñar desde el exterior campañas de apoyo a jóvenes LGTBIQ+ de la región
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Ser moreno, llevar el pelo corto y viajar al trabajo en el mismo autobús que su primo condenaron a muerte a Fabricio Elvir hace ya más de un año, el pasado 10 de octubre de 2019. A las 8.00, rumbo a la capital desde Santa Lucía, le dispararon 14 veces sobre el tórax y cabeza. Su primo, Néstor Hernández (Tegucigalpa, Honduras, 1996) dormía en ese momento. Él era quien acababa de recibir amenazas de muerte por su activismo a favor del colectivo LGTBIQ+ como director de la Asociación Honduras Diversa y, desde esa misma semana, prefirió cambiar su rutina. Aquella mañana no le despertó la alarma sino el sonido de las balas.
Tres meses después, Néstor Hernández, “joven hondureño gay, mestizo y defensor de los derechos humanos”, aterrizaba en Bilbao para participar durante al menos ocho meses en el programa de Protección a Defensores de la Agencia Vasca de Cooperación que Cear Euskadi en la capital vizcaína. En esos meses, el activista recibió ayuda psicológica, creó lazos con organizaciones internacionales e ideó la forma de continuar con su trabajo de una manera más eficaz y segura.
“Ya solo pienso en volver. Necesito seguir apoyando a mi colectivo, a todos los jóvenes que nos solicitan ayuda a través de las redes sociales y a prestar alternativas a la muerte segura a la que se enfrentan las personas homosexuales en mi país”, explica desde la sede de Cear Euskadi, con el pelo rapado y una mascarilla negra que combina con su camiseta.
La peligrosa incomprensión familiar
Mantiene que ser homosexual en Honduras es sinónimo a recibir violencia durante toda la vida. “Salir del armario, te expone a ser asesinado; no hacerlo, al suicidio”, zanja. Explica que es tal la presión que ejercen los medios de comunicación y las iglesias evangélica y católica, que cualquier persona se siente con derecho a insultar, atacar o despreciar a una persona homosexual.
“Somos personas demonizadas que consideran que atentamos a la tradición, la familia y al futuro del país. Una amenaza pública a la que erradicar”, remarca para denunciar que es en el seno de las propias familias donde se producen las mayores agresiones. En especial, pone el acento en las mujeres lesbianas que son agredidas sexualmente por familiares como “una medida de conversión sexual”. De ahí, el incremento de un 7% detectado por su organización en intentos de suicidio entre gente joven, alcanzando el 43% de todos los suicidios del país.
Es tal la presión que ejercen los medios de comunicación y las iglesias, que cualquier persona se siente con derecho a insultar, atacar o despreciar a una persona homosexual
Para la familia de Hernández fue todo un “trauma” su salida del armario pues vivían en una “pequeña aldea con ideas muy tradicionales”. Pero las agresiones le llegaron del exterior en forma de amenazas de muerte al denunciar y acompañar a otros jóvenes víctimas de violencia por odio a su identidad sexual.
“Mi mamá siempre me ha pedido que pare porque pongo en riesgo a todos pero en Honduras los jóvenes estamos solos: tenemos que salvarnos la vida unos a otros”, zanja. Y a eso dedica su vida desde los 18 años. Ahora –con 26– dirige la Asociación Honduras Diversa y es parte de la Red Gay Latina Joven que busca, entre otros objetivos, garantizar espacios seguros de reunión, apoyo psicológico y talleres para un nuevo liderazgo juvenil.
La homofobia se ha traducido en un incremento del 7% en intentos de suicidio de gente joven, alcanzando el 43% de todos los suicidios del país
Desde 2017, la Red ha documentado 357 muertes violentas por odio en Honduras, de los cuales 204 se han cometidos contra personas gais, 112 contra personas trans y 41 contra mujeres lesbianas. De total, tan solo 29 obtuvieron una sentencia judicial. “La impunidad es constante”, se indigna Hernández a miles de kilómetros de su tierra.
“Ojo con molestar al narco”
A pesar del clima de impunidad, Hernández no tardó en denunciar sus amenazas con el objetivo de evitar ser “un muerto anónimo más”. De todos modos, tan solo pasaron cuatro días desde que dos personas en una motocicleta se pararan junto a él en su aldea hasta que cumplieron las amenazas. “Sin quitarse el casco, me dijeron bien claro: sos Néstor, sabemos que sos culero, que defiendes a maricones y que andas facilitando información a la policía. Si tuviéramos una pistola te matábamos ahora mismo. Ojo con molestar al narco”.
Nada ha vuelto a ser lo mismo en su vida. En esos cuatro días, cambió todas sus rutinas. Al día siguiente, denunció a la policía las amenazas y solicitó protección al Programa Nacional de Ayuda a Defensores. “Sabía que si no pudieron evitar el asesinato de Berta Cáceres, el mío tampoco”, explica.
A los cuatro días, asesinaban a su primo al confundirlo con él. Durante los tres meses siguientes, no durmió más de una semana en la misma casa pasando de vivienda de amigos a familiares y conocidos, hasta conseguir un billete de avión que lo sacase del país. Desde entonces han pasado ocho meses y continúa dentro del Programa de Protección a defensores del Gobierno vasco. “Ha sido una liberación. No conseguía dormir. Vivía en una profunda depresión. Ya estoy listo para regresar”.
Durante estos meses ha diseñado nuevas estrategias de protección para las 23 personas que confirman la Asociación Honduras Diversa, así como para los jóvenes que les escriben a través de Instagram, Facebook o Twitter pidiendo ayuda.
En pleno confinamiento por la pandemia, diseñó la búsqueda de fondos para apoyar a mujeres trans de San Pedro Sula y reclamó justicia ante el caso de otra agresión a una mujer trans “macheteada en Comayagua e ignorada por las autoridades”.
Hernández sabe que es inevitable molestar al narco con estas acciones y “más en un país donde todo es narco”. “Toda persona que defienda los derechos humanos, denuncie agresiones e interactue con la policía, molesta y mucho, sin saber exactamente quién es realmente el narco, ni si existe”, reconoce. Por eso, ha decidido continuar de una manera más intensa, estratégica y segura con todas sus iniciativas a favor de la población LGTBIQ+.
Su próxima campaña ya está en marcha: van a registrar los talleres para cambiar de orientación sexual e identidad de género de jóvenes promovidos por la iglesia católica y evangélica: “Hemos detectado el caso de más de 100 jóvenes al año torturados con prácticas cercanas al exorcismo para corregir su reorientación sexual”.
Hemos detectado el caso de más de 100 jóvenes al año torturados con prácticas cercanas al exorcismo para corregir su reorientación sexual
Tres mensajes recibidos en sus redes sociales por parte de jóvenes víctimas de estos talleres, les puso sobre la pista. Confía con estas nuevas campañas, armar alternativas a una muerte segura para los jóvenes que deciden o no salir del armario en Honduras, molesten a quien molesten.
El precio de ser hoy joven, gay, mestizo y activista en Honduras
Para el activista, ser joven en Honduras es ser “la principal víctima de la violencia en un país con más de un 85% de impunidad sobre las muertes”. Ser joven homosexual supone además “formar parte del grupo más vulnerable de los vulnerables donde cualquiera te puede golpear, insultar y asesinar sin recibir ningún tipo de protección ni posibilidad de acudir a ninguna institución realmente efectiva”. Por mestizo, añade que “te expones al racismo, la xenofobia y el odio”. Y por su condición de defensor de Derechos Humanos termina señalando que ser joven gay, mestizo y activista “significa sentirse solo en la intemperie, sin ninguna medida de protección y ante las amenazas de muerte de los grupos de crimen organizado que tardan menos de una semana en cumplir sus promesas”.
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