El proxenetismo digital: un análisis urgente
El auge de plataformas digitales como OnlyFans, que se nutren sobre todo de contenido sexual, está transformando la puerta de entrada a la prostitución
La irrupción de las plataformas digitales ha revolucionado la dinámica de las relaciones sociales y económicas, sin dejar al margen el negocio de la prostitución y el proxenetismo.
El proxenetismo en todas sus expresiones es inequívocamente considerado una forma de explotación y es condenado por tratados internacionales de derechos humanos, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, en sus siglas en inglés). Sin embargo, la actual configuración legal sigue presentando grandes lagunas.
Si la nefasta eliminación de la ter...
La irrupción de las plataformas digitales ha revolucionado la dinámica de las relaciones sociales y económicas, sin dejar al margen el negocio de la prostitución y el proxenetismo.
El proxenetismo en todas sus expresiones es inequívocamente considerado una forma de explotación y es condenado por tratados internacionales de derechos humanos, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, en sus siglas en inglés). Sin embargo, la actual configuración legal sigue presentando grandes lagunas.
Si la nefasta eliminación de la tercería locativa, llevada a cabo por el ministro Juan Alberto Belloch en 1995, facilitó la expansión de locales destinados a la prostitución, no menos perniciosa ha sido la reforma del artículo 187 del Código Penal, que entró en vigor en 2015 y que amplía la permisividad al establecer un “proxenetismo blando” sacando del duro reproche penal la coacción sin violencia física. Esto ha abierto la puerta a la legalización de facto de prácticas que, aunque carentes de violencia física, siguen siendo coactivas y explotadoras.
Súmese a este panorama el persistente empeño de la poderosa industria del sexo por renombrar la prostitución como “trabajo sexual” pretendiendo, esencialmente, eliminar el estigma y dignificar, no a las mujeres, sino a proxenetas y puteros. Al presentar los servicios sexuales como una actividad aceptable y normal, se minimiza la realidad de abuso y vulnerabilidad que enfrentan muchas mujeres cuyos cuerpos son cosificados.
La complejidad de las nuevas formas de explotación sexual, especialmente en el ámbito digital, plantea un debate sobre el proxenetismo global para la utilización masiva del cuerpo de las mujeres.
El auge de plataformas digitales como OnlyFans, que se nutren, sobre todo, de contenido erótico y sexual explícito, está transformando la puerta de entrada a la prostitución, ampliando el número de personas, sobre todo mujeres, que se ven involucradas en prácticas abusivas aunque sea de forma temporal o circunstancial.
Algunas estimaciones periodísticas señalan que las mujeres podrían representar entre el 80% y el 90% de los creadores de contenido para adultos y el excelente estudio Onlyfans, un espacio blanqueado del negocio del sexo de la Federación Mujeres Jóvenes, pone de manifiesto que más del 97 % de los cuerpos expuestos en OnlyFans son femeninos.
OnlyFans amplía exponencialmente el número de mujeres susceptibles de ser captadas para el consumo sexual y se proyecta como una opción accesible para todas. Tu hija, tu nieta, tu hermana, cualquier joven —muchas menores— puede verse seducida por iniciarse en una actividad aparentemente frívola que va a reportarle unos ingresos difíciles de obtener de otra manera. Todo ello sucede sin que las chicas tengan conciencia de cómo se verán envueltas y atrapadas en prácticas pornográficas y de prostitución.
En un contexto de creciente precariedad económica, muchas jóvenes se ven tentadas a buscar ingresos en el mundo digital con una exposición pública que pretenden temporal. Sin embargo, la dinámica del espacio las atrapa, llevando a muchas a la prostitución clásica. Se ha comprobado que las imágenes de OnlyFans acaban alimentado webs pornográficas.
El fenómeno OnlyFans muestra que las limitaciones de oportunidades laborales bien remuneradas para las mujeres las empuja, a menudo, hacia la venta de servicios sexuales cuestionando la supuesta libertad de elección que algunos defienden.
Proteger a jóvenes y menores del daño que están causando plataformas digitales y redes pasa por que los Estados afronten uno de los debates centrales de nuestro tiempo: ¿Cómo afectan las plataformas digitales a la soberanía, la capacidad regulatoria, los límites que ponemos al mercado en defensa de derechos humanos y, en última instancia, a la esencia del Estado democrático?
Las grandes plataformas operan de manera transnacional, lo que les permite aprovechar diferencias y vacíos legales entre jurisdicciones. La Unión Europea se ha posicionado a la vanguardia de regulaciones diseñadas no solo para proteger los intereses de los ciudadanos y reforzar el Estado de derecho, sino también para frenar los abusos que eluden las normativas europeas en materia de trata y prostitución.
La Estrategia Europea contra la Explotación Sexual en Línea abre la puerta a exigir responsabilidad penal y administrativa a las plataformas que se benefician de la explotación, pero es fundamental que todas las medidas que se proponen sean reforzadas en los Estados miembros. Tanto la Ley de Servicios Digitales (DSA) como la Ley de Mercados Digitales (DMA) introducen la prohibición de la exposición de menores, la violencia y la pornografía ilegal, llegando a penalizar el incumplimiento con multas millonarias que llegan al 6% del volumen global de negocio.
Por otra parte, con el Reglamento de Inteligencia Artificial ya en vigor, la Unión Europea da un paso importante para ordenar la inteligencia artificial y armonizarla dentro del Mercado Único para proteger la seguridad y los derechos fundamentales de los europeos. El Reglamento, además, prohíbe ciertas prácticas peligrosas de la IA y establece autoridades de control y sanciones para quienes incumplan.
No es aceptable que las tecnológicas sigan lucrándose con la mercantilización y explotación sexual de las mujeres y los menores si queremos mantener los principios fundamentales de los Derechos Humanos, a saber: la igualdad, la dignidad y la integridad de todas las personas.
No es fácil, pero es decisivo, que los gobiernos democráticos encuentren el equilibrio entre la libertad digital y la protección de los derechos fundamentales, manteniéndose firmes en la aplicación de la ley frente a los gigantes tecnológicos que están consolidando su poder creciente.