Crímenes con denominación de origen española
Hay que distinguir entre criminales y criminales, que se note la diferencia entre una casa desvalijada por un extranjero y otra asaltada por un compatriota
Que la Ertzaintza y ahora los Mossos publiquen el “origen” de los detenidos en sus estadísticas es sin duda un gran avance contra la delincuencia. Los criminales son como el vino, el aceite o el embutido, y no es lo mismo un asesino de Jabugo o de Rioja, con su denominación...
Que la Ertzaintza y ahora los Mossos publiquen el “origen” de los detenidos en sus estadísticas es sin duda un gran avance contra la delincuencia. Los criminales son como el vino, el aceite o el embutido, y no es lo mismo un asesino de Jabugo o de Rioja, con su denominación de origen protegida, que uno de marca blanca que te puedes encontrar en cualquier supermercado. Hay que distinguir entre criminales y criminales, que se note la diferencia entre una casa desvalijada por un extranjero y otra asaltada por un vasco de ocho apellidos. No te roba igual uno que otro: el extranjero lleva la marca de Caín en la sangre, mientras el español, sobre todo si es católico, tendrá sus razones. ¿Quién no está predispuesto a perdonar a un compatriota? Entre españoles las cosas se arreglan con unas copas de coñac en el bar, y tan amigos. Pero si el asaltante es extranjero no hay nada que hacer. Por ejemplo, si es musulmán, no le puedes invitar a jamón, y así no hay quien se reconcilie.
La reforma estadística va a marcar un antes y un después en la historia del delito de España. Si hacen buenos malabares con los datos, acabarán demostrando lo que Vox y Aliança Catalana quieren: que los españoles no roban ni matan ni violan. El crimen no va con nuestro carácter nacional. La delincuencia es un vicio importado, como la Coca-Cola o Halloween, y si algún español cae en sus redes alguna vez, será por influencia foránea, porque todo se pega, sobre todo lo malo.
No son los de Vox ni los de Aliança quienes han anunciado los cambios en la estadística, sino dos gobiernos autonómicos de partidos que presumen de democráticos y defensores de la sociedad compleja, plural y abierta: la coalición PNV-PSE en Euskadi, y el PSC en Cataluña. Son partidos en teoría opuestos al racismo, incluso beligerantes contra él. Apoyan iniciativas contra el odio y sostienen instituciones que trabajan en la asistencia e integración de los inmigrantes. Pero cuando la extrema derecha les aprieta en las encuestas, deciden combatirla convirtiéndose en ella. Acatan su discurso con la esperanza de atraer a sus votantes. Cortejan a los racistas si hace falta, diciendo que hay que comprender su inquietud y atender sus miedos.
Es una estrategia digna de Napoleón: si te conviertes en tu enemigo, este deja de ser una amenaza. Así se comió el PSOE a Podemos, fagocitando su discurso social y dejándole sin argumentos ante los electores. Así esperan algunos devorar a los ultras o, como poco, amortiguar su crecimiento. Curiosa manera de derrotarlos, otorgándoles todas las victorias.