La bajona de la era del ‘slop’
Las redes sociales han muerto: ahora son redes televisivas con contenido bazofia
Las redes sociales han muerto. Ahora, todo es televisión bazofia. Cuando llegó Instagram hace quince años, las que saltamos de MySpace a Facebook, las que pasábamos las noches chateando por Messenger, nos emocionamos porque aquella aplicación de apariencia inocente nos daba más razones para vivir nuestra vida virtual. En aquella era, estar en internet era como sentir un nervio electrizando tu cerebro: no solo tenías toda la información y cultura a tu disposición, también existían múltiples plataformas y foros donde compartir canciones, fotografías y saber qué pasaba con la gente que querías o te caía fatal. No eran tiempos mejores, pero sí muy distintos. Y muchas nos creímos la promesa de las redes como agente democratizador, antijerarquías, como un espacio tecnológico que fuese a mejor.
Cada vez que me salta otro vídeo de una pija del Opus vendiéndome el rezo como experiencia total en mis sugeridos, cada vez que una publicidad terrorífica destroza mi autoestima señalándome lo vieja o perimenopaúsica que estoy, vuelvo a esa frase que me dijo la académica Jessa Lingel, autora de The Gentrification of the Internet: How to Reclaim Our Digital Freedom (La gentrificación de internet: cómo reclamar nuestra libertad digital): “En esta era no solo el quién está online ha cambiado, la clave está en el qué está online. Internet será mucho más propensa a estar sesgada, a restarnos poder, o, simplemente, será aburrida y simple”. Aquella experta ya me advirtió a inicios de esta década de cómo la hipermercantilización de las plataformas dificulta el progreso social y cómo la ética de las denominadas big tech (Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft) ha empobrecido nuestra experiencia en internet. Eso me lo dijo hace cuatro años. En 2025, escribir “empobrecer la experiencia” me parece hasta un halago. Por algo en 2022 se popularizó la “mierdificación”, la expresión que tan bien ha acuñado Cory Doctorow para hablar de nuestra vida digital y cómo la cultura del rendimiento económico se ha apoderado de aquellos espacios en los que antes nos encontrábamos.
Recordé esto mientras leía Everything is television (Todo es televisión), un clarividente texto de Derek Thompson en su Substack sobre cómo las redes sociales han dejado de serlo porque se han convertido en redes televisivas. El futuro no era poder estar conectados y que el pueblo tuviese la voz para poder lanzar su mensaje de forma horizontal. El futuro era volver a ver la tele, una que vaya muy rápido porque tenemos la atención rota y el cerebro frito. Thompson revela que más del 80% de tiempo que pasa la gente en Instagram y Facebook lo hace viendo videos, y son reels de contenido de personas a las que no conoce ni tiene un vínculo personal con ellas. Es más, solo el 7% del contenido de Instagram que llegamos a ver es de amigos. Thompson aclara lo que ya intuíamos: que abrir las redes es pasarse el día en una teletienda esquizofrénica.
Más señales: si ahora todos los podcasts se han pasado a la nueva tiranía del “video first”, la expresión que se ha popularizado para hacer clips de absolutamente todo, la compañía Meta acaba de lanzar una plataforma que se llama Vibes y OpenAI ha anunciado Sora, dos nuevas redes de reels generados por IA. La cosa está tan mal que ya existe una nueva palabra para definir a esos clips bazofia de IA: slop, un anglicismo que hace referencia al desperdicio alimenticio, a la basura. En redes, el slop es el contenido de baja calidad creado mediante inteligencia artificial generativa. Vídeos de mierda, como aquel de Trump y Gaza que tanto debate generó.
A las tecnooptimistas cada vez se nos hace más cuesta arriba esto de las redes porque si algo hemos aprendimos en esta travesía digital es que el exceso de contenido banal en internet no es un arte de la evasión. La inundación de vídeos basura es una forma de censura.