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Con ustedes: Meloni, el de la FIFA, Trancas y Barrancas

Si quiere el Nobel, Trump debería aprender a dar discursos y no conciertos o ‘reality shows’. Porque la audiencia no es lo mismo que la paz

Para conseguir el Nobel de la Paz, alguien debería aconsejar a Donald Trump algo que aún le falta, además de merecerlo. Y es saber dar discursos y no conciertos o realities. El presentador que fue durante 11 temporadas de The Apprentice cogió el micro y se vino arriba esta semana para ir presentando a su claque como cuando Pablo Motos nos presenta a Trancas y Barrancas. Bueno, ...

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Para conseguir el Nobel de la Paz, alguien debería aconsejar a Donald Trump algo que aún le falta, además de merecerlo. Y es saber dar discursos y no conciertos o realities. El presentador que fue durante 11 temporadas de The Apprentice cogió el micro y se vino arriba esta semana para ir presentando a su claque como cuando Pablo Motos nos presenta a Trancas y Barrancas. Bueno, Motos lo hace con mucha más elegancia, faltaría más.

Con ustedes: un presidente de la FIFA por aquí, Trancas por allá, una guapa primera ministra italiana al fondo, Barrancas ahí abajo, un “España, ¿dónde está España?” para atenazar un poco al que parece más díscolo… El besamanos de los líderes en la cumbre de Sharm el Sheij se pareció más a La Familia de la tele, el programa frustrado que quería serlo todo y no fue nada, que a una gran cita internacional.

El objetivo era poner el broche de oro al supuesto plan de paz de Trump. En realidad, fue una especie de coro aplaudidor de los países que ahora pondrán el dinero.

Y es que el problema ya no está en el presidente norteamericano, sino en nosotros mismos. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores nos alerta del grave peligro de vasallaje que corremos. Los signos y más que signos ya están ahí: las genuflexiones del secretario general de la OTAN ante Trump, el servilismo de Ursula von der Leyen al ir corriendo a su club de golf a elevar el pulgar, como le gusta a él; la aceptación de un gasto militar del 5% del PIB sin que nadie nos demuestre en qué y para qué íbamos a necesitar anteponer ese dineral al pago de nuestras pensiones; o la dinámica chantajista de los aranceles.

Paso a paso, nuestro liderazgo, si es que alguna vez existió, sucumbe ante una Rusia que saca a planear drones por Europa cuando quiere y un EE UU que ya nos ha sometido. “Hasta que los rusos no hayan arrasado Varsovia no veremos la amenaza”, dijo el ensayista y político francés Raphaël Glucksmann a La Vanguardia.

Europa no solo está dormida, sino que se deja humillar ante las cámaras. En la cumbre de Sharm el Sheij, Emmanuel Macron se vio obligado a aguantar el apretón eterno de una mano que luchaba por soltar. O Giorgia Meloni se tapó la boca, incómoda, mientras Trump sacaba a hablar al líder paquistaní para que defendiera su Nobel. Lo dicho: de audiencias puede ir bien, pero si quiere el premio tendrá que aprender a hablar como hombre de paz, y no un matón.

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