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EBAU contra el fascismo

Por algo el ‘gaudeamus igitur’ dice: mueran la tristeza y los que odian

El viernes pasado fui a ver un concierto de un tipo que cantaba con lamentos añorantes a los amaneceres de la mano de su abuela en la lonja de una ciudad de puerto fiero donde la reconversión, según él, hace tiempo que acabó con una forma de vivir durísima pero libérrima. Como para mí la libertad es vivir sin miedo (al hambre, al dolor, a la injusticia, a la violencia) le pregunté al amigo que me llevó al recital si él sabía a qué se refería: “Bueno, ...

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El viernes pasado fui a ver un concierto de un tipo que cantaba con lamentos añorantes a los amaneceres de la mano de su abuela en la lonja de una ciudad de puerto fiero donde la reconversión, según él, hace tiempo que acabó con una forma de vivir durísima pero libérrima. Como para mí la libertad es vivir sin miedo (al hambre, al dolor, a la injusticia, a la violencia) le pregunté al amigo que me llevó al recital si él sabía a qué se refería: “Bueno, es que es rojipardo”. Comprendí: libertad para barnizar de romanticismo los trabajos manuales, pero luego los cursillos de albañilería que los hagan los rumanos del pueblo. Cada vez que aparece un poeta nostálgico del deslome ajeno me acuerdo de esa joven obrerista muy leída que, me ha parecido a mí, deja entrever en su obra, que la Universidad no mejoró su vida material. Está España llena de licenciados acostumbrados a pedir un Glovo hasta para conseguir droga asegurando que el título no les ha servido para nada; y el mundo abarrotado de necios que cuando ven un móvil, en lugar de identificar una puerta mágica de acceso a toda la sabiduría humana solo ven un ventilador perfecto para esparcir mierda. Ahora que lo pienso, todo este descrédito a la Universidad y al conocimiento avanzado se produce justo cuando vuelve a estar permitido que Falange se manifieste por las calles con pancartas que reivindican trabajo para los de aquí. A mí, mi abuelo, el que trabajó en una empresa cuyo carbón terminaba en el puerto fiero, me subió de niña al tren de vapor que aún funcionaba entre Ponferrada y Villablino; pero de mayor me acompañó a buscar pensión a Santiago de Compostela, la ciudad donde cursé estudios superiores y aprendí a amar. Tengo una foto que nos hicimos juntos en el mirador de la Alameda. Allá al fondo se alza la catedral y a un lado ondea la bandera del Rectorado. Por algo el gaudeamus igitur dice: mueran la tristeza y los que odian.

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