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Dejen algo, lo que sea, a Frank de la Jungla

Frank Cuesta dijo que leyó ese guion para evitar que salgan otros asuntos; impresionante que algo sea peor que confesar que llevas engañando años a todo el mundo hasta el punto de inventarte un cáncer

Visto el vídeo de Frank Cuesta, antigua estrella televisiva conocida como Frank de la Jungla, en el que confiesa algo fascinante: todo era mentira. No era veterinario, no era herpetólogo, no tiene cáncer, no rescata animales, sus animales mueren por su dejadez, es mitómano y se mueve por ego. “Soy Chiquetete”, resumió ...

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Visto el vídeo de Frank Cuesta, antigua estrella televisiva conocida como Frank de la Jungla, en el que confiesa algo fascinante: todo era mentira. No era veterinario, no era herpetólogo, no tiene cáncer, no rescata animales, sus animales mueren por su dejadez, es mitómano y se mueve por ego. “Soy Chiquetete”, resumió El Mundo Today rememorando al cantante cuando se quitó la barba de rey mago delante de un niño. La declaración era tan descarnada que su audiencia se quedó frente a la pantalla a esperar explicaciones, que llegaron horas más tarde: Cuesta dijo que leyó ese guion para evitar que salgan otros asuntos; impresionante que algo sea peor que confesar que llevas engañando años a todo el mundo al punto de inventarte un cáncer. No aclaró si lo leído era mentira, pero a estas alturas ya poco importaba: tampoco su personaje y sus circunstancias telenovelescas son de gran trascendencia, más allá del pastiche. Eso sí, dan clicks. Por dar, dan hasta columnas. Lo interesante de su primera declaración, cuando se desmonta a sí mismo con unas gafas de montura de plástico blanca elegidas para la ocasión, porque hay ciertas cosas que sólo se pueden decir con esas gafas, es la falta de piedad consigo mismo. Francamente, de decir cosas así delante de una cámara no se sale. Si es mentira, hay demasiada gente dispuesta a creer que es verdad; si es verdad, para qué vas a salir. En El impostor de Javier Cercas sobre Enric Marco, el hombre que se fingió media vida prisionero de un campo de concentración nazi, el autor enumera delante de Marco esa mentira, y muchas más, también las referidas a su vida privada. Marco escucha desesperado cómo todo se desmorona y termina suplicando: “Por favor, ¡déjame algo!”. Es una expresión extraordinaria. ¿No me vas a dejar nada para ir tirando? ¿Es que también vas a contar que no aprobé matemáticas en el colegio? Desconozco de qué va el viral de Cuesta, pero si toda su vida fue mentira, que le dejen también algo (a ser posible no el cáncer, que hay pocas ruindades peores que fingir enfermedades o jugar con ellas).

 

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