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Viva la concejala que prohibió ‘Lisístrata’ en Linares

Todavía quedan munícipes que no se arredran ante el sentido del ridículo y echan el telón para proteger a sus ciudadanos, como los curas de antes se plantaban ante la pantalla en la escena del beso

Un momento de la representación de 'Lisístrata' en el Pósito de Linares, en una imagen cedida por el grupo de teatro Paca López, responsable de la función.

Hay que aplaudir y agradecer como merece la gesta de Mari Carmen Muñoz, concejala de Igualdad de Linares, cuando el viernes pasado —según leo en la tragicómica y preciosa crónica de Ginés Donaire en este diario— interrumpió y prohibió una función de Lisístrata en el auditorio de su ciudad. Gracias, concejala, por la...

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Hay que aplaudir y agradecer como merece la gesta de Mari Carmen Muñoz, concejala de Igualdad de Linares, cuando el viernes pasado —según leo en la tragicómica y preciosa crónica de Ginés Donaire en este diario— interrumpió y prohibió una función de Lisístrata en el auditorio de su ciudad. Gracias, concejala, por la escandalera, por el asombro y por demostrar que el arte aún es capaz de perturbar y ofender a la autoridad competente. Todavía quedan munícipes en España que no se arredran ante el sentido del ridículo y echan el telón para proteger a sus ciudadanos, como los curas de antes se plantaban ante la pantalla en la escena del beso.

Albert Serra le ha metido la cámara hasta los higadillos a los toros y no ha conseguido aún que ningún concejal se levante y corte la proyección de Tardes de soledad. Al contrario, le aplauden y le premian, sale a hombros de los cines, que es lo peor que le puede pasar a un artista de su estirpe. En cambio, una compañía teatral pequeña que monta una obra clásica griega para una velada anodina y ceremonial consigue lo que ya casi nadie logra. Bravo por Paca López, directora de la adaptación, y bravo por Mari Carmen Muñoz. Y bravo por Aristófanes, cuyos textos siguen provocando sofocos 2.500 años después de su estreno.

Creyó Muñoz que el lenguaje soez de la obra era intolerable para un público ahíto de porno y reguetón. En el colegio de mi hijo —y seguro que en los de Linares, también—, los prepúberes cantan una canción de Karina y Marina que promueve el consumo de fruta (“soy una chica muy sana: / siempre que como, elijo la banana”), pero quizá no estén preparados para la procacidad de una tragedia clásica. Al fin y al cabo, Karina y Marina promocionan hábitos dietéticos saludables, mientras que Aristófanes solo habla de guarrerías y pacifismo.

Algo funciona terriblemente mal en la cultura cuando los reyes de España inauguran Arco y la Feria del Libro y se retratan con artistas y escritores en lugar de mandarlos a una mazmorra o al destierro, como hacían los reyes de antes, que sí entendían el sentido del arte. La concejala de Linares sabe que vivimos en un malentendido que conviene deshacer y que las comedias griegas cuestionan el poder establecido y perturban la paz civil. Puede que fuera la única espectadora que comprendió el alcance verdadero de Lisístrata. Al irrumpir a voces en el escenario, Mari Carmen Muñoz ha hecho más por la cultura española que los últimos 12 ministros del ramo. Que cunda el ejemplo.

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