La hora del alto el fuego en Gaza
Todo Oriente Próximo quiere acabar con la pesadilla constante de la guerra y empezar a impulsar un futuro mejor
Durante los últimos 16 meses, he pensado muy poco en el futuro y todavía menos en el pasado. El presente me ocupaba toda la cabeza. Es una sensación que conozco de guerras anteriores, una especie de instinto de supervivencia que me guía para que no desperdicie nada de energía en planificar ni reflexionar y me centre exclusivamente en los aspectos prácticos de la existencia.
Ahora que se ha firmado ...
Durante los últimos 16 meses, he pensado muy poco en el futuro y todavía menos en el pasado. El presente me ocupaba toda la cabeza. Es una sensación que conozco de guerras anteriores, una especie de instinto de supervivencia que me guía para que no desperdicie nada de energía en planificar ni reflexionar y me centre exclusivamente en los aspectos prácticos de la existencia.
Ahora que se ha firmado un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás, las reflexiones sobre el futuro —el tan cacareado “día después” que llegará cuando devuelvan al último rehén y termine la guerra en Gaza— adquieren más visos de realidad. Y ahora tengo todavía más claro por qué se han esforzado tanto Benjamín Netanyahu y los dirigentes de Hamás durante el último año para evitar un acuerdo que supusiera un alivio para las dos partes y por qué han hecho falta las presiones y las amenazas de dos presidentes estadounidenses y de todo el mundo árabe para conseguir que se firmara la tregua.
La guerra que comenzó el 7 de octubre constituye un trauma espantoso para las dos naciones, y no cabe ninguna duda de que, en el instante en que termine, ambas tendrán que pedir responsabilidades a los dirigentes que, con sus incitaciones al odio, han causado este terrible derramamiento de sangre. Es imposible imaginar, después del alto el fuego, una realidad en la que Hamás siga gobernando la franja de Gaza, como si no hubiera contribuido de manera decisiva a la catástrofe, las muertes y la devastación que está sufriendo su pueblo, y que los israelíes vuelvan a elegir al Gobierno de Netanyahu y sus socios mesiánicos después de sembrar tanto odio y tanto caos.
Toda la región quiere acabar con esta pesadilla constante y empezar a impulsar un futuro mejor, pero las personas encargadas de firmar y aplicar el acuerdo tienen unas prioridades completamente distintas. Todavía no se ha secado la tinta de la firma de la tregua y ya corren rumores de que Netanyahu ha prometido a la parte de su Gobierno que representa a los colonos que la segunda fase del pacto nunca se materializará y que Israel reanudará los combates en Gaza. La semana pasada, la web israelí de noticias N12 informó de que Hamás está reclutando una cantidad de agentes nuevos en Gaza que supera el número de muertos y encarcelados por el ejército israelí. En otras palabras, los líderes de los dos bandos se mantienen en un estado de movimiento perpetuo, como una máquina letal capaz de alimentar sin cesar la niebla de la guerra y garantizar que todos sigamos viviendo en un presente sangriento e interminable.
Hasta que el alto el fuego entre plenamente en vigor, lo único que podemos hacer es permanecer alerta para no dar a los artífices de esta tragedia ninguna oportunidad de frustrar un acuerdo que pondrá fin a la guerra, devolverá a los rehenes a casa y proporcionará a nuestra maltrecha región el rayo de esperanza y humanidad que tan desesperadamente necesita.