Disfrutar la Navidad como los niños

Los lectores escriben sobre cómo pasar estas fiestas, la vuelta al hogar familiar, la decoración de las casas y la nostalgia que producen las celebraciones

Árbol de Navidad de la Puerta del Sol de Madrid.FERNANDO VILLAR (EFE)

La Navidad era ese momento del año puro y sencillo, lleno de abrazos cálidos y risas sinceras. Una época que nos invitaba a detenernos, a mirar a los nuestros con ternura y sentir el corazón un poco más ligero. Pero ahora todo parece envuelto en un papel brillante de consumismo y prisas. El amor y la solidaridad se esconden detrás de las ofertas y los regalos que, muchas veces, ni necesitamos ni recordaremos. Sin embargo, hay algo que sigue siendo auténtico, algo que no hemos logrado empañar del todo: la ilusión de los niños y niñas. Para ellos, la Navidad sigue siendo un misterio, un momento donde todo es posible. Quizá la clave está en volver a mirar la Navidad como ellos lo hacen, en dejar de lado tanto regalo innecesario y recordar que lo que realmente importa no se compra. Tal vez sea hora de recuperar esa esencia: un abrazo fuerte, una conversación sincera, una mirada que dice “estoy aquí”. Para mí, en esto consiste la Navidad.

Cristina Albaladejo. Murcia

Espíritu festivo

Mis jóvenes hijos han vuelto en Navidad para pasar unos días con sus padres tras estar trabajando en países extranjeros. El gozo de recibirlos ha sido inmenso, y hasta el perro daba saltos de alegría al reconocerlos después de tanto tiempo. Las habitaciones desordenadas que dejaron atrás en el hogar familiar han sido reordenadas e incluso pintadas. Cuando vuelvan a irse a ese futuro incierto y nebuloso, dejando la habitación desarreglada y privada de presencia, sólo desearé que vuelvan la próxima Navidad. ¿Será este realmente el espíritu de la Navidad?

José Ramón Iribar Argote. San Sebastián

Para unos días perfectos

Aún ando en la búsqueda de la Navidad perfecta: que si acá, que si allá, que si con este o aquel, que si viajo o me quedo, que si regalo grande o chico, que si invitamos o no a aquellos, que si mesa afuera o adentro... y así, innumerables conjeturas. Las mismas cada vez. Mientras escribo, pienso que mi Navidad perfecta está a un paso, lo estuvo siempre. La Navidad perfecta es la imperfecta, la que debo preparar con el corazón, la que me lleve a abrazar el desorden de su planificación, la que me haga ver los rostros y miradas de los que están a mi alrededor en el ruidoso brindis, en el guiño junto al árbol, la emoción del niño con su regalo. Y así sucederá. Agradezco prepararme, en medio de esas indecisiones, a este caos y estar dispuesta a recibir lo que venga. Esta es mi Navidad.

María Esther Juárez. Córdoba (Argentina)

En los noventa

Recuerdo cuando días antes de Nochebuena mis primos llegaban de la ciudad y decorábamos juntos la casa de los abuelos. Íbamos deseosos al lavadero para coger una caja de cartón con el nombre “Adornos Navidad” y nos dirigíamos al salón. Allí comenzaba la verdadera fiesta de espumillón rodeando la barandilla de la escalera, alguna figura del recibidor o las bolas en el árbol. Aquel salón, aquel árbol, era nuestro, nuestro ritual, nada estético y seguro, sin necesidad de postear algo perfecto en las redes. Eso es algo que añoro de aquellas Navidades cuando lo importante era qué sentías tú, no los demás.

Diana Pareja Prieto. Sevilla

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