El terrorista reformado

Cuesta creer que una escisión de Al Qaeda vaya a garantizar las libertades y los derechos de los sirios (y sirias) sin excepción

Mujeres sirias hacen cola ante un cajero automático en Damasco tras la caída de Bachar el Asad.Amr Abdallah Dalsh (REUTERS)

Me alegro de que se haya derrocado el régimen de Bachar el Asad pero, ¿qué quieren que les diga? Mi alegría es contenida y mi esperanza está, por el momento, bien sujeta por el escepticismo. Porque no me fío de los nuevos, a pesar de que estos días están aliviando el sufrimiento de muchos al abrir las cárceles y liberar a prisioneros torturados. Hayat Tahrir al Sham, el grupo que ha tomado el poder,...

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Me alegro de que se haya derrocado el régimen de Bachar el Asad pero, ¿qué quieren que les diga? Mi alegría es contenida y mi esperanza está, por el momento, bien sujeta por el escepticismo. Porque no me fío de los nuevos, a pesar de que estos días están aliviando el sufrimiento de muchos al abrir las cárceles y liberar a prisioneros torturados. Hayat Tahrir al Sham, el grupo que ha tomado el poder, se presenta como moderado y reformista, pero cuesta creer que una escisión de Al Qaeda vaya a garantizar las libertades y los derechos de todos (y todas) sin excepción. Existiendo como existe en el islam la estrategia de la taqiya, el disimulo de la fe en circunstancias adversas, no sería tan raro que los yihadistas adoptaran el ocultamiento de sus postulados radicales como medida de adaptación temporal. Pero luego, ¿qué? ¿Qué vendrá después de que muestren al mundo las atrocidades cometidas por El Asad y se nos presenten como los buenos? Los precedentes históricos no nos dan razones para el optimismo: demasiadas veces en las últimas décadas la revolución acabó en pesadilla teocrática. Empezando por Irán en 1979 y pasando por las primaveras árabes. Ojalá volver a la euforia de ver en directo la plaza Tahrir llena de gente celebrando que al fin se pudo, la gente pudo acabar con un régimen de hierro que había durado décadas. Pero no tardaron en llegar los islamistas y luego los militares. Fatal destino el de los nacidos en tierras musulmanas que parecen condenados a vivir bajo el yugo de algún tipo de dictadura, ya sea religiosa, militar o monárquica.

No se den tanta prisa en devolver a los refugiados al país liberado del dictador, ni que sea ofreciéndoles mil euros como ha decidido hacer el Gobierno austríaco. Es una temeridad mandarlos de nuevo a una tierra arrasada en la que no se sabe lo que va a pasar. Los salafistas tienen un proyecto claro de sociedad regida por un islam fundamentalista, un totalitarismo religioso. Ojalá que me equivoque y nos equivoquemos todos los que no creemos que Abu Mohamed al Julani, el yihadista reformado, vaya a traer la libertad y la democracia a Siria. Ha cambiado su indumentaria para parecer moderado, pero la barba larga y el bigote corto le delatan: son propios de musulmanes que siguen con rigor los preceptos del islam literalista. De todos modos el hábito no hace el monje ni en Oriente Próximo, así que esperaremos a ver si llega de verdad la luz en este oscuro territorio del mundo.

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