Broncano y las mujeres
El ‘prime time’ televisivo se lo disputan dos hombres con diferentes simpatías políticas pero muy similares cualidades para las conversaciones difíciles
Hace poco escuché a alguien elogiar a una mujer diciendo “que se sobrepuso a los mandatos de su tiempo” y tuve que quedarme con la oreja puesta, porque por esas señas lo mismo se podían estar refiriendo a Juana de Arco que a Carla Antonelli. Las historias de superación femenina, no importa el periodo histórico, siguen un guion atemporal e idéntico por el que las protagonistas siempre acaban dudando de si habían conquistado algo o fue solo un sueño.
Al final el hablante se refería a un talento que parió siete hijos y aún así tuvo tiempo para crear los momentos más alucinantes de la histo...
Hace poco escuché a alguien elogiar a una mujer diciendo “que se sobrepuso a los mandatos de su tiempo” y tuve que quedarme con la oreja puesta, porque por esas señas lo mismo se podían estar refiriendo a Juana de Arco que a Carla Antonelli. Las historias de superación femenina, no importa el periodo histórico, siguen un guion atemporal e idéntico por el que las protagonistas siempre acaban dudando de si habían conquistado algo o fue solo un sueño.
Al final el hablante se refería a un talento que parió siete hijos y aún así tuvo tiempo para crear los momentos más alucinantes de la historia de la televisión, no ya de España, sino del mundo. Porque hablaban de alguien que en los años ochenta les enseñó a personitas de corta edad a decir: “¡Viva el mal! ¡Viva el capital!”. Durante muchos años estuve absolutamente convencida de que la persona en cuestión, la creadora de La Bola de Cristal, no era una fémina, porque se llamaba Lolo. Ya ven qué tontería.
Perdí un tiempo precioso para fijarme en uno de esos tan cacareados referentes que necesitamos las mujeres, cis o trans. A cambio tuve otros: guardo indeleble la imagen de Julia Otero sacándole su deuda con Hacienda a Lola Flores, de Mercedes Milá interrogando al hermano corrupto de Alfonso Guerra y de Rosa María Sardá conversando afablemente con Bibiana Fernández. Todas esas señoras fueron capaces de hacer preguntas inteligentes y documentadas que permitían a los españoles formarse un criterio propio en horarios de máxima audiencia.
Ahora que el prime time se lo disputan dos hombres con diferentes simpatías políticas pero similares cualidades para las entrevistas escucho hablar de la posibilidad de una mujer al frente de un late night show como si fuese una conquista inaudita. Y yo, mientras intentan venderme la lucha encarnizada entre dos egos como entretenimiento de altura, la transfobia como feminismo y la guerra cultural como cultura, busco en internet las pruebas de que todo esto que he contado no lo soñé.