Los BRICS+ avanzan
La cumbre de Kazán supone un evidente éxito diplomático para Putin, que demuestra que las sanciones de Occidente no lo aíslan
El grupo BRICS+ ha celebrado esta semana en la ciudad rusa de Kazán una cumbre que supone un paso adelante para la organización y un inequívoco éxito diplomático para Vladímir Putin. La primera reunión anual después de la decisión de ampliar el grupo ha evidenciado una notable asistencia de líderes —tanto de países miembros como de posibles socios futuros—, lo que insufla vigor al proyecto y, a la vez, un balón de oxígeno político al presidente ruso, que ha podido escenificar que, pese a las sanciones occidentales por la invasión de Ucrania, no está en absoluto aislado. Putin afirmó que una treintena de países han expresado su deseo de incorporarse al grupo. La cumbre, además, ha alumbrado una extensa declaración que subraya la voluntad de estrechar relaciones financieras capaces de sortear la centralidad del dólar.
Los miembros de los BRICS+ tienen como pegamento sustancial la crítica hacia un orden internacional nacido en 1945, simbolizado por Estados Unidos y sus aliados, y que, en muchos aspectos, ya no es representativo del mundo actual. La posición de Washington ante la desproporcionada acción militar de Israel en Gaza ha añadido a ese rechazo legítimas críticas de doble rasero. Occidente haría bien en revisar su posición tradicional. Tanto en lo primero —con una reforma del orden global que lo haga más inclusivo, empezando por el Consejo de Seguridad de la ONU— como en lo segundo —rectificando un respaldo a Netanyahu insostenible a nivel moral—.
Dicho esto, conviene tener claro lo que BRICS+ representa. El grupo, que acoge democracias junto a dictaduras que pisotean los derechos humanos, no es ni una alianza ni un bloque geopolítico, dada la enorme divergencia entre sus socios. No es tampoco un foro representativo del Sur Global, ya que Rusia es Norte colonizador y China, aunque se defina como parte de ese mundo, es una potencia contaminante, explotadora y con agenda propia. Entre sus miembros hay partidarios de un asalto violento al orden internacional con rasgos imperialistas —Rusia—, otros con una visión bipolar —China e Irán— y otros que no quieren alinearse —India, Brasil o Sudáfrica—. Hay potencias económicas manufactureras, potencias extractivas y países frágiles.
Por eso, hoy por hoy, hay que tomar con escepticismo su capacidad de desdolarizarse o de crear alternativas sólidas a instituciones como el FMI o el Banco Mundial. Por un lado, Putin se vio forzado a reconocer que los BRICS no han decidido crear aún un sistema de pago que prescinda de la moneda estadounidense. Por otro, los ministros de Finanzas de China, India o Sudáfrica ni siquiera acudieron a la reunión previa a la cumbre, lo que deja intuir que hay un trecho entre ciertas declaraciones altisonantes y la proyección real de nuevos planes. Cabe subrayar que el Nuevo Banco de Desarrollo, fundado hace una década, tiene previsto desembolsar este año préstamos por valor de 5.000 millones de dólares, frente a los 72.000 del Banco Mundial.
El significado de la cumbre de Kazán es, eso sí, eminentemente político: la expresión del descontento de una parte muy importante del planeta en términos demográficos o comerciales, representada por países que suponen el 43% de la población y el 28% del PIB mundial. Aunque BRICS+ no sea una alianza geopolítica ni un proyecto económico realmente cohesionado, las democracias occidentales pecarían de soberbia si echaran en saco roto las señales emitidas esta semana desde Kazán.