Viviendas para el personal esencial
Los lectores escriben sobre los trabajadores esenciales, los atletas paralímpicos, el uso de la tecnología por los adolescentes, y el acceso a la cultura
Todos tenemos claro lo que queremos de los profesores de nuestros hijos, de la doctora del Centro de Salud y de la conserje de la biblioteca del pueblo. ¿Por qué? Porque son esenciales. Ellos, y otros muchos más. Pido por favor, que les cuidemos como se merecen. Donde no puedan vivir con el sueldo que en paridad les corresponde, deberían ser protegidos por el Estado. Al final, las casas cuartel de la Guardia Civil, las viviendas de Renfe, de la EMT o hasta de la Marconi Española eran una fórmula avanzada, solidaria que permitía a los trabajadores vivir dignamente y producir para quienes le pagaban. En Ibiza, en Comillas, en Granada y en Cuenca… por poner unos ejemplos, sería necesario este tipo de viviendas protegidas. Y esto no es culpa de los turistas. No perdamos el norte. Cuidémosles, que nos tienen que cuidar.
Víctor Martín Antón. Madrid
Paralímpicos
Hace ya 30 años, en el año 1994, sufrí sorpresivamente un ictus cerebral. La rápida intervención de los sanitarios me salvó la vida. Pero después de más de un año de rehabilitación, han quedado secuelas físicas irrecuperables, mucho menores que las de la mayor parte de atletas paralímpicos. Aceptar las secuelas no ha sido fácil. Tuve que cambiar muchas cosas en mi vida. Por eso puedo valorar en carne propia el valor de tantos cientos de atletas con más secuelas que yo que son capaces de mostrar sin rubor sus limitaciones físicas y psicológicas, y sus carencias visibles en los muñones. Qué grande es el ser humano cuando es capaz de vivir con normalidad en un mundo que no está pensado para personas con discapacidad.
Leandro Sequeiros San Román. Granada
¿Lo estamos haciendo bien?
La sociedad evoluciona, sí, pero ¿hasta dónde estamos haciéndolo bien? Miro alrededor y veo niños que no saben perderse ni encontrarse. Hoy, el adolescente usa su móvil como GPS, no conoce las calles de su ciudad, no pregunta cómo llegar a cualquier sitio, le cuesta leer un reloj analógico, paga todo con el móvil, casi no lee libros porque “la verdad” está en las redes sociales, los modelos en Instagram y el deporte lo hace con los mandos de una videoconsola. No obstante, este verano, he hecho a mis hijos pedir en el bar, ir a la tienda de Pepe a comprar pan con efectivo y saludar a todos los vecinos que nos encontramos. En unos años mis hijos también se perderán, pero espero encontrarlos en cualquier calle a la que hayan llegado preguntando.
Gloria Vargas Mateos. Sevilla
Cultura para todos
Aprovechando que estaba de vacaciones, quise llevar a mis hijos por primera vez al Museo del Prado. Pero, para mi sorpresa, comprobé que la “entrada general” para un adulto era de 15 euros. Me parece un error que el acceso a la cultura —en un país que, presuntamente, la promueve y defiende— tenga un precio que discrimina a muchas familias españolas que no pueden permitirse el gasto, teniendo que priorizar otras necesidades, especialmente en el actual contexto económico y con los sueldos de miseria que tenemos en España.
Marcos Ruiz Cercas. Colmenar Viejo (Madrid)