Pasos irresponsables hacia la guerra total
Los asesinatos de líderes de Hamás y Hezbolá acercan la tensión regional a un punto de no retorno
El asesinato este miércoles en Teherán del jefe político de Hamás, Ismail Haniya, es un duro golpe contra la organización responsable del ataque terrorista contra Israel del pasado 7 de octubre y, aunque ningún organismo israelí se ha atribuido la muerte del líder palestino, esta amenaza con extender aún más el conflicto armado en Oriente Próximo. La acción en la capital iraní se produce apenas horas después del ataque mortal en Beirut con aviones de combate —esta vez sí reivindicado por el Gobierno de Benjamín Netanyahu— contra el número dos de la milicia proiraní Hezbolá, Fuad Shukr. Se trata de dos acciones de gran envergadura política ejecutadas fuera del teatro de operaciones militares de la guerra en Gaza, lo que da alas a los presagios más pesimistas sobre el peligro de descontrol de un conflicto bélico iniciado hace ya casi 10 meses.
Haniya, de 62 años, permanecía refugiado desde 2017 en Qatar y era pública su condición de hombre más buscado por los servicios de inteligencia israelíes. Fuertemente protegido, el líder de Hamás se había trasladado a Teherán para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente iraní, Masud Pezeshkian. Fue uno de los fundadores de Hamás en 1987 y su muerte supone un mazazo para las negociaciones en busca de un alto el fuego en Gaza en las que se encuentran directamente implicados desde hace meses Qatar, Egipto y Estados Unidos. Resulta muy difícil que la organización islamista —que todavía mantiene 115 rehenes israelíes en su poder, 41 de los cuales han sido declarados muertos— acepte ahora ningún tipo de entendimiento con el Gobierno de Netanyahu. Se aleja así la posibilidad de alivio inmediato para la desesperada situación de los civiles gazatíes, cuyo número de víctimas mortales por acciones del Ejército israelí ya roza las 40.000.
Las muertes de Haniya y de Shukr tienen un nexo común además de la autoría israelí: ambos estaban bajo la protección directa de Irán. Supone, por tanto, una escalada muy peligrosa en el enfrentamiento entre los dos países, que ya vivió una dramática escaramuza el pasado abril, cuando Teherán lanzó un masivo —aunque inofensivo en la práctica— ataque aéreo contra Israel, que respondió en términos similares. Además del siempre condenable recurso al asesinato —son los tribunales los que deben juzgar a los supuestos criminales—, la desaparición violenta del líder de Hamás plantea la pregunta de hasta cuándo seguirán acercándose Netanyahu y las milicias proiraníes a un punto de no retorno que, una vez cruzado, impida definitivamente una salida pacífica a la guerra de Gaza y a la inflamable situación en Oriente Próximo.