Von der Leyen quiere más Europa
La presidenta de la Comisión es reelegida con un programa que refuerza la integración y atiende la preocupación social
La conservadora alemana Ursula von der Leyen fue reelegida ayer en el Parlamento de Estrasburgo como presidenta de la Comisión Europea con 401 votos a favor, 284 en contra y 54 abstenciones. El nombramiento llega solo dos semanas después de ser propuesta por el Consejo Europeo con un respaldo aún más abrumador de 25 países a favor (incluida España), una abstención (la Italia de Georgia Meloni) y uno en contra (la Hungría de Viktor Orbán). La presidenta electa aún tendrá que someterse a una nueva votación el 1 de noviembre, esta vez junto a todo su equipo de comisarios, para poder iniciar su segundo mandato. Asistimos, por tanto, a un riguroso procedimiento democrático que desmiente a los grupos populistas que han ganado tracción en las últimas elecciones europeas a base, entre otras cosas, de infundios sobre una supuesta dictadura funcionarial de Bruselas.
A diferencia de la investidura de 2019, cuando propios y extraños la miraban con tanto recelo que solo salió elegida con nueve votos por encima de la mayoría necesaria, ahora ha superado con un margen de 40 votos el umbral mínimo de los 361 de la mayoría absoluta, lo que hace presumir —con las reservas de una votación secreta— que cuenta con el respaldo de un amplio arco que abarca a populares, socialistas, liberales y verdes.
La mayoría a favor de Von der Leyen, surgida de las urnas el pasado 9 de junio, debe permitirle un quinquenio de progresos en la integración, de impulsos a la competitividad económica sin olvidar el modelo social europeo, de apuesta por una transición energética y tecnológica tan urgente como inevitable. Como ella misma señaló ayer, “es esencial que el centro democrático aguante en Europa”, y para lograrlo “debe estar a la altura de las preocupaciones y desafíos que la gente afronta en su vida diaria”.
En ese descenso a las necesidades de la calle, Ursula Von der Leyen anuncia el lanzamiento por primera vez de un plan de acceso a la vivienda asequible, con inyección de recursos comunitarios, y la designación, también por primera vez, de un comisario de Vivienda y otro para el Mediterráneo. Las dos primeras eran exigencias planteadas por el grupo socialista como condición para apoyar su investidura. Y el hecho de que la candidata haya accedido muestra que reconoce a las fuerzas europeístas como imprescindibles, más allá de los guiños que lanzó durante la campaña a algunas formaciones de ultraderecha.
Von der Leyen se ancla al centro proeuropeo y coloca la prosperidad como eje central de su nuevo mandato (2024-2029), un objetivo que pasa, según la política alemana, por reafirmar la apuesta por una economía descarbonizada en 2050, fomentar el nacimiento de gigantes empresariales europeos en sectores clave (incluida la defensa) y reorientar los fondos de cohesión hacia planes nacionales de reforma similares a los aplicados con el fondo Next Generation. La presidenta quiere un mandato de transformación, incluso con una posible reforma del Tratado de la UE, lo cual son palabras mayores en Bruselas, y con la ampliación para incorporar a Ucrania.
El avance de la legislatura permitirá juzgar si Von der Leyen se mantiene firme en esa apuesta europeísta o se ve desbordada por una coyuntura que ha dado casi 200 de los 720 escaños de la Eurocámara a fuerzas de extrema derecha o eurófobas. Su mandato dependerá también de la evolución política en Berlín (con elecciones el año que viene) y París (con un gobierno en funciones a la espera de una nueva coalición) y del desenlace de las presidenciales este otoño en EE UU. De momento, su discurso de investidura permite mantener la esperanza porque, como ella misma ha dicho, los próximos cinco años definirán el lugar de Europa en el mundo durante las próximas cinco décadas.