Sobre arrieros, conserjes e inteligencia artificial
No hace falta tener acabada la primaria para comprender que el desarrollo de la IA es imparable y que si aún queda un resto de inteligencia natural convendría aprovecharlo para no quedar rezagado
La inteligencia artificial, con sus ramificaciones en materia de producción e innovación, se ha convertido en uno de los motores principales de la economía mundial. Lo expuso días atrás Jensen Huang, director ejecutivo de la empresa de elaboración de chips Nvidia. La demanda y las inversiones crecen a ritmo acelerado, y no son pocos los expertos que asocian esta nueva tecnología con cambios de enorme magnitud en los modos de vida de la especie humana...
La inteligencia artificial, con sus ramificaciones en materia de producción e innovación, se ha convertido en uno de los motores principales de la economía mundial. Lo expuso días atrás Jensen Huang, director ejecutivo de la empresa de elaboración de chips Nvidia. La demanda y las inversiones crecen a ritmo acelerado, y no son pocos los expertos que asocian esta nueva tecnología con cambios de enorme magnitud en los modos de vida de la especie humana. Huang se refirió en su intervención a la inteligencia artificial generativa, por tanto, a programas capaces de crear a partir de órdenes sencillas textos, imágenes o películas. No hace falta tener acabada la primaria para comprender que este desarrollo es imparable y que si aún queda un resto de inteligencia natural convendría aprovecharlo para no quedar rezagado esperando que otros inventen, regulen y copen los beneficios, por más que sea comprensible cierta incertidumbre cada vez que surgen inventos de fuerte impacto social. Hace unas décadas circuló un librito titulado, si mal no recuerdo, Poemas escritos con computadora. Hubo revuelo de poetas despechados ante la idea de que una máquina pudiera sustituirlos, incluso con garantías de calidad. Ese temor es antiguo y persiste. La imprenta reemplazó a los amanuenses, la automoción a los arrieros, el portero automático a los conserjes. Enternece y da pena leer que unas librerías españolas, en solidaridad con el gremio de los ilustradores, se niegan a vender un libro porque la imagen de la cubierta fue confeccionada total o parcialmente con un programa de inteligencia artificial. Y el actual ministro de Cultura, sobre cuya idoneidad para el cargo abrigo dudas crecientes, ha anunciado que su ministerio no subvencionará, premiará ni contratará obras creadas con IA, lo cual equivale a la pretensión de parar un tsunami con un cubo de playa. Apuesto a que no tardará en desdecirse.