Luto

Un amigo que hace 30 años se acostó con una mujer imaginó que se había quedado embarazada y asistió en su fantasía al crecimiento del niño

Varios menores en una guardería de Barcelona.Consuelo Bautista

Un amigo que tiene ahora 50 años se acostó hace 30 con una chica finlandesa a la que conoció en una discoteca de Madrid. Al día siguiente, la joven desapareció y no volvió a saber de ella. Pero él imaginó que se había quedado embarazada y asistió en su fantasía al nacimiento del niño y luego lo vio crecer y dar sus primeros pasos y lo vio entrar en el parvulario de la mano de su madre. Pasado el tiempo, mi amigo se casó y tuvo dos hijos reales con una compañera de estudios. Pero no olvidó al hijo imaginario, que llevó a cabo sus estudios medios y que entró en la universidad y se licenció en Bi...

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Un amigo que tiene ahora 50 años se acostó hace 30 con una chica finlandesa a la que conoció en una discoteca de Madrid. Al día siguiente, la joven desapareció y no volvió a saber de ella. Pero él imaginó que se había quedado embarazada y asistió en su fantasía al nacimiento del niño y luego lo vio crecer y dar sus primeros pasos y lo vio entrar en el parvulario de la mano de su madre. Pasado el tiempo, mi amigo se casó y tuvo dos hijos reales con una compañera de estudios. Pero no olvidó al hijo imaginario, que llevó a cabo sus estudios medios y que entró en la universidad y se licenció en Biología, mientras que el mayor de los hijos reales se licenciaba en Económicas y el menor en Ciencias de la Computación o algo semejante.

No era infrecuente que este amigo se quedara a veces con la mirada extraviada, perdido en las ensoñaciones del hijo finlandés, al que en sus fantasías escuchaba hablar en un idioma para él incomprensible. Tenía un cuerpo atlético sin necesidad de hacer mucho ejercicio y los ojos extrañamente claros. Cuando se reía, mostraba parte de la encía superior, como mi amigo, al que en sus delirios le atacaba la tentación de contar a los hijos reales que tenían un hermano en Finlandia, pero se contenía a tiempo pensando sobre todo en el efecto que causaría en su esposa, con la que guardaba una relación que apenas se había desgastado con el paso de los años.

La semana pasada, según me contó, la chica finlandesa, convertida ya en una señora mayor, logró localizarlo de algún modo y le dijo que estaba en Madrid. Quedaron en el centro para tomar un café y hablaron con nostalgia de aquella noche única. Sutilmente, mi amigo fue haciendo averiguaciones hasta alcanzar la conclusión de que no había tenido ningún hijo finlandés. Lleva varios días de luto clandestino, aunque genuino. Pobre.

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