Amnesia

Recordaba con todo detalle su figura, su voz, sus gestos, cada una de sus pecas distribuidas por la íntima geografía de su cuerpo; en cambio, su nombre se le había borrado por completo

Una pareja toma el sol en la playa de la Malvarrosa, en Valencia.Kai Foersterling (EFE)

¿Cómo se llamaba? Pese a ser la chica de la que se había enamorado por primera vez, no recordaba su nombre. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de aquella mujer, aunque su vida le había dejado una profunda huella. Recordaba con todo detalle su figura, su voz, sus gestos, cada una de sus pecas distribuidas por la íntima geografía de su cuerpo; en cambio, su nombre se le había borrado por completo. Por Dios, ¿cómo se llamaba? Sucede muchas veces que una neurona se desconecta, crea un vacío y sin saber por qué esa palabra que buscas desaparece, se instala en la punta de la lengua y no hay forma ...

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¿Cómo se llamaba? Pese a ser la chica de la que se había enamorado por primera vez, no recordaba su nombre. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de aquella mujer, aunque su vida le había dejado una profunda huella. Recordaba con todo detalle su figura, su voz, sus gestos, cada una de sus pecas distribuidas por la íntima geografía de su cuerpo; en cambio, su nombre se le había borrado por completo. Por Dios, ¿cómo se llamaba? Sucede muchas veces que una neurona se desconecta, crea un vacío y sin saber por qué esa palabra que buscas desaparece, se instala en la punta de la lengua y no hay forma de que regrese al cerebro. Durante dos horas de angustioso insomnio peleó con su memoria para tratar de recordar cómo se llamaba aquella chica que fue su primer amor. Eran jóvenes, el sol brillaba sobre la hierba del jardín donde se tumbaban en verano; él le hablaba de la lucha por la libertad mientras ella con una sonrisa irónica le pasaba por el perfil de su rostro una brizna de lavanda. Recordaba aquella tarde de lluvia de otoño caminando bajo el mismo paraguas cuando ella le susurraba la canción de Leo Ferré. Con el tiempo todo se desvanece. Pasados unos años, fue después de un viaje a Italia cuando el amor se desvaneció. La chica lo citó en un café para decirle que se había enamorado de otro. Él escuchó sus disculpas muy callado y al final del silencio se sorprendió a sí mismo con los ojos llenos de lágrimas. “No hay que llorar —le dijo ella— después de todo hemos sido muy felices”. Aún recordaba su respuesta: “Lloro porque un día al cambiar de agenda perderé tu teléfono, luego tu figura, tu voz, tus gestos con el tiempo se irán desvaneciendo y puede que al final también se diluya en el olvido tu nombre”. Fue el recuerdo lejano de aquellas lágrimas el que sirvió de conexión, tal vez, entre sus neuronas, porque en ese mismo momento, por fin, recordó cómo se llamaba.

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